– Estoy pensando en incluir un número como éste en un próximo proyecto, Los correteos de Shanghai, y puede que haya un papel para ti.
– Ajá. -Ella miró a su alrededor para ver quién andaba cerca, por si ese tipo resultaba ser el pelmazo habitual con el que se topaba cual_quier chica en Nueva York cada minuto y medio.
– Se trata de algo enteramente serio -le dijo entregándole su tar_jeta-; pregúntale a cualquiera de este mundillo. O date un paseo por Broadway, veris dos o tres de mis pequeñas producciones en teatros con todo vendido. La pregunta que importa en este momento es: ¿tienes contrato aquí?
– Firmé algo, pero estaba en chino.
– Para variar. Pero, bien mirado, la lengua china es de una simple____________________rida, lo arreglaremos.táculo corrientes y molientes en inglés. Nada de que preocuparse, queza inocente en comparación con los contratos del mundo del espec
– Ya, aquí viene mi socio, el señor Hop Fung, y debo apresurarme, me alegro de haberle conocido.
Estuvo a punto de tenderle la mano como imaginaba que haría una actriz, pero se sobresaltó al ver que aquel petimetre se ponía a hablar en lo que parecía auténtico chino. Hop Fung, que casi nunca cam____________________ma persona.sa tan deslumbrante que por un momento ella dudó que fuera la misbiaba su expresión multiuso con el ceño fruncido, esbozó una sonri
Poco después, empezaron a llegar misteriosamente cantidades in____________________bres de laspido de lo que se tardaba en decir «chop suey», chapurreando a toda prisa en aquella incomprensible jerga suya. Jóvenes y siniestros homtasía sobre el escenario. De repente, había miembros de las bandas chinas entrando y saliendo por puertas y tapas de alcantarillas más rágentes de dinero para la producción, habitualmente entregadas en forma de oro. Se amplió el reparto y se añadieron más efectos de fan tong con cotas de malla bajo sus trajes occidentales apare_cían corriendo, esquivando tiros y disparando con sus revólveres del calibre 44, y el humo no tardó en dotar a la escena de una vaporosa y pintoresca imprecisión. Los caballos, ya amaestrados, retrocedían y relinchaban. Una pequeña escuadra de policías corría por Pell Street hacia la escena, mientras otro grupo, supuestamente en nómina de la tong rival, irrumpía por Mott agitando sus porras, y ambos grupos se topaban en la esquina, donde, porras en ristre, discutían sobre quién tenía jurisdicción sobre el delito, el cual, por descontado, proseguía pese a todo. Los cascos con forma de glande caían y rodaban por los canalones.
En ese momento ocurrió una cosa curiosa. Como si esa costosa simulación se hubiera derramado de algún modo sobre «la vida real», la guerra auténtica de las tottg se recrudeció en el barrio, y se oían dis____________________ticinco centavos. Doyers Street se sumió en una escalofriante miasma de silencio.ban en sensibles artistas en cuanto veían peligrar su propia seguridad. A Hop Fung se le vio reventando a puñados cápsulas de opio de veinnas de Chinatown, a menos que quisieran sufrir percances; y el papel de Dally en la trata de blancas parecía cada vez más precario. Colegas que Dally había tenido por mezquinos y feos mafiosillos se tornavirtió a los turistas adinerados que era conveniente evitar ciertas zoparos por la noche; Mock Duck apareció en persona por la calle en su conocida postura de peonza en cuclillas, disparando dos revólveres a la vez en todas direcciones, mientras se destrozaban carretillas de mano con verduras y los transeúntes se tiraban al suelo para cubrirse; se ad
– Tal vez debería buscar otro trabajo, Katie, ¿tú qué crees?
– ¿Qué es de tu viejo amigo R. Wilshire Vibe?
– No sabría decirte si iba muy en serio.
