El círculo se ha cenado.
Eleanor encontró, por fin, lo que buscaba.
NOTA DEL AUTOR
Pese a haber recibido la influencia de gente que conozco, ninguno de los personajes de este libro es un retrato fiel de alguien en particular. No obstante, es mucho lo que le debo a la comunidad mundial de SETI, un pequeño grupo de científicos de todos los rincones de nuestro minúsculo planeta, que trabajan en colaboración, sin dejarse acobardar por los obstáculos, intentando hallar una señal procedente de los cielos. Tengo una especial deuda de gratitud con los pioneros de SETI, Frank Drake, Philip Morrison y el extinto I. S. Shklovskii. La búsqueda de inteligencia extraterrestre entra en este momento en una nueva fase con dos ambiciosos proyectos que se han puesto en marcha:
la exploración META/Sentinel, de ocho millones de canales, de la Universidad de Harvard (patrocinado por la Sociedad Planetaria con asiento en Pasadena), y otro programa más complejo aún, bajo los auspicios de la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio. Mi más sincero anhelo es que este libro quede desactualizado por el avance de los descubrimientos científicos verdaderos.
Varios amigos y colegas tuvieron la amabilidad de leer un primer borrador de esta obra y aportar pormenorizados comentarios. Vaya mi profundo agradecimiento a todos ellos:
Frank Drake, Pearl Druyan, Lester Grinspoon, Irving Gruber, Jon Lomberg, Philip Morrison, Nancy Palmer, Will Provine, Stuart Shapiro, Steven Soter y Kip Thorne. El profesor Thorne se tomó la molestia de analizar el sistema de transporte galáctico que se describe en el libro, y de avalarlo con cincuenta líneas de ecuaciones del campo de la física gravitacional. Scott Meredith, Michael Korda, John Herman, Gregory Weber, Clifton Fadiman y el ya fallecido Theodore Sturgeon me proporcionaron valiosos consejos en cuanto al contenido y el estilo. A través de las numerosas etapas de la preparación de este libro, Shirley Arden me brindó su inapreciable colaboración, razón por la cual me siento agradecido para con ella y Kel Arden. Gracias también a Joshua Lederberg por haberme sugerido, muchos años atrás, la posibilidad de que una forma avanzada de inteligencia pudiera habitar en el centro de la Galaxia de la Vía Láctea. La idea tiene antecedentes — como los tienen todas —, y algo similar imaginó, alrededor de 1750, Thomas Wright, la primera persona en mencionar concretamente que la Galaxia pueda tener un centro.
Esta obra surgió de un guión cinematográfico que Ann Druyan y yo escribimos en 1980–1981. Lynda Obst y Gentry Lee nos ayudaron en los primeros pasos. En cada tramo de la redacción fue inestimable la colaboración que me prestara Ann Druyan, desde el primer paso — el de conceptualizar el argumento y los personajes principales — hasta la corrección final de las galeradas. Lo que he aprendido de ella durante todo el proceso es el mejor de los recuerdos que guardo sobre el libro.
Libro difundido por la web www.pidetulibro.cjb.net