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Willie, que había estado hablando por teléfono desde una consola contigua, esbozó una sonrisita.

— Acabo de hablar con uno de los funcionarios de defensa antiaérea. Él jura y perjura que no tienen ningún objeto que haya emitido esta señal, máxime a nueve gigahertz.

Aunque claro, lo mismo nos dicen cada vez que los llamamos. Además, asegura que no ha detectado ninguna nave espacial en el ascenso ni declinación de Vega.

— ¿Tampoco ningún oscuro?

Existían muchos satélites «oscuros» de baja sección transversal radar, que tenían por fin girar alrededor de la Tierra en forma imperceptible hasta que hubiera necesidad de hacer uso de ellos. En tal supuesto, servirían de apoyo para detectar lanzamientos o para comunicaciones en una guerra nuclear, en caso de que los satélites militares diseñados al efecto quedaran inutilizados a consecuencia de la contienda. En ocasiones, los principales sistemas de radares astronómicos captaban algún «oscuro». Todos los países negaban que el objeto les perteneciera, y la gente empezaba a especular sobre la posibilidad de que se hubiera hallado en la órbita de la Tierra una aeronave extraterrestre.

A medida que se aproximaba el Milenio, había comenzado a resurgir el culto de los OVNI.

— La interferometría haría descartar una órbita del tipo Molniya, doctora.

— Mejor que mejor. Examinemos con más detenimiento esos impulsos móviles.

Suponiendo que se tratara de aritmética binaria, ¿alguien lo convirtió en base diez?

¿Sabemos cuál es la secuencia de números? Bueno, podemos hacerlo mentalmente…

cincuenta y nueve, sesenta y uno, sesenta y siete… setenta y uno… ¿No son todos números primos?

Un murmullo de excitación corrió por la sala de control. En el rostro de Ellie se pintó por un instante una emoción profunda, que rápidamente ella reemplazó por sobriedad, el temor de dejarse transportar, el miedo de parecer tonta, poco científica.

— Bueno, veamos si logro resumir todo con el lenguaje más sencillo. Por favor, controlen si se me escapa algo. Recibimos una señal muy potente, no muy monocromática. Inmediatamente a continuación del paso de banda de esta señal no hay otras frecuencias que informen haber detectado algo más que ruido. La señal es de polarización lineal y la emite un radiotelescopio, aproximadamente a nueve gigahertz, casi el mínimo del ruido de fondo galáctico. La frecuencia es la más indicada para alguien que pretenda ser oído desde una larga distancia. Hemos confirmado movimiento sideral de la fuente, y esto parecía indicar que la señal proviene de algún punto entre las estrellas, no de un transmisor local. El MORAD nos informa que no han detectado ningún satélite (nuestro ni de nadie más) cuya posición coincida con esta fuente. La interferometría de todos modos excluye que la fuente pueda originarse en la órbita de la Tierra.

«Steve ha revisado todos los datos que se han introducido en la computadora, con lo cual sabemos que no se trata de un programa insertado clandestinamente por alguien que tuviera un humor retorcido. El sector del firmamento que estamos observando incluye a Vega, que es una estrella enana AO. No es exactamente como el Sol, pero se halla a sólo veintiséis años luz, y posee el típico anillo estelar. No está rodeada por planetas conocidos, pero ciertamente podría haberlos. Hemos iniciado un estudio de movimiento propio para determinar si la fuente se halla detrás de nuestra línea de mira hacia Vega, y deberíamos tener la respuesta dentro de… ¿cuánto…? unas semanas si lo hacemos por nuestra cuenta, unas pocas horas con la ayuda de la interferometría.

«Por último, lo que estamos recibiendo parecería ser una larga secuencia de números primos, números enteros sólo divisibles por sí mismos y por uno. Como ningún proceso astrofísico genera números primos, me atrevería a suponer que, de acuerdo con todos los criterios que conocemos, esto tiene visos de ser auténtico.

