Выбрать главу

—Ya lo creo —indicó la elfa—. Hay algo de ellos en tu persona. A lo mejor vivir con ellos, en su isla secreta, durante tantos años...

—No hay nada especial en mí.

—Nada de lo que seas consciente, quizá. Nada que los irdas o Raistlin te contaran. Pero yo percibo otra cosa, Usha Majere. Tus ojos, tus cabellos, la aparente juventud... Realmente hay algo extraordinario en ti. Pero continúa.

Usha luchó con desesperación para contener el impulso de revelar más cosas de su pasado, pero fue una batalla inútil. En cuestión de pocos segundos, ella y la elfa contemplaron a una joven Usha que crecía entre los irdas, aprendiendo de ellos, pero siempre diferente del pueblo que la había adoptado.

—Entonces ellos te echaron —comentó la elfa, categórica.

El irda llamado el Protector condujo a una joven y esbelta muchacha de ojos dorados a un bote varado en la orilla, y la empujó a la mar, deseándole un buen viaje. Acto seguido el bote apareció deslizándose por las aguas; Usha iba en su interior, agarrada a la bolsa que le habían entregado, aferrándose con tesón a los recuerdos de su educación irda.

Al cabo de un día, avistó la costa de Palanthas. Usha, sin soltar la bolsa, saltó a los muelles y absorbió con fruición las imágenes y sonidos de la ciudad humana. Aquellas primeras impresiones maravillosas volvieron a asaltarla ahora como un vendaval que la abrumó. Por entre una especie de neblina, Usha se dio cuenta de que la elfa también se sentía afectada por la poderosa visión; su expresión mostraba curiosidad y excitación.

Luego las semanas transcurrieron en unos instantes, y los pasos de la joven se cruzaron con los de Palin. Usha revivió el momento con el corazón latiendo desbocado y un fuerte rubor tiñendo su rostro. Se vio inundada de emociones y esperanzas, sentimientos privados que no deseaba compartir con la elfa; recordó las pequeñas verdades a medias que en un principio había contado a Palin y a los otros que conoció. Recordó a Tasslehoff Burrfoot y cómo éste creía que era la hija de Raistlin debido a sus ojos dorados. Ella no lo corrigió, sino que dejó que el kender creyera lo que quisiera.

En aquellos tiempos, había deseado que sus nuevos amigos creyeran lo que desearan, siempre y cuando la aceptaran y la ayudaran a ahuyentar su soledad.

Transcurrió más tiempo, y se encontró a sí misma, a Raistlin y a Palin de pie en un claro quemado y deseando haber contado al joven Majere que no tenía ningún parentesco con su tío. Podría haber admitido sus emociones entonces, podría haber averiguado si él sentía algo parecido por ella. Temió que jamás volvería a verlo, que moriría y que tantas cosas quedarían sin decir entre ambos.

Alguien enviaba a Palin al Abismo donde tronaba la guerra contra Caos. Un conjuro se llevó a toda velocidad al joven Majere, y lo transportó a otra dimensión. Los ojos de Usha se encontraron con los de Palin por lo que podría ser la última vez, y entonces, de improviso, se encontró viajando con Raistlin.

El mundo se destiñó como las acuarelas alrededor de ella y de la elfa. Espiras rocosas y paredes de cavernas aparecieron, y se tornaron marrones, naranja y gris pizarra. El aire se volvió instantáneamente seco, a pesar de que una parte de la mente de Usha sabía que seguía aún en el bosque qualinesti; pero su memoria percibía el calor y olía el azufre del Abismo. La elfa lo experimentaba todo, también. Sus ojos absorbían todo, mientras su mente continuaba extrayendo imágenes de Usha.

Unas sombras se proyectaron sobre ellas, heraldos de los dragones en las alturas. Usha y la elfa las persiguieron por el suelo. Muchos dragones llevaban jinetes: Caballeros de Solamnia y Caballeros de Takhisis. A lo lejos, frente a ella, a Usha le pareció reconocer la figura de Steel Brightblade, primo de Palin.

El aire se llenó con el fragor del combate, y los alaridos de los hombres resonaron en las paredes. Había sangre y muerte por todas partes, dragones y hombres heridos que eran aplastados y desechados como muñecos rotos. Y allí estaba Caos, gigantesco e impresionante más allá de lo que podía expresarse con palabras.

