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Sería tonta si creyera cualquier cosa que dijera Ricky; estaba claro que la otra mujer era emocionalmente inestable. Por otra parte, Cathryn recordó claramente el modo obstinado en que Rule había seguido las instrucciones de su padre cuando lo trajo al rancho, trabajando cuando su cuerpo aún estaba débil y sumido en el dolor, sus ojos reflejando la mirada cautelosa pero fiel de un animal golpeado que finalmente había encontrado bondad en lugar de patadas. También él había estado emocionalmente inestable en aquel tiempo; era posible que el rancho tuviera para él una importancia irracional.

Cathryn negó con la cabeza. Pensaba como una siquiatra aficionada, y ya tenía bastantes problemas con sus pensamientos y emociones para tener que manejar a alguien como Rule Jackson. Desde luego, ahora, ya no estaba inseguro de nada. Si había alguien en este mundo que sabía lo que quería, ese era Rule Jackson. Estaba dejando que la paranoia de Ricky nublara sus propios pensamientos.

Durante toda la tarde Cathryn no dejó de pensar en lo que le había dicho a Rule antes, y de mala gana llegó a la conclusión que tendría que ir a disculparse. Nadie, nunca, podría acusarlo de no trabajar, de no poner el rancho siempre en primer lugar. Independientemente de los motivos, había ido más allá de donde otros hombres lo habrían dejado, y no para beneficio propio, sino por el rancho. Afrontándolo directamente, admitió que se había equivocado y que la rabia la había hecho actuar de una manera mezquina, atacándolo por amar la tierra que ella misma amaba tan profundamente. Se había equivocado y se sintió miserable.

Cuando finalmente él entró para lavarse antes de cenar su corazón se contrajo dolorosamente al verlo. Su cara estaba tensa por el cansancio, su ropa mojada por el sudor y cubierta por una gruesa capa de polvo que se extendía por su cuerpo, prueba inequívoca de que no evadía ningún tipo de trabajo. Lo detuvo antes de que empezara a subir las escaleras, colocando la mano sobre su manga sucia.

– Siento la forma en que he actuado antes -dijo directamente, aguantando su mirada fija sin echarse atrás-. Estaba equivocada y me disculpo. Este rancho nunca habría salido adelante sin ti, y yo… supongo que te envidio.

La miró con una dura y vacía expresión en la cara. Luego se quitó el sombrero manchado de sudor, limpiándose la cara húmeda con la manga y dejando una mancha de barro.

– Por lo menos no estás completamente ciega -le soltó, apartando el brazo y subiendo las escaleras de dos en dos ágilmente, moviéndose sin dificultad, como si el cansancio fuera algo extraño para él.

Cathryn suspiró luchando entre la risa sardónica y la cólera que tan fácilmente despertaba en ella. ¿Acaso se había creído que él sería cortés? Mientras estuviera enojado ninguna disculpa que le diera ella podría apaciguarlo.

La cena fue silenciosa. Mónica se mantuvo callada y Ricky hosca. Rule no habló en ningún momento pero al menos hizo justicia a la comida caliente que Lorna había preparado. En cuanto terminó, se disculpó y desapareció en el estudio, cerrando la puerta con un ruido sordo. Ricky alzó los ojos y se encogió de hombros.

– Bien, esto es una tarde normal. Que excitante, ¿verdad? Tú estás acostumbrada a la gran ciudad. A las diversiones. Aquí te volverás loca.

– Siempre me ha gustado la vida tranquila -contestó Cathryn sin levantar la vista del melocotón que se estaba comiendo con delicada glotonería-. A David y a mí no nos gustaba la vida de la ciudad -aunque realmente no habían disfrutado de mucho tiempo juntos, se recordó con un gran dolor. Estaba contenta de que lo hubieran empleado en conocerse mutuamente, en vez de desaprovechar un tiempo precioso en hacer vida social.

