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– Avísame cuando llegues a los quebrados.

Ella encontró un gorro de minero de lona, se lo puso y se dirigió a la puerta.

– Estaré en el almacén de la empresa, al menos hasta que salgan los del turno siguiente y lo invadan a la carga; ha sido un placer conocer_te, Fred.

– Frank -dijo Frank.

– Claro, claro, sólo estaba poniendo a prueba tu memoria.

No hacía ni medio minuto que ella había salido por la puerta cuan__tó qué hacía exactamente allí, en Telluride.do Merle, reclamando, supuso Frank, alguna prerrogativa tácita de los perturbados químicamente, le miró directamente a la cara y le pregun

Frank se lo pensó.

– Sería más fácil si supiera hasta qué punto no debo fiarme de usted.

– Conocí a su padre, señor Traverse. Era un caballero y un mag__fierno sabe que no se merecía lo que le hicieron.nífico jugador de cartas, conocía los secretos de la dinamita, salvó a mi hija un par de veces cuando una carga no estalló como debía, y el in

Frank se sentó ondeando los brazos en una silla plegable de cam_po que parecía a punto de romperse.

– Mire, señor Rideout.

– Merle estaría mejor.

Empujó una fotografía mate de Webb Traverse, con la cabeza des__tamente cómo iba a destruir la cámara.cubierta, un puro humeante entre los dientes, mirando al objetivo con una especie de alegría agresiva, como si se le acabara de ocurrir exac

– Puede que no seas su viva imagen -añadió amablemente Mer_le-, pero yo estudio las caras, es parte de mi trabajo, y te pareces mucho.

– ¿Y a quién se lo has contado?

– A nadie. No hace falta, o eso parece.

– ¿A qué viene ese tono de predicador?

– Si yo fuera tú, descartaría cargarme a Buck Wells, si es que se trata de eso. Es un alma demasiado conflictiva. Incluso es posible que se mate él mismo antes de darte tiempo.

– Por mí que se pudra, pero ¿por qué debería desearle ningún mal a ese hombre?

– Se dice que estás ansioso por hacerle una visita.

– Mira, no te digo que no me muera de ganas de volarle su mierdoso culo de pijo de Harvard, pero el Capitán Wells no es el prime__tas manos en un trabajo así.ro de mi lista; no apunto tan alto porque aquí abajo, a ras de suelo, me interesa menos que los pistoleros a los que pagaron por asesinar a mi padre, para que un señorito de Harvard no se ensuciara sus impolu

– Espero que no pienses que fue…

– Sé muy bien quién fue. Como lo sabe todo el mundo en esta pe_queña comunidad tan unida, por lo que parece. Pero ahora lo que me importa es el paradero de esos tipos, y por eso me interesa Buck.

– Ve a por él, hazle decir lo que sabe.

– Justamente, ¿cómo no se me había ocurrido antes?

– Sea lo que sea, hazlo pronto. -Unos niños chinos también habían mirado a Frank de ese modo, aunque tal vez no tan alterados-. Se sabe que andas por aquí, Frank. Los chicos no te quieren ver más el pelo.

Eso significaba que tenía que irse ya. Había esperado un par de días más de margen por lo menos.

– ¿Cómo es posible, es que llevo algo tatuado en la cabeza? ¿Hay alguien al que haya sido capaz de engañar en este asqueroso conda_do? Mierda.

– Tranquilízate. -De un cajón de un armario que había contra la pared, Merle extrajo más copias de gelatina de plata-. A lo mejor te serán de alguna ayuda.

En una se veía a una pareja de lo que parecían vaqueros de visita en la ciudad para pasar el 4 de Julio: uno de ellos simulaba que obliga_ba al otro a comerse un gigantesco petardo encendido del que saltaban chispas brillantes, volando, apagándose, llenando el inconmensurable fragmento de tiempo en que el obturador permaneció abierto, para di_versión de los que, al fondo, miraban desde el porche de un salón.

– No me estarás diciendo que…

– Ten, en ésta se ve más claro.

