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Esa noche, mientras cenaba en el hotel, vio por la ventana un pi____________________ba de una redada: los soldados detenían por «vagabundeo» a cualquier minero que no trabajara y tuviera la mala suerte de que lo vieran.tarse a Frank si el local le ofrecía un refugio fiable, aunque los demás clientes se lo tomaran con despreocupación. Le pareció que se tratados con harapos. Incluso en la tierra batida, el ruido de los cascos de las monturas tenía algo de concertado y deliberado que hizo pregunquete de guardias nacionales pasando por Mainstreet, de camino al valle que se encontraba al oeste de la ciudad. Delante de ellos, a pie, avanzaba tambaleándose un pequeño grupo de hombres sucios vesti

– Andamos sobrados de militares en la ciudad.

– Por no hablar del viejo Bob el «Gatillo», que merodea por ahí, ese tío es un ejército entero de un solo hombre.

– ¿Es ése -Frank simuló preguntar- el famoso pistolero Bob Meldrum? ¿Y está aquí, en Telluride?

Los hombres le miraron entornando los ojos, aunque de un modo bastante amistoso, tal vez porque el hecho de que Frank no se hubie_ra afeitado esa mañana disipaba cualquier impresión de excesiva bisoñez.

– El mismo, 'joven'. Corren tiempos terribles en estas montañas, y no parece que nada vaya a calmarlos. Aquí Bob está en su paraíso.

Los demás se unieron a la conversación.

– Está bastante sordo, pero uno no tiene por qué chillarle ni adi_vinar a qué oreja sería mejor hablarle.

– Hay pocas cosas en la vida más peligrosas que un pistolero sor__pecha de que se le ha escapado algo especialmente insultante que le hayas podido decir…do, porque tenderá a pecar de gatillo fácil, lo apretará a la mínima sos

– ¿Os acordáis de cuando mató a Joe Lambert en Tomboy, en el bocarte? Eran las condiciones perfectas para Meldrum, los bocartes machacaban como los martillos del infierno, así que para empezar na_die podía oír nada. «¿Manos arriba?», oh, faltaba más, gracias, Bob.

– Si quieres que te diga lo que pienso, creo que oye perfectamen_te, sólo que como las serpientes, a través de la piel.

– Más vale que hayas traído algo más contundente que una pisto_la, joven amigo.

– Dejando este jaleo aparte, hijo, espero que, sea lo que sea lo que te traiga aquí, al menos sepas quién es el hombre al que hay que re_currir en Telluride.

– Ellmore Disco es el nombre que me han dado -dijo Frank.

– Ese es. Habrás arreglado tu cita por adelantado, espero.

– Cita…

– Fijaos, otro que se creía que entraría por la cara.

– Mucha gente quiere ver a Ellmore, hijo.

Algunos creían que Ellmore Disco era mexicano, otros decían que procedía de aún más lejos, de Finlandia o algún sitio así. Nadie podía afirmar que fuera muy coqueto vistiendo, su escaso pero impulsivo in_terés por el atuendo lo concentraba en los sombreros, prefiriendo los de castor negros de fantasía con cintas de piel de serpiente y reborde enrollado en el ala, que había que encargar en Denver y que tardaban meses en entregar. Las únicas personas de las que se tenía noticia cier____________________so, «¡qué situación más embarazosa!» El minero debió de percibir algo ominoso, porque empezó a arrastrarse hacia la salida. Antes de que se dieran cuenta, los dos habían franqueado la puerta y las detonaciones animaban Chestnut Street. El bromista escapó por piernas a campo abierto, a pesar de una herida en carne viva en el trasero y un par de orificios en la copa de su propio sombrero, que parecía haber sido el blanco elegido por la ira de Ellmore.somé de tortuga en gelatina, que, para empezar, nunca había sido uno de los consomés preferidos de Ellmore. «¡Vaya!», exclamó a su regredo llenarle el sombrero Stetson, confiadamente desatendido, con contida de Seven-Toed Pete, a un travieso jefe de turno se le había ocurrite provocadores. Una vez, en C. Hall & Co., en Leadville, cuando la ciudad vivía aún sus buenos tiempos, mientras Ellmore había salido a echar una breve meada durante una, hasta ese momento, amistosa parbían faltado al respeto a alguno de sus sombreros, y se ha de decir que ciertos comportamientos de ese tipo habían sido incuestionablementa que él les hubiera disparado eran aquellas que, de palabra u obra, ha

