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Como dos estatuas humanas de una representación arquitectóni____________________mediato a cualquier visitante sobre cuál es su sitio.ple presencia y porte de estas Columnas humanas informa casi de incilen cuando se apriete un remoto botón, tanto da, porque aquí, en I.J. & K. Smokefoot, sin que medie palabra y ni siquiera gesto, la simcia uno se sentía intimidado tanto para seguir adelante como para no hacerlo. Que el «gorila» engominado haga sus negocios en el Bowery, que las puertas eléctricas de las mansiones de la Quinta Avenida osníficamente uniformados, columnas vivientes ante cuya serena inertrada de la Sexta Avenida, a cuyos lados se apostaban dos porteros magpezaran a intercambiar los cumplidos de rigor, ajenas a la grandiosa visión que se alzaba sobre ellas, las jóvenes se dirigieron hacia la enca que hubieran cobrado vida por un corto espacio de tiempo y em

– Jachin y Boaz -dijo Katie esbozando una sonrisa, señalándolos con un gesto de la cabeza-. Los Guardianes del Templo, los Primeros Reyes de no sé dónde.

– ¿Tú crees que este par nos dejará entrar? ¿Y si no?

Katie le dio una palmada en el hombro.

– Es más fácil por aquí que por la entrada de los empleados, que_rida. Lánzales una mirada penetrante y esboza una sonrisa y, al pasar, no dejes de mirarlos de soslayo, como si estuvieras coqueteando.

– ¿Yo? Si soy una niña.

Por dentro era todo lo que no era por fuera: luminoso, ornamen_tado, barrido a conciencia, olor a perfume y a flores recién cortadas, un espacio vibrante de un chic condensado, como si se hubiera criba____________________ta que Katie la agarró del brazo.jeres especialmente a la moda y se las hubiera reunido a todas allí en este mismo instante. Dally respiró hondo, impregnándose de todo, hasdo a las multitudes de las avenidas cercanas para seleccionar sólo a mu

– Si no son más que un ramillete de espantajos, te lo digo yo.

– ¿Cómo? ¿De verdad te lo parecen?

– Bueno, ya que estamos, echemos un vistazo.

Subieron por la escalera mecánica Otis, un medio de transporte recientemente introducido que a Dally le pareció milagroso, incluso después de haberse hecho una vaga idea de cómo debía de funcionar. A Katie, que las había probado antes, ya no le impresionaban.

– Quedarse boquiabierta está bien, pero no demasiado, por favor, que estamos en Nueva York. Todo parece mucho más maravilloso de lo que es en realidad.

– Pero bien se ve lo lejos que estamos de Chillicothe.

– Muy bien, vale.

Dado que era su primera visita a unos grandes almacenes, Dally sufrió las habituales pequeñas humillaciones: tomar un par de veces a los maniquíes por mujeres de verdad, ser incapaz de encontrar las eti__ca, hasta que Katie casi tuvo que zarandearla susurrando:quetas con los precios, contemplar alarmada a un par de jóvenes que se acercaban, cogidas del brazo, y que parecían tal cual Katie y ella, ambas mirando a Dally con inquietante familiaridad, cada vez más cer

– Sólo los paletos chocan con los espejos, chiquilla.

Cuando llegaron a la planta de arriba, Dally se había sumido en una especie de aturdimiento.

No era nada, o casi nada, a esa distancia podría haber pasado por un maniquí más, atisbado al otro lado del hondo patio central que se elevaba vertiginosamente a lo largo de las doce plantas, con tan sólo una barandilla metálica con filigranas entre las compradoras y una po____________________sible como una mano, sin mirar a Dally en concreto aunque atrayendo misteriosamente su atención. Dada la claridad de la aparición, Dally supo que tenía que controlarse de inmediato, porque, de no hacerlo, sin darse cuenta se vería corriendo hacia allí, gritando para abrazar a una mujer que, por descontado, podría ser una desconocida, con toda la vergüenza, incluso las acciones legales, que sin duda implicaría, y la palabra que habría gritado sería: «¡Mamá!».gura de una compradora, con ropa de calle de tela a cuadros violetas y grises, la pluma de garceta sobre su sombrero moviéndose tan sennótica Profundidad y de los arpegios que surgían de ella, estaba la fita entre las sombras proyectadas por unas palmeras parecía, desde allí arriba, parte del reino del Más Allá. Allí, al otro lado de aquella hipca a escala de las cataratas Yosernite, hasta donde una diminuta arpissible caída hasta abajo, a la planta principal, más allá de las diagonales tranquilamente ascendentes de las escaleras mecánicas y de una répli

A partir de ese momento, el resto de la visita discurrió flotando en una incoherencia brumosa. Dally creía recordar un té con sándwiches de pepino, una interpretación espantosamente edulcorada al arpa de Her Mother Never Told Her, dos jóvenes y elegantes matronas provo__dos sobre la mesa del día, que, al revisarlos, no se podían ordenar para jugar una mano.cando el escándalo en el salón de té al encender unos cigarrillos…, pero nada de todo aquello encajaba, los detalles eran como naipes arroja

De camino al sótano, Dally la buscó en cada planta, pero la mu_jer, alta, rubia, tal vez ni siquiera real, había desaparecido. Además, la arpista de la planta baja resultó ser no una joven etérea con un largo vestido, sino un matón que mascaba un puro, recién salido de una lar_ga condena en la prisión de Tombs, que se llamaba Chuck y que les lanzó una mirada lasciva y amigable al pasar junto a él.

En el sótano, Katie preguntó por su amiga, y Verbena surgió del escenario entre bastidores y las condujo todavía más al fondo y más abajo, hasta una zona más fría y mal iluminada donde no había con____________________tros; umbrales sombríos conducían a salas atestadas de mujeres ante máquinas de coser que no levantaban la vista de su trabajo salvo, con aprensión, cuando intuían que se acercaba el supervisor.pació; los trabajadores se movían deslizándose silenciosos como especcho trabajo que hacer; unas tuberías mugrientas colgaban de soportes corroídos a lo largo de los techos; el olor de disolventes de limpieza y teñido y el vapor de las planchas prensadoras impregnaba todo el esversaciones, ya fuera porque estaban prohibidas o porque había mu

Subieron al Tren Elevado en la Sexta Avenida hacia el centro y se bajaron en Bleecker Street. Restos de una luz albaricoque rosácea se demoraban en el cielo, un viento del sudeste traía el aroma de café torrefacto desde South Street, y se oía el tráfico del río. Era sábado por la noche en Kipperville. A su lado pasaban corriendo jóvenes barbudos, persiguiendo a chicas con vestidos estampados de color rojo turco. Malabaristas montados en monociclos hacían acrobacias por las aceras. Negros abordaban a los viandantes, mostrando frasquitos de pol____________________nos. Burguesitos a la busca de vida canalla se dirigían a lugares como Marías en MacDougal, charlaban animadamente y se preguntaban unos a otros: «¿Sabes adonde vamos?».ños chillaban detrás de las ventanas abiertas de los edificios de vecivo blanco con rostro inquisitivo y esperanzado. Vendedores callejeros ofrecían mazorcas de maíz y pichones a la parrilla en tostadas. Los ni