Durante las confabulaciones, ella solía quedarse cerca, mirando, de pie junto a la barandilla en algún salón de juegos u observando a tra____________________ran a dar alguna cosecha. Chuleándole al chulo, por así decirlo.que eso no quitaba que estuviera bien dispuesta a pedir una comisión, por lo general del 5 por ciento, en cualquiera de los tratos que llegavaban esas dos figuras pertenecientes a épocas distintas de su vida, aunvés de los paneles de cristal grabado de una puerta de despacho, como si, movida sólo por una curiosidad infantil, quisiera ver qué tal se lle
Y así fue como durante años, a lo largo y ancho de ese cuarto del continente, pelearon, huyeron, se buscaron, recomenzaron… Si se co____________________vía no había sido ocupado, donde uno podía vivir por blar de un sitio, en alguna parte, un lugar penúltimo más, que todarada con el día que nacía. Proyectaba una sombra sobre cosas que la vida hogareña jamás rozaría siquiera; y así, cada vez que ella o Reef hacían un alto y se bajaban -siempre que no se tratara, claro, de una simple huida precipitada-, era porque uno de los dos había oído hamo miedo mortal invertido en él -Karl Marx y los demás, sí, muy bien, pero eso, el miedo, era el único Capital que tenía la gente por allí, en los primeros tiempos-, nada de herramientas, ni de crédito, ni ningún dinero seminal de cortesía de ningún banquero, únicamente tu propio fondo común de miedo, que llegaba tras cruzar una sola milante era tan difícil, cuando te levantabas cada día sin saber nunca cómo acabaría la jornada, con la conciencia clara de que el fin podía estar a la vuelta de la esquina, cuando cualquier achaque, un animal salvaje o enloquecido, o una bala perdida, bastaban para mandarte al más allá…, porque cada pizca de trabajo que pudieras conseguir tendría el mistaba; no importaba, cuando todo resultaba inesperado y seguir adecía falta que te pareciera que podría querer arrebatártelo. Tal vez un perro que captara su olor arrastrado por el viento, o el modo en que algún viajero del camino llevaba puesto el impermeable, eso ya baslo, y no te lo pensabas dos veces antes de matar a cualquiera, sólo habre, tanto daba, por mucho o poco que tuvieras- tenías que ganártecerse una idea de la dureza de su vida, ni aun cuando uno recordara lo peligroso, más que «peligroso», que había sido ese territorio hacía no tantos años, hasta el punto de que había jornadas laborables que hacían añorar las comodidades de una prisión; sí, eran así de duros, cuando lo que sea que te perteneciera -tu tierra, tu ganado, tu familia, tu nomzagueando de ciudad en ciudad, adelante y atrás, no resultaría fácil hagiera un mapa y se intentara marcar encima la ruta que siguieron, zigun tiempo en los márgenes del día a día, al menos hasta que las noches del sábado se tranquilizaran lo bastante como para oír la campana del reloj de la ciudad dando las horas antes de un domingo que sería demasiado es__tes procedente de lugares como ése, todavía libres, y que allá donde descansaran instituían una pequeña parte soberana de aquel territorio remoto, y un santuario del tamaño de su sombra.pantoso para querer recuperar la sobriedad y encararlo… Y así, con el tiempo, pasaron a formar parte de esa población de embajadores erran
Lo primero que buscaba Reef en un sitio nuevo era la gente que jugaba. Aunque él afirmase que no le proporcionaba ningún placer lo que denominaba «llevar las ovejas al redil», Stray le vio hacerlo un par de veces, por lo general cuando se disponían a dejar la ciudad.
– Nos da para un par de horas en el vagón restaurante -como él solía decir-, ¿no nos merecemos ni eso?
Debían dirigirse siempre a un lugar donde no se supiera, de una carta para otra, quién iba a sacar una pistola o un puñal. Donde tales utensilios ni siquiera se guardasen en el cajón o en una mesa de des_pacho fabricada en Chicago, sino que siempre se llevasen a mano.
