– Gracias. Aunque a lo mejor quiero decir: «¿A qué te refieres?».
– Lo decía por las mujeres. ¿Has conocido a alguna que no se ven_da por dinero?
– Dame un par de meses, seguramente apareceré con algo que cues_te menos de un dólar.
Lo que la Sargento dejó claro desde el primer momento es que podían hacer todo lo que pudieran pagarse, pero siempre que se acor__lución de su caso.daran de pedirle permiso antes. Con la excepción de escaparse, claro, aunque a diario ella bajaba con promesas repetidas de la rápida reso
– Bueno, ¿y no sabrá usted por casualidad a qué se debe nuestra presencia aquí? Porque nadie nos lo aclara.
– Hoy está guapísima, si me permite, con ese peinado plateado y el pelo levantado.
– 'Ay, lisonjeros'. Dicen que fue por algo que uno de vosotros hizo hace mucho tiempo, en el Otro Lado.
– Pero, entonces, ¿por qué nos detienen a los dos?
– Sí, ¿y cuál de los dos es?
Ella se limitaba a devolverles la mirada, a uno cada vez, abierta__jeres a veces en la Capital.mente y sin mala disposición, del modo en que suelen hacer las mu
– Debo de ser yo al que quieren -aventuró Frank-, No puedes ser tú, Ewball, eres demasiado joven para tener una cuenta pendiente con la ley.
– Bueno, he participado en algunos sobornos.
– No te meterían aquí por eso.
– Pues si lo tienes tan claro, ¿no deberías estar más preocupado?
Frank se despertó por la mañana temprano tras soñar que viajaba por los aires, muy alto, en un transporte cuyos principios de funcio____________________tido en el horno hasta fundirlo, una quier tentación relacionada con un cuchillo, bolillos recién horneados en rebanadas, cubiertos de judías y queso chihuahua que habían meayuno, compuesto de papayas y limas frías, ya cortadas para evitar cualnamiento le resultaban un misterio, y vio a la Sargento Vásquez de ojos incandescentes en la puerta, sosteniendo una bandeja con el dessalsa casera a base del vigoroso chile local conocido como «Chinganariz», una jarra llena de un com_binado de zumo de naranja, mango y fresa, y café de Vera Cruz con leche caliente y trozos de azúcar sin refinar ya dentro.
– Pues sí que coméis bien -comentó Dwayne Provecho, eligiendo ese momento para asomar la cabeza por la puerta y exhibir un hilo de baba que le caía desde la barbilla a la camisa.
– Claro, Dwayne, ¿quieres un bocado? -Frank vio que la Sargen_to le mandaba un mensaje por heliógrafo ocular desde el pasillo-. Ahora vuelvo…
– A lo mejor no deberías ser tan amable -le aconsejó ella-. Ése va camino de la sombra del 'paredón'.
– Vaya, ¿qué ha hecho?
Ella dejó que pasara un minuto.
– Hacía recados al norte de la frontera. Trabaja para… gente peli_grosa. ¿Has oído hablar del… -bajó la voz y le clavó una mirada que no engañaba a nadie- PLM?
Buf.
– A ver, son esos hermanos Flores Magón, '¿verdad?'…, y también un tal Camilo Arriaga, un tipo de por aquí, ¿me equivoco?
– ¿Camilo? Es 'potosino'. Y los patrones del señor Provecho podrían considerar a los Flores Magón un tanto, cómo decirlo… ¿delicados?
– Pero mírelo ahí. Zampando tan pancho… ¿no le parece dema_siado animado para tratarse de alguien al que van a llevar al paredón?
– Hay dos escuelas de pensamiento. A una le gustaría liberarle, se_guirle, llevar un registro, ver de qué más pueden enterarse. La otra sólo quiere eliminar a un elemento molesto, y cuanto antes, mejor.
– Pero si aquí hay gente que supone una amenaza mucho mayor que el viejo Dwayne, 'muñeca'; algunos llevan más de cincuenta años encerrados, ¿por qué de repente corre esto tanta prisa? ¿Se está pre_parando algo muy gordo, quizás?
