Me levanté del sillón, me senté en la mesa baja y me incliné hacia la pantalla de plasma. Pulsé el botón de «Cámara Lenta» y miré atentamente.
A las 20.29 y diecinueve segundos vi un resplandor en el horizonte a la derecha y congelé la imagen. La cámara de vídeo instalada en la cima de la duna estaba a unos siete metros de altura, incluyendo el trípode, y desde esa ventajosa posición se podía ver un poco más que aquello que la mayoría de los testigos presenciales habían visto desde una embarcación o desde tierra firme, que en la costa sur de Long Island se alzaba apenas unos tres metros sobre el nivel del mar, si es que llegaba. Miré el resplandor durante un momento y decidí que podía tratarse del lanzamiento de un misil.
Donde había visto el resplandor, podía ver ahora una lengua 1 de luz brillante, entre roja y anaranjada, que se elevaba hacia el cielo. Subía velozmente, incluso a cámara lenta, y ahora pude divisar una estela blanca de lo que parecía ser humo detrás de ella. Miré a Jill y Bud, pero ellos aún no lo habían visto. Eran las 20.30 y cinco segundos, pulsé «Pausa» y me arrodillé delante de la pantalla del televisor, la mirada fija en el punto de luz hasta que se me nubló la vista. Me separé de la pantalla y continué mirando la cinta a cámara lenta.
No había forma de confundir lo que estaba viendo ahora, y lo que otras doscientas personas también habían visto, entre ellas el capitán Spruck, de quien, para ser sincero, yo había dudado. Pude entender por qué estaba tan obsesionado con el asunto ahora que yo lo veía con mis propios ojos. Le debía una disculpa. Y lo que era más importante, al pueblo norteamericano se le debía una disculpa, pero no sabía de parte de quién.
Pensé en la reunión que había tenido en el despacho de Jack Koenig, cuando él me miró a los ojos y me dijo: «No existe ninguna jodida cinta de vídeo de una pareja follando en la playa con el avión explotando en el cielo detrás de ellos», y luego: «Ningún jodido cohete tampoco.» Bien, que te jodan, Jack. Y que jodan a Liam Griffith y que jodan a Ted Nash para empezar. Jodidos cabrones mentirosos.
La estela de luz continuó ascendiendo con su rastro de humo blanco hasta encontrarse aproximadamente a mitad del plano de la pantalla del televisor. En este punto vi que la cabeza de Jill se volvía hacia la luz y alzaba la vista hacia el cielo, después Bud se sentó rápidamente, de modo que quedaron frente a frente, luego él se volvió y miró de reojo hacia donde ella le indicaba. La estela de luz era casi incandescente y pude ver que aumentaba la velocidad. Desvié la mirada hacia las luces del avión, luego volví a concentrarme en la estela de luz. Estaba demasiado cerca del televisor para ver toda la pantalla, de modo que me levanté de un brinco y volví a sentarme en la mesa baja.
A cámara lenta no había audio, pero de todos modos no había nada que oír, y me quedé mirando la pantalla, hipnotizado por lo que veía, porque sabía exactamente lo que iba a pasar.
La luz incandescente pareció describir un giro súbito, como si convergiera hacia las luces del avión, y vi la prueba de ese giro más claramente en el rastro de humo, cuando se alteró.
Unos segundos más tarde se produjo un fogonazo de luz brillante en el cielo, que a cámara lenta parecía extraño, como el estallido de una bengala. Luego, unos segundos más tarde, una enorme bola de fuego comenzó a crecer en el cielo negro, como si fuese una flor roja y brillante abriéndose en una película de tiempo retardado. Congelé la imagen a las 20.31 y catorce segundos y la miré.
Jill y Bud quedaron atrapados en la imagen congelada, ahora casi de pie, ambos mirando hacia el estallido rojo en el cielo. Pulsé «Cámara Lenta» y observé que la bola de fuego aumentaba de tamaño. Pude ver que, efectivamente, el avión en llamas continuaba ascendiendo, luego vi dos chorros de combustible incandescente cayendo hacia el océano, y a medida que se acercaban a la superficie advertí el reflejo del combustible ardiendo sobre la superficie suave y transparente del mar, y sí, parecía que los reflejos eran dos estelas de luz que ascendían, pero no había forma de confundir el combustible incandescente que caía del cielo hasta encontrarse con su propio reflejo en el agua. «Esto es arriba. ¿Verdad?» Miré el segundero en la pantalla y, aproximadamente treinta segundos después de que se iniciara esta serie de hechos, pulsé el botón «Play» y recuperé el sonido de la cinta.
