– Un hombre con visión de futuro.
– Mierda, los anarquistas no son los únicos con ideas sobre el fu_turo.
Ellmore Disco no parecía ser de ascendencia finlandesa ni mexi____________________tava enraban a bolsas protectoras, dejando al observador con una ruinosa occana, al menos no cuando sonreía, como en ese momento; tenía algo de chino de music hall, tal vez, por el modo en que sus ojos se reti do mayor («o, como dicen en esta ciudad, "la minero"») sobre un piano vertical abandonado, interrumpido por un par de caninos de oro a juego que centelleaban y parecían más largos y más afilados de lo necesario, incluso para comer en los restaurantes de carne de las ciudades mineras.
Hizo un gesto con una taza de café que parecía una compañía cons__to, anunció:tante y, con tanta rapidez que podría haberlo dicho con un único alien
– En cuanto a una entrevista con el Capitán Wells, tiene toda mi comprensión, señor, aunque disto mucho de ser la secretaria particu____________________no del Sheriff Cal Rutan con un incidente como ése engo, claro, nos vienen con esa wakizashi que todos llevan encima para hacerse el hara-kiri, puede imaginarse qué bien se lo pasaría el buetantes, por la fama que ha adquirido Bulkley Wells en todo el mundo, o casi. Esta semana, sin ir más lejos, una delegación ha venido desde Tokio, Japón, cumpliendo órdenes del Emperador en persona: «Si no veis al Capitán, chavales, casi que no os molestéis en volver»; y luelar del Capitán; bien sé que es un deseo muy frecuente entre los visi su condado. Pero así de desesperados se ponen algunos, y no siempre se trata de extranjeros, así que ahora tiene que decirme cuán desdichado va a sentirse, señor, si, el cielo no lo quiera, no llega a ver al Capitán en este viaje.
Después de asegurarse de que Ellmore había acabado, Frank dijo:
– Un caballero muy ocupado, supongo.
– Señor, necesitará los buenos oficios del hermano Meldrum, por no hablar de una variada gama de sus otros socios para pasar… Men_cionó el trabajo en la mina, ¿a qué tipo de trabajo se dedica usted? ¿Algo que ver con explosiones, por ejemplo?
– Una parte, tal vez.
Intercambiaron una mirada fría y pétrea. Ellmore asintió, como si acabara de ocurrírsele algo.
– Aunque nada en la superficie.
– Es la primera vez que me toman por un dinamitero.
– ¿Qué me ha parecido oír en su tono, indignación?
– No especialmente. Más bien me parece halagador, hasta cierto punto.
– Un ingeniero no puede alegar que no sabe diferenciar una pun_ta de un cartucho de dinamita de otra, como entenderá.
– Los perros se pondrían a ladrar, claro. Debería de haber respon_dido tan solo «chef de repostería» o algo así.
Ellmore separó las manos en una especie de gesto de inocencia.
Frank espantó una mosca imaginaria.
– Para serle sincero, el oro no está entre mis intereses, soy más bien un hombre del zinc, pero…
– Zinc; en ese caso, no se lo tome a mal, pero ¿por qué no está en Lake County?
– Gracias por el consejo, Leadville es una parada habitual en mis paseos, pero esta semana, bueno, lo que tengo entre manos es un nue_vo método para concentrar el metal de oro…
– Sólo hablo por Tomboy y Smuggler, claro, aunque allí se dan por satisfechos con lo que tienen. Lo aplastan hasta dejarlo hecho una pulpa y lo pasan por un poco de mercurio en una bandeja, y dicen que funciona.