– Tus ojos -dijo ella susurrando, como hacía cuando se quedaban solos-. Nunca he visto unos ojos así.
Mira por dónde.
– Sargento, ¿me está diciendo ahora que nunca ha tenido tiempo para mirar a los ojos de un gringo?
La Sargento guardó silencio, haciendo aquellos misteriosos movi_mientos con sus ojos de iris negros que a él le desconcertaban. Ella ya le había advertido, y hasta ahí podía llegar, así que cuando por fin a Dwayne le dio por soltarlo todo, a Frank no le sorprendió tanto.
Dwayne olía a 'caldereros y sus macheteros' de tequila y cerveza en cantidades ignotas, aunque Frank no sabía con certeza cuántos se ha__dor de sus ojos, que se habían tornado incandescentes.bría metido entre pecho y espalda: había demasiada claridad alrede
– Vengo a cumplir una misión -fue su descripción-, concretamen_te a ofrecerte un empleo, pues existe la creencia generalizada, tanto aquí dentro como al otro lado, de que tú, perdona si soy demasiado directo, no eres otro que el Kieselguhr Kid de la leyenda del Salvaje Oeste.
– Menuda tontería, Dwayne, pensaba que eras más espabilado, con todo lo que te has pateado el territorio y demás.
– ¿Eres… un simple ingeniero de minas, nada más?
– Sí, pero por aquí hay muchos tipos que saben utilizar las peli__cantados de entrar en acción, así que cuando salgas de aquí, lo que tienes que hacer es ir a cualquier mina de la Veta Madre, grosas sustancias en las que estás pensando y que también estarían endirigirte a la primera cantina del camino, y antes de que sepas quién paga la si_guiente ronda tendrás las orejas llenas de expertos en demolición muy preparados.
– El trabajo de la mitad de los cuales, hermano, depende de que este viejo porfiriato de por aquí se prolongue para siempre, y lo único que tengo que hacer es equivocarme una sola vez.
– A lo mejor es lo que ya te ha pasado.
– Entonces estoy a tu merced, ¿no?
– Me pregunto si serías tan gracioso con el verdadero Kieselguhr Kid… ¿no mostrarías más respeto, mierda, no le tendrías, yo qué sé, un poco más de miedo?
– Kid, si me permites llamarte así, me paso la vida muerto de miedo.
– Me refería a que debería haber algún resquicio en tu mente que aceptara la posibilidad de que te equivocas de hombre, ¿no?
– Los federales tienen fotos, las he visto.
– Nadie se parece a las fotos de la poli, a estas alturas deberías sa_berlo.
– También hablé con el Hermano Disco en Telluride. Predijo que estarías aquí, y también en compañía de quién.
– ¿Ellmore cree que yo soy el Kid?
– Ellmore dice que ésa es la única razón por la que Bob Meldrum no te agujereó de buenas a primeras en cuanto te vio.
– ¿Que yo asusté a Bob el Gatillo?
– Se trata más bien de cortesía profesional -comentó Dwayne Pro__trarte que todo está en regla, esta noche nos fugamos.vecho con cierta familiaridad experimentada-. Y sólo para demos
– Justo ahora que esto empezaba a gustarme. ¿Por qué no te vas solo?
– Porque aquí todos creen que eres el Kieselguhr Kid y esperan que te fugues.
– Pero no lo soy.
– Pero es posible que, un día de éstos, algún culo inquieto de por aquí no resista la tentación de hundirte su 'cuchillo' en el corazón, sólo por la gloria que le reportará.
– Lo has dicho con mucho tacto -comentó Ewball entrando en la conversación-, aunque, la verdad, me parece que ha llegado la hora de ponerse en marcha, Frank.
– ¿Tú también? Creía que tu gente iba a comprarnos la libertad.
– Y yo también lo creía…, durante un tiempo.
– Oh, oh.
Con linternas sordas, entraron en un pasillo abovedado de pare_des lisas. Más adelante aparecieron unas figuras blancas cuyas sombras sacudían la cabeza.
– Oh, no -dijo Ewball.
– No os va a dar asco, ¿verdad que no? -preguntó el previsor Dway_ne-. Chicos, os presento a las 'momias'.