Выбрать главу

Cathryn se encogió de hombros, controlándose con dificultad. Últimamente todo lo referente a Ricky la irritaba.

– No trato de impresionarlo. Estoy limpiando la casa.

– Oh, vamos. Has pasado cada día con él, mostrándole lo mucho que te interesa el rancho. Esto no supondrá ninguna diferencia. Rule tomará lo que le ofreces sin dar nada a cambio. Te está hablando la voz de la experiencia -agregó con sequedad.

Cathryn dejó caer el paño abrillantador, y sus manos se apretaron en puños. Girándose hacia Ricky, dijo acaloradamente:

– Me estoy cansando de todo este rollo. Creo que tu veneno son simples celos. Nunca ha sido tu amante y no me podrás convencer de lo contrario. Creo que has hecho lo que has podido para acostarte con él y siempre te ha rechazado, pero ahora que finalmente te has enfrentado al hecho de que nunca será tu amante, no puedes soportar la verdad.

Ricky se enderezó, su cara se puso pálida. Cathryn se preparó para el ataque, sabiendo que Ricky siempre se enfurecía a la menor contrariedad. Pero en lugar de eso, la mujer miró a Cathryn durante un largo rato con todo el cuerpo tenso. Luego, lentamente, una mirada desgarrada apareció en sus ojos.

– Le he amado durante tanto tiempo -murmuró-. ¿Tienes idea de cómo me siento? He esperado durante años, segura de que un día comprendería que yo soy lo que realmente quiere; luego tú te presentas para reclamar el rancho y él me ha cerrado la puerta en la cara. ¡Maldita seas, te fuiste durante años! No le darías ni la hora, pero como posees este rancho dejado de la mano de Dios, Rule me ha apartado a un lado para poder perseguirte a ti.

– Decídete -dijo Cathryn entre dientes-. ¿Es él quien me usa o soy yo quien lo uso a él?

– ¡Él te usa! -escupió Ricky-. No eres mi rival; nunca lo has sido, ni siquiera cuando te hizo el amor en la orilla del río. ¡Es este rancho, este pedazo de tierra lo que le gusta a él! Tú no significas nada para él, ninguna de nosotras significa nada. He intentado convencerte para que se lo preguntes, pero eres demasiado cobarde, ¿verdad? ¡Te da miedo lo que podría contestarte!

El labio de Cathryn se movió con desprecio.

– No pido compromisos a no ser que la relación sea seria.

– ¿Y lo usas para desahogarte? -lanzó Ricky-. ¿Lo sabe él?

– No lo he usado para nada -negó Cathryn buscando a su alrededor algo para tirarle a la cara, reliquia de la infancia que pudo dominar aunque con dificultad.

– ¡Pues yo apostaría a que sí!

Sólo la salida de Ricky, tan abrupta como su entrada, salvó a Cathryn de acabar con una rabieta. Se quedó allí parada en medio de la habitación, con el pecho subiendo y bajando acaloradamente mientras trataba de controlarse. No debería dejar que Ricky la irritara hasta ese punto, pero tenía un carácter algo explosivo y Ricky siempre había sabido como hacerla explotar. Había conseguido serenar algo su carácter mientras estuvo casada con David, pero desde que había vuelto a Tejas parecía que esa serenidad ya no existía. Estos días estaba reaccionando simplemente a las señales que recibía en el cerebro, ya fueran para amar o pelear; todo su control parecía haber desaparecido.

Todavía no quería ver a Rule, así que la llamada telefónica de Wanda durante la tarde fue especialmente bienvenida, sobre todo cuando Wanda le recordó los bailes de los sábados por la noche. Hoy era sábado, y de repente, Cathryn quiso ir.

– Le he dicho a todo el mundo que vendrías -se rió Wanda con un tierno chantaje-. Toda la antigua pandilla estará allí, bailen o no, así que no puedes fallarnos. Será divertido. Todavía son reuniones informales, así que no es necesario que te arregles mucho. Basta con algún vestido ligero. Nosotras, las mayores tendemos a mantenernos alejadas de los vaqueros, ahora que nuestras caderas son más anchas -dijo irónicamente.

– Me da la impresión de que hace siglos que no me pongo un vestido -suspiró Cathryn-. Me has convencido. Te veré allí.

– Te guardaremos una silla -prometió Wanda.

