– Es probable que a estas alturas ya haya vuelto al trabajo. Pero… -Ellmore no dijo exactamente «te lo aviso», aunque ésa fue la impresión que tuvo Frank mientras le miraba a la cara-, si lo ves por la Cuenca hoy, ten en cuenta el rifle Sharps que lleva, sobre todo su al_cance, al que hay que sumar, pongamos, un par de kilómetros.
– ¿Se ha enfadado conmigo por algo? -preguntó desconcertado Frank.
– La cosa nunca es tan personal, 'joven'.
Y allá se fue Ellmore Disco, con la ferretería de la calesa resonan_do como un carillón en una banda. Frank subió por la Tomboy Road, dejando abajo la ciudad, que todavía veía en las curvas zigzagueantes a través de los álamos de hojas temblorosas, cada vez más aplanada a medida que entraba lentamente en una neblina de humo de leña, ro__mo local) se desviaba para seguir el lecho rocoso de un arroyo que fluía cruzando el camino sin las molestias de cañerías ni alcantarillas.deado del ruido de los martillos de los fabricantes de marcos y del tráfico de las carretas, y cada vez más cerca del silencio que remaba al otro lado de la Cuenca. Las cigarras estaban alborotadas. La carretera que llevaba a Hellkite (entiéndase lo de «carretera» como un eufemis
Cuanto más permanecía en la ciudad, de menos cosas se entera____________________tada y revuelta como el humo que vetea las llamas de la Perdición.seó ver un fugaz destello allí mismo, al borde de su campo de visión: un caballo blanco recortándose contra el cielo, una melena negra agites. Pero en ese momento, mientras el camino ascendía, el horizonte de nieve se le echaba encima y el viento se convertía en soberano, deba. Se aproximaba rápidamente al punto de rendimientos decrecien
Incluso Frank, que no era precisamente un espiritualista, notaba que allí arriba todo estaba hechizado. A pesar del bullicio comercial que ha____________________sible. Y el frío, que no se debía por entero a la altitud.mas abandonadas de los dormitorios de los mineros, que se oxidaban apenas cinco kilómetros más arriba, bajo el oscuro cielo diurno…, las presencias que se movían furtivas como marmotas al borde de lo vinos de una hora para encontrar los esqueletos marrones de cabañas desmoronadas que nadie habitaría nunca más, los muelles de las cabía en la ciudad a todas horas, a pesar de la promesa desatada del deseo sin freno, uno sólo tenía que subir la ladera de la colina durante me
Mucho antes de avistar la mina de Little Hellkite, Frank la olió. El olor le llegaba esporádicamente desde que había llegado a la ciu____________________caba sobre las pálidas laderas, explotadas hacía mucho, cicatrizadas de caminos y erizadas de tocones blanqueados como lápidas de tumbas, el zumbido de cuyo voltaje ahogaba el canto de las cigarras.lluride Power Company, una edificación de un rojo vivo que destatas cargadas con mineral descendiendo hacia la mina de Pandora, al borde de la ciudad, donde lo tratarían, pues a los propietarios la zona de Hellkite les había parecido demasiado escarpada para instalar lujos como bocartes. Pasó por delante de la caseta de derivación de la Tedos metálicos por encima de su cabeza, alzó la mirada y vio vagonedad, pero en ningún sitio con tanta intensidad como allí. Oyó queji
La pequeña Cuenca apareció tras un giro. Pasó al trote entre los cobertizos y cabañas dispersos, de tablones mellados y desgastados tras haberlos subido hasta allí cruzados sobre lomos de muías, casi me_dio metro más cortos que cuando habían salido del almacén de la ciudad, y que estaban descoloridos por el subsiguiente resplandor del sol, hasta que por fin encontró el laboratorio de análisis.
– Ha bajado a Pandora, hijo.
– Me dijeron que estaba aquí.
– Entonces habrá bajado a alguna de las galerías, probablemente esté hablando con los tommyknockers. -Ajá.
– A ver, no te preocupes, al bueno de Merle a veces se le va un poco la cabeza, pero cuando llega el día de fundir el oro en lingotes, nadie puede comparársele.