«Sin embargo, hay un problema con esta idea de que se trata de un mensaje enviado por seres que evolucionan en algún planeta cercano a Vega porque hubieran tenido que evolucionar muy rápido. La estrella tiene una existencia de apenas cuatrocientos millones de años, por lo cual es un sitio improbable para que allí se asiente la civilización más próxima. Por eso va a ser muy importante el estudio sobre movimiento propio. También me gustaría indagar lo necesario como para descartar que se trate de alguna broma.

— Miren — dijo uno de los astrónomos que exploraban los cuasar. Levantó el mentón hacia el horizonte del oeste, donde un aura rosada indicaba claramente el sitio donde se había puesto el sol —. Vega se pone dentro de dos horas. Probablemente ya haya asomado en Australia. ¿Por qué no llamamos a Sydney para que ellos también observen mientras nosotros todavía la vemos?

— Buena idea. Es apenas media tarde allá. Y entre ellos y nosotros vamos a tener datos suficientes como para el estudio sobre movimiento propio. Déme el impreso de la computadora, y yo lo transmitiré a Australia por telefax desde mi oficina.

Con afectada serenidad, Ellie se alejó del grupo que se había reunido alrededor de los paneles y regresó a su despacho. Entró y cerró la puerta con mucho cuidado.

— ¡Mierda! — murmuró.

— Con Ian Broderick, por favor. Sí. Habla Eleanor Arroway, del proyecto Argos. Se trata de una emergencia. Sí, gracias, espero… Hola, Ian. Probablemente no sea nada, pero recibimos un fantasma y quería pedirte que nos ayudaras a determinar su origen. Es de alrededor de nueve gigahertz, con banda de varios cientos de hertz. Ya mismo te mando los parámetros por telefax… Sí, Vega está justo en el centro del campo visual. Lo que nos llega parece ser impulsos de números primos… Sí, de veras. Bueno, espero.

Una vez más pensó en lo atrasada que era la comunidad científica del mundo, que todavía no contaba con un sistema integrado de base de datos de computación.

— Ian, mientras el telescopio termina de girar, ¿podrías mirar un gráfico de amplitudtiempo?

Tomemos sólo los impulsos de baja amplitud y las rayas de alta amplitud.

Nosotros recibimos… Sí, ése es exactamente el esquema que nos está llegando desde hace media hora… Bueno, es la posibilidad más factible de los últimos cinco años, pero no me olvido de cómo resultaron engañados los soviéticos en 1974 con el incidente del satélite Big Bird. Según tengo entendido, se trataba de un reconocimiento de altimetría por radar que los Estados Unidos realizaban sobre la Unión Soviética, para guiar misiles.

Y los soviéticos lo recibían por medio de antenas omnidireccionales. Lo único que sabían era que obtenían la misma secuencia de impulsos del cielo todas las mañanas, aproximadamente a la misma hora. Su gente les aseguraba que no era una transmisión militar, de modo que naturalmente pensaron que era extraterrestre… No, ya hemos descartado una posible transmisión por satélite.

«Ian, ¿puedo pedirte que lo rastrees todo el tiempo que permanezca en vuestro cielo?

Voy a ver si consigo que también lo hagan otros radioobservadores distribuidos en la misma longitud, hasta que reaparezca aquí… Sí, pero no sé si es fácil hacer una llamada directa a China. Pensaba enviarles un telegrama… Bien, muchas gracias, Ian.

Ellie se detuvo un instante en la puerta de la sala de control — la llamaban así irónicamente, ya que el control lo efectuaban las computadoras, en una habitación contigua — para admirar al pequeño grupo de científicos que conversaba animadamente, examinaba los datos de las pantallas e intercambiaba algunas bromas al respecto del origen de la señal. Pensó que no eran hombres elegantes ni apuestos en un sentido convencional; sin embargo, tenían cierto atractivo muy especial. Eran excelentes en su campo y sobre todo en el proceso de descubrimiento se dejaban absorber totalmente por el trabajo. Cuando ella se acercó guardaron silencio y la miraron, expectantes. Los números se iban convirtiendo automáticamente de base 2 a base 10…881, 883, 887, 907… y todos eran números primos.