La elfa se sentía cautivada por la increíble escena. De los ojos de Usha brotaron lágrimas cuando reconoció a Tas, tan lleno de vida y ascendiendo por detrás del Padre de Todo o de Nada. Vio las dos mitades de la Gema Gris en sus manos y recordó que se las habían confiado.

—Conseguid una gota de sangre de Caos y depositadla en la gema —recordó haber oído decir a Dougan Martillo Rojo. Su primera intentona para conseguirlo había fracasado, pero Tas consiguió colocarse en posición para un segundo intento.

Palin abrió un viejo libro. Era un tomo lleno de poder, había explicado Raistlin a su sobrino; los conjuros que contenía eran obra del más importante de los magos guerreros de Krynn.

En aquellos momentos Usha no lo había entendido todo. Había sido arrojada a ese mundo desde su resguardado hogar, donde la guerra era sólo una palabra y los dragones criaturas invisibles.

Pero confió en las palabras de Dougan sobre el poder que poseían las dos mitades de la Gema Gris, y había depositado toda su fe en Palin Majere, por quien sentía más que amistad. Empezó a rezar.

Contempló cómo las palabras brotaban de los labios de Palin y vio por el rabillo del ojo la daga de Tas que relucía bajo la luz fantasmal que el joven había hecho aparecer para cegar a Caos.

El conjuro del joven hechicero finalizó y un dragón cayó del cielo, asesinado por Caos. La cola de la criatura golpeó a Palin y lo aplastó contra el suelo del Abismo, dejándolo inconsciente.

Pero Usha seguía alerta y observó con alegría cómo la daga de Tas atravesaba la bota de Caos y se abría paso por la gruesa piel hasta llegar a la carne del dios. La daga hizo una herida en la figura adoptada por el Padre de Todo y de Nada.

El arma lo hizo sangrar, y ella estaba allí, con las mitades de la gema extendidas. Una gota roja, eso era todo lo que precisaban. Una gota roja cayó en el interior de la rota gema. Una gota. Las manos de la muchacha cerraron las dos mitades.

Ella y Palin vivieron. ¿Cómo? La sensación de la Gema Gris en sus manos desapareció, y el bosque de la Muerte Verde volvió a surgir alrededor de ella y de la elfa.

—Mis disculpas por hacer que revivieras esa extraordinaria experiencia —se limitó a decir la elfa—. Presentaba interrogantes que no puedes contestar.

Usha notó que el hechizo perdía fuerza y por fin se retiraba por completo. Hizo parpadear los ojos, secos por haber estado abiertos tanto tiempo, y los fijó en la elfa; luego desvió la mirada y descubrió a más de una docena de rostros que la contemplaban fijamente a través de helechos y matorrales. ¿Habían experimentado también los arqueros elfos la historia de su vida que se iniciaba en la isla de los irdas y alcanzaba su punto culminante en la batalla del Abismo? ¿Habían estado al tanto de sus pensamientos más íntimos?

—El Abismo —susurró Usha—. Hubo tantas muertes...

—Todavía hay muchas muertes —repuso la elfa con tristeza—. Beryl, a quien llamamos la Muerte Verde, ha asesinado a muchos de nuestros compatriotas. Quedamos menos de la mitad de los que éramos hace unos pocos años. Tardaremos siglos en recuperarnos, en volver a ser tan fuertes como fuimos en el pasado. Tal vez jamás volvamos a ser la misma nación.

—Pero si Palin obtiene el cetro...

—Sí —interrumpió la elfa—. Ese objeto que Palin busca, ese cetro, el Puño de E'li... —Calló unos instantes, los ojos fijos en Usha—. Tus pensamientos revelaron que no estás muy segura sobre él. Ni siquiera pareces saber si el poder del cetro es real.

Usha entrecerró los ojos. ¿Acaso la elfa seguía leyendo sus pensamientos, incluso ahora?

—No importa lo que yo piense. Es más importante lo que Palin cree.

—Oh, el cetro es muy real. Se llama el Puño de E'li, y es un objeto antiguo que empuñó el mismísimo Silvanos. Según dicen, decorado, enjoyado y vibrante de energía. Tal vez si tuviéramos el Puño, podríamos hacer algo contra los secuaces del dragón. Pero, hasta el momento, los draconianos nos han impedido hacernos con ese tesoro.