Muchos fueron los testigos de ese rifirrafe, así que al siguiente in____________________cionar las piezas de chaconada, satín Pompadour, tarlatana, bombasí, granadina, crespón liso, sencillo, de rayas o con estampas orientales, traídas directamente de los almacenes Liberty de Londres.nas aparejadas expresamente para balas del calibre 22, por no mendoras de conductor, ornamentos para la cadena del reloj, camisetas y combinaciones, sombrillas japonesas, bañeras eléctricas, dispositivos a prueba de tormentas para hacer mayonesa, máquinas para despepitar cerezas, brocas de taladros y lámparas de carburo, cartucheras femenisa y ajados por el uso diario, buscando casi de todo: bombines y gorros de cazador, mantillas, gemelos, bastones, trompetillas, polainas, cazajos sombreros de lana de ala ancha, relucientes por la suciedad y la grabreros de seda lacados mezclándose con pobres de solemnidad con viegre de Cristo. El secreto de la tienda parecía radicar en su amplia gama de mercancías y precios, de manera que a cualquier hora de cualquier día era posible observar a hombres de negocios con somgocios. En los últimos tiempos, E. Disco & Sons se había convertido en la empresa más próspera entre Grand Junction y la cordillera Sanbreros, cuya imprevisibilidad no estorbó para nada su éxito en los neportarse del mismo modo, por no decir un poco peor. «Pero si yo soy básicamente un tipo tranquilo», insistía, aunque nadie le daba mucho crédito. Para los desconocidos, era Ellmore el Diablo; para los amigos, un tipo bastante simpático pese a las broncas relacionadas con somcidente con sombreros de por medio, Ellmore se vio obligado a com

Frank llegó al almacén a media mañana y encontró un interior ilu__tado de un gris verdoso claro. La oficina de Ellmore era una especie de voladizo que se alzaba sobre la planta principal, desde donde llegaban los ecos de la tienda, que desprendía olores de tierra de batán, de grasa para armas y de la ciudadanía local, que estaba por todas partes.minado por la luz del sol, rodeado de un entresuelo, con el herraje pin

– El jefe está hasta la coronilla de texanos por esta mañana -le in__trada a la cantina de al lado, si empieza a aburrirse.formaron-. ¿Ve los Suministros Equinos de ahí?, encontrará una en

Frank se fijó en que el empleado, de modales bastante amables, estaba empaquetando uno de los modelos de tamaño gigantesco de Colt.

– Gracias, pero me parece que me quedaré aquí sentado, respiraré y dejaré que la altitud me ponga a tono sin tener que pagar.

La oficina, cuando finalmente le indicaron que pasara con un ges_to de la cabeza, estaba recargada con mobiliario de salón del estilo Grandes Rápidos, comprado a precio de desahucio en Cortez des____________________dio que, se decía, era de la señora Disco, dirigía una sonrisa chillona a los visitantes.teado por los Chicos de las Cuatro Esquinas. Una fotografía de estupués de la tristemente famosa noche en que el viejo Palacio fue tiro

Frank miraba por la ventana hacia la ajetreada vía pública princi_pal cuando Ellmore entró a toda prisa.

– Me ha pillado admirando su vista.

– Tiene suerte de verla mientras dura la bonanza, porque cuando estas vetas se acaben no quedará nada que vender salvo el escenario, lo que significa manadas de visitantes procedentes de lugares donde no hay nada que admirar, de texanos, por ejemplo. Ese lado de la calle que está mirando es lo que llamamos el Lado Soleado. ¿Ve esas peque____________________titud. Pero déle tiempo. Recuerde que se habrá enterado aquí.dos se ríen, una más de las gracias de Telluride, dicen, será por la aldie de pie, a no ser que esté malnutrido, menos aún para que se dé la vuelta, pues bien, dentro de…, bueno, algún día, cada una costará un millón de dólares americanos, tal vez dos, y más. Ríase si quiere, toñas cabañas mineras de allí? Demasiado estrechas para que quepa na