Levantó la barbilla y contestó uniformemente, usando todo su coraje de mujer para hacerlo.
– Sí me quedo, aceptaré tus condiciones.
Rule no se relajó.
– Quiero que llames mañana y dejes tu trabajo.
– Pero si decido marcharme…
– No necesitas trabajar. Este rancho puede mantenerte.
– No quiero desangrar al rancho.
– Maldita sea, Cat, he dicho que te mantendré -gruñó él-. No pienses en ello ahora. ¿Vas a dejar el trabajo o no?
– Sé razonable… -empezó a suplicar, sabiendo que era una petición desesperada. La cortó en seco con un movimiento drástico de la mano.
– Deja… el… trabajo -ordenó con los dientes apretados-. Ése es el trato. Tú te quedarás si mantengo las manos alejadas de ti. Bien, estoy de acuerdo si dejas tu trabajo. Los dos tenemos que ceder.
Cathryn vio como los músculos de él temblaban y supo que si decía que no, el hombre perdería el control. Rule había transigido en una parte y no iba a ir más allá. O ella dejaba el trabajo o Rule la haría quedarse en el rancho por cualquier medio a su alcance. Podía ser una presa voluntaria o una reacia, pero cedió en lo del trabajo para mantener su ventaja en otras áreas.
– Bien. Dejaré el trabajo -y cuando lo dijo se sintió perdida, como si hubiera cortado el último lazo con Chicago y con su vida con David, como si le hubiera vuelto la espalda a su memoria.
Él suspiró y se pasó la mano por el pelo negro.
– Lorna ya debe tener la cena preparada -masculló, cogiendo la ropa que ella todavía tenía en sus brazos-, me daré una ducha rápida y bajaré enseguida.
Cuando abrió la puerta, Cathryn llegó a ella de un salto y la cerró de golpe, apartándola de su mano bruscamente. La miró alarmado.
– ¡Estás desnudo! -siseó ella.
Una leve sonrisa cansada asomó a sus labios.
– Lo sé, normalmente me ducho así.
– ¡Pero alguien te puede ver!
– Cariño, Mónica no está aquí, Lorna está abajo, y Ricky aún no ha entrado en los establos. Tú eres la única que me puede ver, y no tengo nada que ocultarte, ¿verdad? -la sonrisa cansada se transformó en burlona cuando volvió a abrir la puerta y se encaminó tranquilamente hacia el pasillo. Cathryn lo siguió tan exasperada que le hubiera gustado emprenderla a puñetazos con él, pero no era tan tonta.
Después de la cena, Rule se fue a la cama enseguida y Cathryn se encontró sola con Ricky, una compañía que estaba lejos de ser agradable. Primero encendió la televisión y pasó de un canal a otro; después apagó el aparato y se tiró sobre el sofá. Cathryn hizo lo posible para seguir leyendo el artículo que había empezado, pero se desconcentró totalmente cuando Ricky le dijo malvadamente:
– ¿No deberías ir a arroparle?
Cathryn se sobresaltó, luego apartó la mirada cuando sintió que enrojecía.
– ¿A quién? -logró decir, aunque su voz no era muy serena.
Ricky sonrió y estiró las piernas, cruzándolas por los tobillos.
– ¿A quién? -imitó dulcemente-. Es difícil creer que seas tan tonta. ¿Acaso piensas que no sé donde durmió Rule anoche? Pero has decidido creerle. Cuando quiere algo va tras ello. Quiere el rancho y te está usando para conseguirlo, pero es tan genial en la cama, que tú no puede ver más allá de eso, ¿verdad?
– Veo un montón de cosas, incluyendo tus celos -le espetó Cathryn. La cólera la inundó y no le dio la gana de desmentir que Rule había hecho el amor con ella, ya que era por eso por lo que Ricky la estaba provocando.
Ricky se rió.
– Vale, sigue con la cabeza en las nubes. No has sido capaz de pensar correctamente desde que te dio tu primera experiencia sexual cuanto tenías diecisiete años. ¿Creías que no lo sabía? Iba a caballo y llegué a tiempo para ver como te ayudaba a vestirte. Desde entonces has estado huyendo asustada. Pero ahora ya eres lo suficientemente mayor para asustarte y has estado recordando, ¿verdad? Dios, Cathryn, él tiene una reputación que hace que se avergüencen esos sementales que tiene. ¿No te molesta ser una más en su larga lista?