La idea de volver a ver a sus antiguos compañeros de clase llenó de anticipación a Cathryn mientras se duchó y se maquilló, luego se cepilló el pelo color fuego oscuro, en una suave nube que se arremolinó alrededor de sus hombros. El vestido veraniego que había escogido era sencillo, con amplios y cómodos tirantes y la brillante falda acentuaba la esbeltez de su cintura. Se abrochó un cinturón dorado y deslizó elegantes brazaletes en sus muñecas. Las delicadas sandalias con un pequeño tacón completaban el atuendo. Se hizo una mueca a sí misma en el espejo. Con aquel vestido de un inocente blanco parecía de nuevo una adolescente.

Entró rápidamente en la cocina para decirle a Lorna a donde iba, y la cocinera inclinó la cabeza.

– Es bueno que salgas un poco. ¿Por qué no coges una de aquellas gardenias del arbusto de enfrente y te la pones detrás de la oreja? Tengo debilidad por las gardenias -dijo distraídamente.

Preguntándose que antiguo romance asociaba con las gardenias, Cathryn arrancó obedientemente una de las flores blancas y cremosas y se la acercó a la nariz para inspirar el perfume increíblemente dulce. Se la colocó tras la oreja y volvió para mostrarle el resultado a Lorna que indicó su aprobación. Con la advertencia de la mujer de conducir con cuidado, fue hacia el coche familiar y se sentó tras el volante, contenta de haber podido evitar a Rule durante todo el día.

Que ella pudiera recordar, el baile siempre se había celebrado en el centro municipal. Era un edificio medianamente grande, capaz de acomodar a una multitud de bailarines, bastantes mesas y sillas para los que querían sentarse, una banda que tocaba en directo y un pequeño tenderete que vendía refrescos a los más jóvenes y cerveza a los más viejos. Los adolescentes tenían pocas posibilidades de conseguir una cerveza porque todo el mundo conocía a todo el mundo, así que no les serviría de nada mentir sobre su edad. Ya había una respetable cantidad de gente cuando llegó Cathryn y tuvo que aparcar en la parte más alejada, pero incluso antes de llegar al edificio ya era aclamada por antiguos compañeros de clase, y acabó entrando en el centro de un ruidoso y alegre grupo.

– ¡Por aquí! -oyó llamar a Wanda, y miró a su alrededor hasta ver a su amiga de puntillas y agitando las manos frenéticamente. Cathryn la saludó y se abrió paso entre la multitud hasta alcanzar la mesa de Wanda, donde cayó agradecida en la silla que habían guardado para ella.

– ¡Uf! -se rió-. Debo ser más vieja de lo que pensaba. Sólo pasar entre tanta gente ya me ha agotado.

– No pareces cansada -dijo con admiración un hombre de cabello oscuro, inclinándose hacia ella a través de la mesa-. Todavía te pareces a la fascinante muchacha que rompió mi corazón cuando iba al colegio.

Cathryn lo miró con intensa concentración, intentando colocarlo entre sus compañeros de clase sin lograrlo. Entonces su memoria puso nombre a aquella sonrisa ladeada.

– ¡Glenn Lacey! -dijo calurosamente-. ¿Cuándo has regresado a Texas? -su familia se fue de aquí cuando ella estaba todavía en el colegio, así que nunca había pensado que lo volvería a ver.

– Cuando acabé la facultad de derecho. Decidí que Texas necesitaba el beneficio de mi sabiduría -bromeó él.

– No le hagas caso -la aconsejó Rick Wallace, el marido de Wanda-. Toda la educación que ha recibido le ha podrido el cerebro. ¿Reconoces a los demás? -le preguntó a Cathryn.

– Creo que sí -dijo mirando alrededor de la mesa. Su mejor amigo, Kyle Vernon, estaba allí con su esposa, Hilary, y los abrazó a ambos. Recordó otra vez la cariñosa predicción de Ward Donahue y Paul Vernon, de que sus hijos se casarían cuando crecieran, pero la amistad de la infancia había seguido siendo amistad y ninguno de los dos se interesó nunca románticamente en el otro. Pamela Bowing, una morena alta que escondía un talento para la travesura detrás de una lánguida conducta, había sido la mejor amiga de Cathryn en el instituto y las dos se abrazaron con entusiasmo. Pamela estaba con un hombre que Cathryn no había visto nunca y que le presentaron como Stuart McLendon de Australia. Estaba de visita en la zona mientras estudiaba la cría en Texas. Sólo quedaba Glenn Lacey como el único varón libre, y automáticamente se le emparejó con Cathryn. A ella le pareció bien ese arreglo ya que él le había gustado cuando eran más jóvenes y ahora no veía ninguna razón para cambiar de opinión.