Ahora todo lo que aparecía en la pantalla se movía con normalidad, incluidos Jill y Bud, quienes en realidad no se movían mucho. Estaban paralizados y mirando la bola de fuego en el ciclo.
Ahora vi restos que caían al mar. Luego oí la primera explosión, cuando alcanzó el micrófono de la cámara, un estallido amortiguado, seguido de una explosión mucho más potente uno o dos segundos más tarde. Vi que Jill y Bud retrocedían medio segundo antes de que yo oyera la segunda explosión, que llegó al micro de la cámara después de haber llegado hasta ellos.
Volví a pasar la cinta a cámara lenta y contemplé las consecuencias del desastre: silencio, luego la sección principal del avión, que había seguido ascendiendo increíblemente otros mil metros hasta que se agotó el combustible en los motores, comenzó a caer describiendo una trayectoria en espiral. Yo no podía ver o comprender todo lo que estaba sucediendo, incluso a cámara lenta, y nunca vi cuándo se desprendió el morro del avión, pero pensé que veía el ala izquierda cuando se separaba del fuselaje, y pude ver la enorme masa del 747 cayendo al mar desde el cielo.
Ahora el cielo estaba claro, excepto por el humo, que podía ver iluminado por las llamas que ardían en el océano.
La pareja de la playa permanecía allí, desnudos, paralizados, como si alguien hubiese pulsado el botón de «Pausa» del mundo, excepto por el oleaje a cámara lenta que bañaba la playa, y el cielo y el mar brillaban con el fuego rojo y anaranjado.
Pulsé el botón de «Play» y el oleaje se aceleró y las llamas bailaron sobre el agua.
En la primera iniciativa que Bud tomaba esa noche, cogió a Jill de un brazo, dijo algo, y ambos echaron a correr de regreso a la cámara que había quedado en la duna. Él era más rápido que ella, y no redujo la velocidad para echarle un vistazo o comprobar si estaba bien. Ese hombre era un cabrón integral, pero ése era el detalle menos importante que revelaba la cinta de vídeo.
Contemplé el combustible que ardía en la línea del horizonte, y ni Jill ni Bud podían saberlo en aquel momento, pero 230 hombres, mujeres y niños habían muerto en un abrir y cerrar de ojos. Pero yo sí lo sabía, y sentí un nudo en el estómago. Tenía la boca seca y los ojos húmedos.
Bud y Jill habían desaparecido en la base de la duna, luego sus cabezas y hombros volvieron a aparecer mientras subían gateando por la ladera de arena, Bud primero, seguido de Jill.
La cámara había sido colocada en posición de zoom máximo, de modo que sus rostros aparecían borrosos, pero pude discernir sus rasgos. Congelé la imagen y miré a Bud, sus brazos extendidos hacia la cámara. El hombre parecía realmente aterrado. La miré a ella, y también parecía asustada, con los ojos muy abiertos, pero también noté que lo estaba mirando, como si quisiera que Bud dijese algo, que le dijera qué había pasado y lo que debían hacer. Pasé los siguientes dos o tres segundos a cámara lenta y vi su estúpido rostro justo delante de la cámara, llenando toda la pantalla. Ese rostro, pensé, podía figurar en un póster de «Se busca» con la inscripción: «¿Ha visto usted a este pedazo de mierda, inútil y egoísta? Llame al I-800-Referencia: Capullo.» Bud había controlado la cámara, pero no así sus nervios, y la pantalla se convirtió en un enloquecido caleidoscopio de imágenes que resultaban difíciles de seguir mientras nuestro héroe corría duna abajo hacia el valle y dejaba caer la cámara. Oí que Bud decía: «¡Vístete! ¡Vístete!» Luego, alguien cogió la cámara y vi fugazmente un trozo de cielo nocturno. Podía oír sus respiraciones agitadas mientras corrían y vi imágenes borrosas en la pantalla. Se abrió la puerta de un coche, luego se cerraba con violencia, seguido de otras dos puertas que se abrían y cerraban, luego oí el sonido del motor al ponerse en marcha, y nuevas imágenes borrosas en la pantalla casi negra, y luego más respiraciones agitadas, pero ninguno de ellos hablaba. Ella probablemente estaba en estado de shock y él estaba tratando de no mearse en los pantalones. Sentí deseos de gritarle: «Dile algo, jodido pedazo de mierda»