—¡Si Palin lo consigue, no se lo podéis arrebatar! —Usha alzó la voz por primera vez contra sus anfitriones—. Necesitamos...
—No lo cogeré..., si es que lo encuentra. Me daré por satisfecha si el arma queda lejos del alcance de los ocupantes de la torre. A saber qué terrores podrían infligirnos con él. Pero obtendré de ti una promesa. —Los ojos de la elfa relucían, y Usha se sintió débil; su mente agotada era incapaz de defenderse mientras la mujer persistía con su magia mental—. Si lo que sea que ha planeado tu esposo no llega a consumir el cetro, tendrás que hacer todo lo que esté en tu poder, Usha Majere, para mantenerlo a salvo y finalmente devolvérnoslo. Arriesgarás la vida por este cetro, por el Puño de E'li, si es necesario. Arriesgarás incluso tu espíritu, ya que el cetro es mucho más valioso para Krynn de lo que tú eres. ¿Entendido?
—Arriesgaré mi vida —musitó ella—. Lo mantendré a salvo; lo prometo. —Hizo una pausa y luego preguntó:— Silvanos... ¿para qué utilizaba él el cetro?
—Te lo diré, Usha Majere. Te lo contaré todo. —La elfa sonrió, y las palabras brotaron como un torrente de sus labios.
Usha se esforzó por recordarlas, pero se hallaban guardadas bajo llave. Se hallaban...
—Me estabas contando vuestro viaje por el bosque —dijo la elfa.
La esposa de Palin se pasó los dedos por las sienes, para hacer desaparecer un ligero dolor de cabeza.
—Sí —respondió vacilante—. Un barco nos trajo aquí.
—¿Cómo lo llamabais, a ese barco?
—Yunque de Flint. Jaspe lo bautizó; lo compró con una joya que su tío Flint le dio.
—¿Tío Flint?
—Flint Fireforge. Uno de los Héroes de la Lanza.
—El enano legendario. —La elfa ladeó la cabeza—. ¿Sucede algo, Usha?
—Creo que he olvidado algo. Quizá sea algo sobre el cetro. Quizás algo que iba a decir. Tal vez...
—¡Usha! —La mano de Ampolla tiraba de su falda, sacándola de su ensoñación—. Será mejor que entres. El Hechicero Oscuro ha encontrado a Dhamon... con mi ayuda, claro está.
—De acuerdo —respondió Usha en voz queda; sus dorados ojos contemplaron sonrientes a la kender—. Me gustará verlo.
Una enorme cuenco de cristal lleno de agua rosada descansaba en el centro de una mesa redonda de caoba, y una docena de velas gruesas espaciadas uniformemente en candelabros sujetos a las paredes reflejaban los sombríos rostros de los hechiceros que contemplaban con atención la reluciente superficie del agua.
Palin estaba sentado junto al Hechicero Oscuro, una figura enigmática envuelta en ropajes negros. Aunque los Majere habían trabajado con el hechicero durante años, lo cierto es que sabían muy poco sobre él... o ella. Los pliegues de su túnica eran demasiado amplios para proporcionar una pista, y su voz era suave e indefinida, de modo que tanto podía pertenecer a un hombre como a una mujer. Lo único que sabían era que el Hechicero Oscuro había salido de La Desolación poseyendo poderes mágicos que nadie podía imitar y dispuesto a ayudar al Ultimo Cónclave en su campaña contra Beryl.
Al otro lado, frente al hechicero, se hallaba sentado el Custodio de la Torre, que, como Palin había confiado a Usha, no era en absoluto un hombre, ni una mujer. Era la encarnación de la Alta Hechicería, que había adquirido vida en el mismo instante en que la Torre de Palanthas se desplomó décadas atrás. El Custodio y Wayreth eran una misma cosa.
Y también estaba Ulin. Usha observó a su hijo, quien recientemente se había unido al joven Dragón Dorado, Alba, en un intento de aprender más cosas sobre la magia. El dragón se encontraba ahora en algún lugar de la torre, bajo la apariencia de un muchacho, vagando y explorando, sin duda, pues la criatura poseía una curiosidad infinita. Hacía meses que Ulin no regresaba a su casa para ver a su esposa e hijos; ni siquiera se había puesto en contacto con ellos, y parecía que no planeaba ninguna visita en un futuro inmediato. El joven iba cambiando ante sus ojos, obsesionándose con la magia aun más de lo que jamás había estado su padre. Le recordaba a Raistlin.
