Выбрать главу

Esperé durante unos cinco minutos de silencio y estaba a punto de apagar el televisor y rebobinar la cinta cuando oí la voz de Jilclass="underline" «Bud, creo que un avión ha explotado en el aire.» Él contestó: «Tal vez… tal vez se trataba de un cohete de fuegos artificiales gigante… disparado desde una barcaza. Y estalló… ya sabes… un espectáculo de fuegos artificiales»

«Los cohetes de fuegos artificiales no explotan de esa manera. Esos cohetes no siguen ardiendo en el agua. -Una pausa, luego-: Algo muy grande ha explotado en el aire y se ha estrellado en el océano. Era un avión.» Él no contestó y ella dijo: «Tal vez deberíamos volver»

«¿Por qué?»

«Quizá… algunos… se han salvado. Tienen chalecos salvavidas… balsas salvavidas… Tal vez podamos ayudar.» Dije, dirigiéndome a nadie:

– Eres una buena mujer.

Bud dijo: «Esa cosa se desintegró en el aire. Debía de estar a varios kilómetros de altura.» Pausa. «La policía ya está allí. No nos necesitan para nada.» Pensé: «Los pasajeros no te necesitan, pero la policía necesita tu cinta de vídeo, imbécil»

Hubo un largo silencio y luego la voz de Jill dijo: «Ese destello de luz… era un cohete. Un misil»

No hubo respuesta.

Jill continuó: «Parecía un misil disparado desde el agua. Un misil que ha hecho impacto en un avión.» Bud contestó: «Bueno… estoy seguro de que lo sabremos en las noticias.» Hubo otro silencio, luego un movimiento en la pantalla negra, después una inmovilidad negra, y supe que Jill había cogido la cámara del asiento trasero y estaba rebobinando la cinta para verla a través del visor.

Ése era el final de esta cinta de vídeo, pero entonces una imagen llenó la pantalla mientras la música de fondo salía por los altavoces. Jean-Louis dijo algo, pero yo no estaba prestando atención.

Pulsé «Stop» y luego rebobiné la cinta. Permanecí sentado en la mesa baja, mirando la pantalla en blanco.

Estaba completamente abrumado por lo que acababa de ver y oír, y sabía que me llevaría un tiempo asimilar esas imágenes, que estaban completamente fuera de la realidad cotidiana.

Me quedé inmóvil durante unos segundos, luego fui hasta la barra, encontré un vaso y cogí al azar una botella de whisky. Me serví un par de dedos en el vaso y miré el líquido ámbar. Aún era temprano, pero necesitaba algo que me tranquilizara y humedeciera mi boca. Me bebí el whisky de un trago, dejé el vaso y fui a la cocina.

CAPÍTULO 47

Jill Winslow no estaba en la cocina, pero vi a través de unas puertas cristaleras que estaba sentada en una tumbona en el patio. Aún llevaba la bata puesta y estaba sentada con la espalda erguida, los ojos abiertos, mirando algo que tenía en el fondo de la mente.

Salí al patio y me senté en una silla, a su lado. Entre ambos había una mesa sobre la que tenía una botella de agua y dos vasos. Me serví un poco de agua y contemplé el extenso jardín y la gran piscina.

Después de un par de minutos, me preguntó:

– ¿Ha cogido la cinta?

– No. Quiero que usted me la entregue -contesté.

– ¿Tengo alguna opción? -preguntó.

– No, no la tiene. Es la prueba de un posible delito. Puedo enviarle una citación para que la entregue. Pero quiero que me la entregue de forma voluntaria.

– Es suya. -Sonrió-. De hecho, pertenece al Hotel Bayview.

– Bud dejó un depósito de quinientos dólares en recepción. Está pagada.

– Bien. Eso siempre me preocupó. Haber robado la cinta.

A mí no me preocupaba; por eso estaba aquí.

– Le daré un recibo por la cinta -dije.

Jill permaneció un momento en silencio y luego dijo:

– Es usted un hombre muy inteligente. -Y añadió-: Dedujo lo que había pasado.

– No fue tan difícil -dije con modestia. De hecho, soy inteligente y fue difícil.

– Me asusté mucho cuando llegó el FBI -dijo ella-. Pensé que me preguntarían si había hecho una copia de la cinta antes de que Bud la borrase… pero ¿por qué iban a pensar eso? ¿Y cómo podían saber lo de la película de vídeo…?

No le contesté, pero pensé que Nash y Griffith tendrían que haber meditado al menos en esa posibilidad, pero estaban más interesados en Bud, el tío, y menos en Jill, la chica rica y sentimental.

– Entonces no estaba preparada para enseñar la cinta -dijo.

– Lo entiendo.

Bebió un poco de agua y agregó:

– Pobre Mark. Pobre Bud. Se pondrán furiosos conmigo. Por razones diferentes.

– Este asunto ya no tiene nada que ver con ellos, si es que alguna vez lo tuvo. Se trata de usted, y de hacer lo que es correcto, y de la verdad y la justicia.

– Lo sé… pero Bud está muy cómodo en su matrimonio. Y Mark… bueno, él también está cómodo. -Hizo una pausa, luego dijo-: Se sentirá destrozado… humillado…

– Tal vez todos puedan encontrar una solución.

Se echó a reír.

– ¿Habla en serio?

– No.

Bebió un poco más de agua.

– Y también están Mark Junior y James. Mis hijos.

– ¿Qué edad tienen?

– Trece y quince años -dijo-. Tal vez algún día lleguen a entenderlo.

– Algún día lo harán. Tal vez antes de lo que usted piensa.

– ¿Iré a prisión? -me preguntó mirándome a los ojos.

– No.

– ¿Acaso no he retenido…?

– No se preocupe por eso. Querrán que coopere.

Ella asintió y luego me preguntó:

– ¿Y Bud? ¿Tendrá problemas por haber borrado la cinta?

– Tal vez. Pero ambos llegaron a un acuerdo con el FBI. Sospecho que su mayor problema será la señora Mitchell.

– Arlene convertirá su vida en un infierno -dijo Jill.

– Sin duda. Deje de preocuparse por los demás.

Ella no contestó. Jill Winslow se levantó y volvió la vista hacia su casa, luego miró el extenso jardín y la piscina.

– Ésta era una prisión con una condena a cadena perpetua.

No contesté. Como ya he dicho, es difícil compadecerse de una chica rica que bebe champán en un yate… o junto a una piscina. Pero sabía lo que era un matrimonio infeliz y no importaba realmente cuánto dinero o fama tuvieses, un matrimonio infeliz nivelaba a todas las clases.

Jill dijo, más para sí misma que dirigiéndose a mí:

– ¿Qué voy a hacer ahora? -Me miró y preguntó con una sonrisa-: ¿Cree que podría hacer carrera en el cine?

Le devolví la sonrisa, pero no contesté. Miré mi reloj. Necesitaba largarme de allí antes de que el helicóptero negro aterrizara en el jardín de los Winslow, o apareciera un coche con Ted Nash y sus amigos dentro. Pero también necesitaba que Jill Winslow se relajara.

Ella parecía estar pensando en algo y luego me preguntó:

– ¿Por qué ha tardado cinco años?

– No lo sé. Me topé con el caso hace poco tiempo.

– Entiendo -dijo-. Cuando me enteré de que el caso estaba cerrado, sentí cierto alivio… pero también culpa. ¿Cuándo se reabrió el caso?

De hecho, hacía aproximadamente una hora, pero dije:

– La conmemoración del quinto aniversario de la tragedia en julio volvió a suscitar cierto interés.

– Entiendo. ¿Le gustaría acompañarme a la iglesia?