– Oh, R.W. es tan serio como cualquier otro -la tranquilizó Ka__sonalmente a más de una chica que lo ha pasado mal, incluida nuestra querida Modestine.tie-, pero éste es un mundo volátil, por no decir impío, y conozco per
– Sus vacaciones…
– Oh, hija. En el interior del estado hay granjas para cosas así, y a veces a esta chusma de ricos le resultan más baratas que contratar a un matón para que tire a la chica al río. Moddie se libró por suerte.
– Pues muchas gracias por meterme en esto, Katie.
– No estoy hablando de los chinos, que son unos caballeros de pies a cabeza; sus líos se quedan siempre entre los de su raza. Fue Moddie la que eligió dejar ese entorno caballeresco por las junglas crueles de los blancos acaudalados.
– Bueno, supongo que de todos modos me pondré el salacot y cru_zaré la ciudad.
– Si te enteras de dos empleos…
Dally encontró a R. Wilshire en su despacho de la Veintiocho Oeste. A través de las ventanas abiertas, desde todos los puntos de la calle llegaba el estrépito de lo que sonaba como una orquesta entera de pianos de salón.
– Horroroso, ¿verdad? -R. Wilshire la saludó alegremente-. Día y noche, y ni uno solo de esos benditos instrumentos está afinado. Lo llaman el Callejón Tin Pan.
– Le imaginaba más bien del tipo de los que trabajan en salones de mármol.
– Tengo que permanecer cerca de las fuentes de mi inspiración.
– Se refiere a robar cuanto pueda -dijo risueño un hombre cor_pulento y canoso con un traje de cuadros de color magenta ácido y azafrán, que cargaba con lo que parecía un saco de huesos para la sopa.
– Anda por aquí buscando números con perro libres de derechos -explicó R.W.-. Con McVeety, saluda a la señorita Rideout.
– También busco una chica pasacarteles -dijo Con.
– ¿Una qué?
– Me dedico al vodevil, mira. -A espaldas de Con, R. W. hacía fre____________________ros. Boca arriba, si es posible.tener en alto los rótulos impresos que introducen los distintos númenéticos gestos con el pulgar hacia abajo-. No le hagas caso, es pura envidia. Necesito a alguien presentable que no beba y que sepa sos
– McVeety -murmuró R.W.-, ¿se lo dices tú o yo?
Resultó que la desgracia de Con, objeto de maravilla en todo el mundillo del espectáculo, consistía en su talento para encontrar los peores números de la ciudad, números que recibían no sólo el recha__nía por costumbre merodear entre bastidores, esperando la fatídica aparición del zo sino la prohibición permanente incluso en la menos prometedora de las Noches de Aficionados del Bowery, durante las cuales Con te«Gancho», que, a petición del público, sacaba al actor del escenario, y a menudo fue capaz de contratar a artistas antes de que ese instrumento llegara a entrar en contacto con sus personas, haciéndo__do, fumaderos de opio de Mott Street, hasta que alguien le aclaró que los opiómanos se entretenían solos.los actuar de inmediato en locales tan dudosos como lavabos públicos, trozos de acera delante de bares ilegales e incluso, por un breve perio
– Tengo entendido que la situación de Chinatown se vuelve más peligrosa por momentos -dijo R.W-. Pero tendrías que estar muy desesperada para trabajar con un tipo de esta calaña.
– Estos magnates de las operetas ligeras han perdido la magia -fin_gió confesar Con-; el Bowery sigue siendo el verdadero corazón del mundo del espectáculo americano.
– Ojalá tuviera algo para ti -se encogió de hombros R.W.-; en cuanto mejoren los ingresos, tal vez…
– Se refiere a que te llamará en cuanto algún corredor de apues_tas se descuide la caja con el dinero -Con se rió entre dientes-. Yo te pagaría siete cincuenta a la semana, en efectivo y por adelantado.
– Lo mismo que cuesta sobornar a un policía novato -dijo Dally-. Creía que aquí estábamos hablando de Arte.
Los otros dos pares de cejas del despacho subieron y bajaron, y pue_de que siguiera un momento de silenciosa discusión. En cualquier caso, Con rompió el silencio proponiendo «¿Diez?», y se cerró el trato.