Gilthanas se mantenía apartado de la mesa, con un brazo rodeando los hombros de una atractiva kalanesti... que en realidad no era una elfa. Se trataba de Silvara, un Dragón Plateado que era su compañera, a la que había conocido décadas atrás y a la que por fin había llegado a admitir que amaba. Bajo su apariencia de kalanesti, ofrecía una figura llamativa, aunque por lo que a Usha se refería no era más que un engaño.
La mitad de los presentes en la habitación estaban envueltos en un halo de misterios y medias verdades, y Usha tuvo que admitir que ella misma era también un misterio, como la elfa del bosque qualinesti había señalado. ¿De dónde provenía? ¿Y cuál era el destino final del camino emprendido por Palin y ella?
—¡Usha! ¡Deja de soñar despierta! —Ampolla tiró de ella para que se acercara más al cuenco.
La mujer fijó la vista en el cristal y vio una figura nebulosa, que al principio no parecía más que ondulaciones en la superficie. Pero, al mirar con más atención, descubrió que las ondulaciones eran rizos: los cabellos de Dhamon. Su rostro apareció con claridad entonces, afligido y decidido.
—Necesitaron mi ayuda, porque yo soy quien lo ha conocido más tiempo —farfulló la kender—. Bueno, la que lo había conocido más tiempo que ellos supieran. Lo conocí incluso antes que lo hiciera Goldmoon y, bueno... el Hechicero Oscuro me hizo toda clase de preguntas sobre Dhamon. Incluidas las cicatrices de sus brazos que yo había visto. Sus ojos, el modo en que hablaba, andaba, todo. Realmente necesitaron mi ayuda para localizarlo.
El agua verde rieló, y aparecieron unas hojas que enmarcaban el sudoroso rostro de Dhamon. Las hojas chorreaban agua, que caía a un suelo cubierto de musgo. Los pies del caballero avanzaban veloces por encima de ramas podridas y charcos.
—Está en el pantano —explicó Palin—. Por delante de Rig y de los otros, y se mueve con rapidez. Prácticamente siguen su rastro, aunque no lo saben.
—¿Adónde se dirige? —inquirió Usha mientras se apartaba de la mesa.
El Hechicero Oscuro pasó una mano blanquecina sobre la superficie, y el agua se tornó transparente.
—En dirección a unas viejas ruinas en las que habitaban ogros. Cada vez más lejos de nosotros.
—Hacia Malystryx —sugirió Ampolla.
—Es su dueña —dijo el Hechicero Oscuro.
Usha se preguntó cómo sabía eso el Hechicero Oscuro.
5
Negros pensamientos
—¡No! —El grito resonó en el cada vez más oscuro cenagal—. ¡No seguiré adelante, maldita seas! —Dhamon Fierolobo soltó la alabarda y cayó de rodillas, ahuecó las manos doloridas y las apretó contra su pecho; luego se balanceó de un lado a otro, hundiendo la barbilla y apretando los dientes. Sus manos, aunque sin señales visibles, le escocían terriblemente debido al contacto con la misteriosa arma, y enviaban oleadas de fuego por sus brazos que luego le recorrían el cuerpo. El pecho le ardía, y la cabeza le martilleaba—. ¡No seguiré!
Las lágrimas corrían por sus mejillas a causa del dolor y el recuerdo de cómo había asesinado a Goldmoon y a Jaspe, de cómo había golpeado a Ampolla, a Rig y a Feril. Su amada Feril, a la que había perdido ahora, para siempre.
—¡Me has arrebatado a mis amigos, mi vida!
Se llevó las manos al muslo, donde sus polainas estaban desgarradas. La roja escama, que se entreveía, relucía bajo la luz del ocaso. Goldmoon había examinado la escama, intentando por todos los medios liberarlo de ella y del dragón que lo controlaba. Los dedos de Dhamon temblaron mientras recorrían los bordes de la escama, situados al mismo nivel que la piel. Las uñas se hundieron cerca de una esquina festoneada y tiraron con fuerza. Una nueva punzada de dolor fue toda su recompensa. Se mordió el labio para no gritar y redobló sus esfuerzos. La sangre corría por la pierna, por encima de los dedos que escarbaban, pero la lacerante escama no se movía.