Estaba tomada justo delante de esa misma oficina del amalgama____________________bría podido.posición; sin embargo, en esta técnica más moderna, se debía a algo auténticamente fantasmal, para lo que estas emulsiones servían como agente, revelando lo que ningún otro medio hasta ese momento hanarse sobre la imagen, aparecían reproducidos con el mismo extraño y desquiciado fulgor fruto del retoque que se realizaba en el pasado para ocultar los doscientos parpadeos que se producían durante la exsión lenta de otros tiempos: los ojos, Frank se fijó tras acercarse e inclicido rígidos, casi desafiantes, permitiendo que la mezcla de colodión recibiera la medida de luz justa para registrar a los dos asesinos con implacable fidelidad, como si los hubieran colocado ante una emulbiera movido y la imagen saliera borrosa, pero no, habían permanenial. A causa de la tonalidad gris del día, la exposición debió de ser un poco más larga, y cabría esperar que al menos uno de ellos se huyectaba sombras. Los dos hombres posaban con solemnidad ceremodos Esta vez Deuce y Sloat no sonreían, y la luz era más propia del otoño, se veían nubes oscuras en el cielo sobre sus cabezas y nada pro

– ¿Quién las tomó?

– Es una de mis aficiones, por así decirlo -explicó Merle-, Y por aquí hay de todo: oro y plata, ácidos, sales y demás, y me gusta jugue_tear con las diferentes posibilidades.

– Este tío es un pequeño cabrón asqueroso, ¿me equivoco?

– Siempre ha ido detrás de Bob Meldrum para que le aceptara como protegido. Pero ni siquiera Bob, que tiene serpientes de casca_bel como mascotas, pudo aguantar al chico más de cinco minutos.

Como si el nombre de Bob fuera la contraseña, Dally apareció en la puerta como una pequeña explosión, y miró fijamente a Frank.

– ¿Llevas puestas las botas? ¿Estás peinado? Puede que haya llega_do la hora de que te marches.

– ¿Qué pasa, Dahlia? -preguntó Merle.

– Bob y Rudie, junto a la casa del pozo, y está sonriendo el que no toca.

– ¿Vienen a por mí? Pero si anoche Bob parecía amigable.

– Precisamente… -Merle apartó su mesa haciéndola rodar y des____________________ción de mineral. Con un poco de suerte, igual encuentras una vagoneta vacía que te acerque hasta la ciudad.ternativa. Hay algunos túneles ahí abajo, deberías salir junto a la estacubrió una trampilla invisible hasta ese momento-. Nuestra salida al

– Mi caballo.

– Los Rodgers tiene un pequeño establo junto al Tomboy; ata las riendas en el arzón y suéltalo, todos saben volver. A lo mejor quieres estas copias, tengo los negativos. Ah, y ten.

– ¿Qué es esto?

– Lo que parece.

– Una especie de… bocadillo de carne… ¿para qué?

– A lo mejor lo averiguas.

– A lo mejor me lo como.

– A lo mejor no. Dahlia, más vale que lo acompañes a la ciudad.

En el túnel, Frank percibió un curioso ajetreo, medio visto, me_dio oído. Dally se detuvo y aguzó el oído.

– Chico, están cabreados -dijo en un lenguaje peculiar, repique_teante y con eco.

Desde el oscuro túnel, aunque Frank no habría sabido decir en qué dirección, llegó una respuesta:

– ¿Tienes ese bocadillo, Frank?

Lo dejaron en el medio del túnel y salieron corriendo.

– ¿Por qué…?

– ¿Estás loco? ¿No sabes quiénes son?

Salieron a una penumbra casi compensada por un alumbrado eléc____________________tera que subía por el perfil de la montaña.los ultramundanos colocados sobre altos postes a lo largo de la carretrico más brillante que la luna llena, procedente de cegadores círcu

– Deprisa, casi es hora del cambio de turno, corremos el peligro de que nos arrolle la estampida de una manada entera de ceporros es_candinavos… -Se subieron a una vagoneta de mineral, entre sombras de hierro y un imborrable olor telúrico-. Aquí huele peor que en un váter de Texas, ¿verdad? -comentó ella animadamente.