Todavía era temprano cuando se sintió cansada. Lorna retiró los platos y los puso en el lavaplatos; Mónica se fue a su dormitorio para ver la televisión en privado. Después de unos minutos de mostrarse contrariada, Richy se fue nerviosamente hacia su propio cuarto.

Al quedarse sola, Cathryn no se demoró. En un impulso abrió la puerta del estudio para dale las buenas noches a Rule, pero se detuvo con las palabras en la boca cuando lo vio tumbado desgarbadamente en la enorme silla, profundamente dormido con los pies sobre el escritorio. Los papeles que había dispersados indicaba su intención de trabajar, pero no había podido evitar más tiempo el sueño. Sintió otra vez el corazón extrañamente desgarrado cuando lo miró.

Vagamente molesta con ella misma, empezó a salir del cuarto cuando sus ojos se abrieron de golpe y se clavaron en ella.

– Cat -dijo con voz ronca y espesa por el sueño-. Ven aquí.

Al mismo tiempo en que sus pies la llevaron a través del cuarto, se preguntó por su obediencia a aquella voz soñolienta. Bajó los pies al suelo y se levantó, su mano se extendió para cerrarse alrededor de la muñeca femenina y acercarla a él. Antes de que ella pudiera adivinar sus intenciones, su boca cálida estaba sobre la suya, moviéndose ávidamente, exigiendo sumisión. Una ola de involuntario placer recorrió su espalda y separó los labios, permitiéndole profundizar el beso.

– Vamos a la cama -murmuró él sobre su boca.

Por un momento Cathryn se arqueó contra él, su cuerpo más que dispuesto; entonces la conciencia le hizo abrir los ojos y empujó, aunque ya tarde, sus pesados hombros.

– ¡Espera un momento! No voy a…

– Ya he esperado bastante -la interrumpió, posando de nuevo los labios sobre los de ella.

– ¡Pues mira por donde! ¡Vas a tener que seguir esperando!

Él se rió sardónicamente, deslizando sus manos hasta las caderas y apretándola firmemente contra sus muslos para hacerla sentir su excitación.

– Esa es mi chica. Luchando hasta el final. Vete a la cama, Cat. Me queda mucho trabajo antes de que pueda ir a acostarme.

Confundida por su despido, Cathryn se encontró fuera del cuarto antes de saber lo que pasaba. ¿Que pasaba? Rule no era un hombre que se negara nada a sí mismo… a no ser que concerniera al rancho. Por supuesto, se dijo divertida. Tenía trabajo que hacer. Todo lo demás podía esperar. ¡Y eso también iba por ella!

Entró en la cocina para dar las buenas noches a Lorna antes de que la cocinera se retirara a sus habitaciones, dos cuartos y un baño detrás de la casa, que se arreglaron expresamente para ella cuando Rule la contrató. Después subió las escaleras, estremeciéndose de dolor a cada paso que daba. Otro tranquilo baño le aflojó un poco los músculos y no se molestó en ponerse linimento, aunque sabía que lo lamentaría por la mañana.

Después de abrir las cortinas para dejar entrar la luz de la luna, se quitó la bata dejándola en el respaldo de la mecedora, luego apagó la luz y avanzó lentamente hacia la cama sintiéndose en casa, donde pertenecía. No había ningún otro lugar en el mundo donde se sintiera tan relajada.

Pero relajada o no, no podía dormir. Se movió nerviosamente cambiando de lado, con su mente girando inexorablemente hacia Rule. ¿Así que ya había esperado demasiado, eh? ¿No había límites a esa arrogancia tan natural en él? Si se creía que ella iba a trotar obedientemente a la cama y esperarlo…

¿Era eso lo que él pensaba? De pronto sus ojos se abrieron desmesuradamente. Seguramente no. No con Mónica y Ricky justo en el pasillo. Intentó recordar exactamente lo que había dicho. Algo sobre que se fuera a la cama porque él tardaría aún un poco en acabar. ¿Qué tenía que ver eso con ella? Nada. Absolutamente nada. A menos… a menos de que tuviera intención de venir a ella más tarde.