– No puedo decidir si lo odias o estas celosa porque no te presta atención -dijo Cathryn, mirándola con atención.
Para su sorpresa, las mejillas de Ricky enrojecieron intensamente y esta vez fue la otra mujer la que apartó la mirada. Después de un momento, Ricky dijo con voz espesa.
– No me creas, no me importa. Deja que te use como ha usado a Madre todos estos años. Sólo recuerda que nada ni nadie es tan importante para él como este rancho, y hará lo que sea para conservarlo. Pregúntaselo -la desafió burlonamente-. A ver si puedes conseguir que te hable sobre ello. Pregúntale sobre lo que le hizo Vietnam y por qué se aferra al rancho como si en ello le fuera la vida. Pregúntale sobre las pesadilla, por qué pasa algunas noches paseando por el rancho.
Cathryn se quedó aturdida. No había pensado que a Rule todavía le afectaran los recuerdos de la guerra. Ricky se rió de nuevo, recuperando la calma-. ¡No lo conoces en absoluto! Has estado lejos durante años. No sabes nada de lo que ha pasado aquí mientras no estabas. ¡Te estás engañando y no me importa! -se levantó y salió del cuarto. Cathryn la oyó subir corriendo las escaleras.
Se quedó sentada allí, perturbada por las cosas que había dicho Ricky. Ya había pensado en ello antes, preguntándose los motivos de Rule. Pensó con cansancio que probablemente se volvería loca preguntándose que tendría Rule en la mente. ¿La quería por sí misma o por el rancho? ¿Y aunque se lo preguntara sin rodeos, podría creer lo que la dijera? Sólo podría tomar una decisión por sí misma, siguiendo sus instintos. Al menos había conseguido un poco de tiempo, un tiempo sin la presión sensual que él podría ejercer tan fácilmente. Lo único que tenía que hacer era no dejar que las puyas de Ricky la hicieran actuar imprudentemente.
Cathryn se despertó antes del alba y se quedó despierta, incapaz de dormir, y pronto agradables rayos de luz empezaron a pasar por entre las pocas nubes que quedaban del día anterior. La casa empezó a resonar con los familiares y consoladores sonidos de Lorna preparando el desayuno, y enseguida se le paró el corazón al oír los pasos de Rule por delante de su puerta y bajando las escaleras. Apartó la sábana y rápidamente se puso unos vaqueros y una gruesa camisa color verde esmeralda, luego, descalza, bajó corriendo las escaleras. Por razones que no quería examinar demasiado, necesitaba ver a Rule antes de que saliera de la casa para todo el día, sólo verlo… para asegurarse de que no parecía tan cansado como el día anterior.
Estaba repantigado en la mesa de la cocina con una taza llena de café cuando entró ella, y tanto él como Lorna la miraron sorprendidos.
– He pensado que podría desayunar temprano -dijo ella serenamente, apoyándose en la mesa y sirviéndose una taza de café.
Después de aquella mirada inicial de sorpresa, Lorna volvió a cocinar plácidamente.
– ¿Huevos o gofres? -preguntó.
– Un huevo, revuelto -dijo Cathryn mientras comprobaba los bizcochos caseros que había en el horno. Tenían el color perfecto así que los sacó, pasándolos hábilmente a una cesta de paja revestida con una servilleta y los puso delante de Rule. Mientras Lorna terminaba los huevos revueltos, Cathryn también puso el tocino y las salchichas en la mesa, se sentó al lado de Rule, y aprovechó que Lorna estaba de espaldas para inclinarse y plantarle un beso rápido en la oreja. No hubiera podido decir por qué lo había hecho, pero el efecto la complació. Rule se estremeció salvajemente y Cathryn sonrió con amplitud, absurdamente contenta de que él tuviera cosquillas en ese punto en particular. Eso lo hacía parecer algo más… vulnerable y, como había dicho él, no tenía nada que ocultarle a ella.