¿Que si alguna vez Reef dijo qué? ¿Que si dijo «¿Por favor?»? No, más bien decía siempre algo como: «Todos los chicos estarán ahora en Butte», gran suspiro, «bebiéndose un Sean O'Farrells sin mí» o «He pensado en ir a domar al burro salvaje en las faldas del Uncompahgre», donde Stray siempre sería bienvenida y que si patatín que si patatán. Pero ¿no tenía ella también razones propias para no acompañarlo? A veces, ella sencillamente no quería recorrer aquel viejo paseo has_ta la estación para verlo partir y añadir unos pocos sollozos a los que ya había en el andén, no gracias, no.
Habían vivido en establos de caballos, en tiendas puntiagudas del ejército todavía con manchas antiguas de sangre, en hoteles de ciudad con doseles sobre la cama, se habían despertado en trastiendas de casuchas donde los barrotes tenían muescas de dientes de punta a pun____________________bellos se echaban hacia atrás y le despejaban la frente. «Es un bebé de los caminos, ¿verdad que sí, Jesse?, ¡un bebé de los caminos!» Por eso sus padres guardaban silencio, incluso con este milagro innegable en la habitación, cada uno pensando en sus cosas, separados por kilómetros de distancia.puesta a prender de nuevo el fuego de la vieja complicidad, como si estuviera a punto de decir: «Vaya, parece que vamos a dejar de correr por los raíles durante un tiempo»; salvo que era más que probable que Reef replicara: «Vaya, cariño, ya ves que se muere de ganas por que le dé un poco de viento en la cara, ¿verdad, Peque?», cogiendo al bebé y haciéndole cabalgar en el aire, a tal velocidad que sus delicados catro de Stray adoptaba una expresión peculiar, una sonrisa más que discansaba tumbado tranquilamente, entre almohadas de plumas y ropa de cama prestada, en una caja de dinamita, perfecta para un bebé porque no tenía clavos que le pincharan, pues se sabía que los clavos atraían la electricidad, de la que había de sobra en esa ladera de la montaña abierta a las tormentas, así que lo que unía la improvisada cuna del bebé eran sólo estacas de madera y pegamento. Al mirar a Jesse, el roslentada, pocas a flores de jardín o a comida casera. Pero ahora vivían en una pequeña y agradable cabaña sobre el Uncompahgre. Jesse desta. A veces olía a polvo y animales, otras a grasa de máquinas reca
Nunca había sido intención de Reef formar parte de una dinas_tía de forajidos. «Pensaba que tenía derecho a vivir una vida normal y corriente, como cualquiera», así lo expresaba él. Eso le hizo pasar algunos días difíciles, porque nunca pudo perdonar no haber tenido más remedio que jugar con las cartas que había recibido. De buena gana habría llevado una vida tranquila y sumisa, y sin aviso previo se la arrebataron, y ahí estaba esa inesperada cuenta pendiente, tanto si quería como si no, ahí estaba…
El fingir que andaba por ahí de juerga le funcionó muy bien du__guien a tal fin.rante un tiempo, lo bastante para irritar a Stray, pero no tanto como para que ella fuera a buscarle o, peor aún, para que contratara a al
Pero finalmente un día, menos de un año después, él hizo un in____________________lla estúpida sonrisa y cara de bobo. Ella se sentó al lado, con Jesse en una mochila india asomándose desde detrás de la espalda de su madre. Stray cruzó los brazos, esperando, como él supo al cabo de un rato, algo parecido a una explicación. Y entonces, le gustara o no, tuvo que ser honesto con ella.diendo la mecha de un par de cartuchos, lo cual era suficiente para volar la caja de derivación de una central eléctrica que suministraba energía a una de las instalaciones que había junto a Ophir…, con aqueno cuando iba a visitar a su hermana Willow, y allí estaba Reef, prentento quizá demasiado cerca de casa, y ella dobló un recodo del cami