Y bien, ¿quién no estaba loco en este desfile circense escaso de oxígeno? Frank echó una mirada a la boca de la mina más cercana, y escuchó, en la penumbra y el frío que repentinamente envolvieron sus oídos, sienes y cogote, los golpes resonantes de mazos y picos en le____________________ca de las imágenes remanentes de un mundo iluminado.traba en ella, alejándose de la luz del día, de cuanto estuviera tranquilizadoramente iluminado, sumiéndose en el equivalente nocturno de detrás de las cuencas de sus propios ojos, perdida ya la ilusión óptijanas galerías, cada vez más difíciles de localizar a medida que se aden
Al principio creyó que ella era una de esas criaturas sobrenaturales de la mina que los mexicanos llaman 'duendes', sobre las que corrían todo tipo de historias, aunque el sentido común sugiriera inmediata_mente que más bien se trataba de una dinamitera, pues, vista de más cerca, resultó que la chica estaba vertiendo tranquilamente lo que sólo podía ser nitroglicerina en agujeros perforados en estas profundidades montañosas vivientes.
– Claro que no me fijé en él -Dally replicó un poco más tarde cuando Merle empezó a burlarse de ella-, en aquel momento todo el mundo estaba ocupado intentando desprender aquel filón. Ser dina____________________nería con la cabeza llena de imanes?to acaban el turno se lanzan ladera abajo encima de un par de tablillas de madera, ¿y voy a fijarme ni un segundo en un estudiantillo de micima unos finlandeses locos, hombres hechos y derechos que en cuanmitera no significa ser idiota. Al fin y al cabo, ¿qué es lo importante? Ahí abajo, a medio camino del infierno, sin que me quiten ojo de en
Era difícil situar el acento de Dally en algún lugar concreto de América, se diría que era una voz del camino, de las que van y vienen, evocando ciudades que creías haber olvidado o en las que nunca de_berías haberte aventurado, o incluso anunciando unas urbes de las que podrías haber oído hablar y a las que tenías pensado ir algún día.
Estaban sentados en el cobertizo del amalgamador, después de que Merle hubiera regresado de sus quehaceres en el pozo. Tenía los pies apoyados sobre la mesa y estaba de buen humor.
– Oh, una mañana me levantaré -los tranquilizó Dally- y le diré adiós a todo esto… -señaló a Merle con un movimiento de sus rizos brillantes-, y será más pronto que tarde.
– Pues ni te imaginas cuánto espero que llegue ese día -asintió Merle-, no se me va a romper ni un pedacito del corazón, vaya que no…, como te llames… ¡Vaya! Si todavía estás aquí, señorita, ¿cómo es que no te has marchado ya? ¿Qué es lo que te retiene?
– Será el café de por aquí. -Alargó la mano para coger la cafetera con la gracia de una dama de ciudad y la sacó de encima de una coci_na de hierro tan caliente que estaba a punto de ponerse al rojo vivo, como retando a los imprudentes a que la tocaran.
Padre e hija habían mantenido esa conversación cientos de veces, y en diversas variantes.
– Podría hacer lo mismo que hago aquí en cualquier sitio -seña__jores salones del mundo, en lugar de en estas malditas San Juan. Dime, ¿por qué crees que estamos aquí, esquivando balas y avalanchas, y no en Davenport, Iowa, o en cualquier otro sitio tranquilo y acogedor por el estilo?laba él-, en la ciudad más segura que te puedas imaginar, en los me
– ¿Será porque quieres que me maten?
– Respuesta equivocada. Prueba otra.
– ¿Será…?, ¿será por mi propio bien?
– Tú lo has dicho. Esto es una escuela, Dally, más aún, es una ver__tudiantes que o están borrachos todo el tiempo o son unos perversos sexuales o tan peligrosos que sería de suicidas acercarse a menos de dos kilómetros, y sólo se dan dos notas: sobrevivir o no. ¿Me sigues hasta ahora o se me ha ido la metáfora de las manos?dadera universidad de mierda, con una barra a la izquierda de todas las aulas, el profesorado armado con escopetas y calibres 44, unos es