– Proceso de amalgamación. Tradicional, da bastante buen rendi_miento. Claro. Pero este método mío…
– Supongo que el Capitán Wells preguntará cuánto cuesta, y lue____________________taba un 44.pendiente que había recibido a Frank hacía poco, mientras empaquegeremos a mi chico, Loomis, de camino. -Loomis resultó ser el denes plateados incrustados con lapislázuli y jaspe, por su aspecto una pieza artesanal de los zuñis-. O, al menos, uno de sus secretos. Recoros en todas las puntas y escogió uno gris con una cinta de medalloble, empapa las tripas en tequila por la noche, ése es su secreto. -Se detuvo ante un gigantesco perchero de cuernos de alce con sombrefícil de encontrar, aunque acercarse a él puede resultar muy peligroso y, lamento decirlo, ninguna hora del día es peor que otra… Oh, fíjese, es hora de comer. Venga al local de Lupita, el menudo es insuperago dirá no en cualquier caso. Pero hable con Bob, que no es tan di
Salieron por detrás, a Pacific Street, y se abrieron paso entre yun____________________dado de elogiar su elección de sombrero.more saludaba, apuntando cómicamente con el dedo como si fuera una pistola, y de vez en cuando se paraba brevemente a hacer negocios con alguien. Parecía que todos lo conocían. La mayoría tenía el cuivos que el álcali de las tierras bajas había vuelto rígidos y espectrales, chinos empujando carretillas cargadas hasta los topes de colada… Elllles, carros y grandes carretas de transporte que llevaban mercancías entre la estación de tren y las minas y tiendas, jinetes con guardapoltas de bueyes y tiros de muías, calesas pequeñas y faetones de tres mue
El local de Lupita se encontraba en un tramo de suelo endureci____________________lómetro a la redonda. Había chicharrones gigantescos apilados como pellejos en una factoría comercial.do por postes de álamo. Los aromas de la cocina se olían a casi un kigos pintados de un azul celeste que no se veía en ningún otro sitio de la ciudad, dispuestos bajo el techo oxidado de un cobertizo sostenido, encajado entre Pacific y el río San Miguel, que ahí era más bien un arroyo; consistía en una serie de mesas de tablones y bancos lar 'Ristras' de chiles de un púrpura pe____________________cos que trabajaban en la cocina y les llenara la fiambrera o una bolsa de papel con tortas de pollo, tamales de venado, los famosos tacos de sesos de Lupita, botellas de cerveza casera, cuñas de manecían de pie, esperando sitio o a que apareciera uno de los chijores sombreros, todos se mezclaban ocupando los bancos, comiendo con las manos y pringándose como mineros en una cantina, o pertados junto a repartidores de periódicos negros, y esposas con sus meturnas recién levantadas, ganaderos del valle, trabajadores mexicanos manchados de polvo de ladrillo, desolladores que esperaban el tren senligrosamente oscuro colgaban por todas partes. Se decía que por la noche resplandecían en la oscuridad. Dependientes y cajeros, aves nocsesenta grados de pastel de melocotón, etcétera, para llevárselo.
A Frank, que esperaba una figura más maternal, le sorprendió la llegada del rubio epónimo de la taquería, un tornado en miniatu__tarse el sombrero, y, justo antes de desvanecerse en el clima inestable de la cocina de la parte de atrás, canturreó por encima del hombro, según parecía maliciosamente:ra, blanco y negro con matices dorados, como un torbellino salido de Dios sabe dónde, que se detuvo sólo lo suficiente para darle un beso en la frente a Ellmore, tan rápido que él apenas tuvo tiempo de levan
– 'Por poco te faltó La Blanca.'
– Oh, mier… coles -dijo Ellmore esbozando una expresión preo_cupada-, se me fastidió el resto del día, ¿qué habrá pasado, Loomis? No sé qué la habrá traído a la ciudad.
«La Blanca» resultó ser el nombre local de la esposa de Bob el Ga____________________masiado repentinas, se abrían demasiados abismos de miles de metros, sin que siquiera hubiera camino de vuelta transitable a través de lo que a menudo se convertía en fachadas escarpadas dete a distancia, con labios tan exangües en aquella ventosa transparencia que parecían desaparecer, dejando sus ojos ribeteados de negro como el único rasgo que los demás recordaban después de que se hubiera ido. Según los visitantes, texanos y demás, estas laderas no eran tierra de caballos, pues las pendientes se alzaban demasiado pronunciadas, dello blanco de porte sobrenatural que siempre montaba, habitualmente por los caminos de la Cuenca del Savage y los puertos montañosos casi invisibles, conocidos sobre todo por gentuza como la tristemente famosa Banda de Hole-in-the-Wall, manteniéndose escrupulosamentras consecuencias de disgustar a Bob-, y recibía el nombre del cabatillo Meldrum -todos coincidían en llamarla «esposa», dadas las sinies acantilados, lo que no te dejaba más remedio que acabar la proeza, hacia arriba o hacia aba____________________cho menos, estuvieran a su altura.da para que estos reinos vulgares de plata y oro fueran la causa ni, mumas frías en medio de ventiscas, avalanchas de primavera o abundantes nevadas de agosto…-, ella destilaba una nostalgia demasiado apasionaciado desnivel, brete en el que un poni indio era la opción preferible. Ella moraba en esa geometría del miedo con tan poco esfuerzo que Bob podría haberla conocido, érase una vez, en un reino de cuento de hadas sobre montañas de cristal tan peculiares en todos los sentidos como las San Juan, y los poetas de los caminos conjeturaban que con su atuendo y su porte de solitaria -capa negra ondeando, sombrero colgado a la espalda, la luz del Cielo en sus cabellos, pañuelos de seda floreados que Bob le compraba en Montrose acanalándose como llajo, rogando que no hubiera placas de hielo y que tu caballo conociera lo bastante bien la montaña para valorar el angustiosamente pronun