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Cuando la puerta se abrió de par en par, Lew vio una cama, una silla y una mesa, y se fijó en la llamativa ausencia de más muebles, algo que en otras circunstancias le habría entristecido, pero que ahí fue ca_paz de reconocer, al instante, como perfecto.

– Hershel, no sé cómo voy a darte la propina.

Hershel sacó un billete y dijo:

– Propina inversa. Tráigame una botella de Oíd Gideon y un poco de hielo. La vuelta, se la queda. Aprenda a ser frugal. ¿Empieza a en_tender el acuerdo?

– ¿Pago con mis servicios?

– Eso, y puede que también con algo de ilusionismo. Desaparece como un elfo por no se sabe dónde, cuanto más profesionalmente me_jor, y cuando reaparece tiene el licor, por no mencionar el hielo; fácil de entender.

– ¿Dónde estarás tú?

– Soy un botones, señor Basnight, no un huésped. Un huésped no puede estar en muchos sitios, pero un botones puede andar por cual_quier parte del establecimiento.

Encontrar el bourbon para Hershel fue coser y cantar, lo vendían en todas las puertas que daban a la calle, desde las tiendas de artícu____________________ba, desde el límite de su conciencia, como un tranvía en la lejanía de la ciudad, y que le hacían una invitación fatídica, tal vez peligrosa, a subir y dejarse llevar a zonas desconocidas…ras que no resultaba fácil comprenderlas, tramitadas en idiomas que no siempre entendía, hasta que empezó a sentir que algo se le aproximadoselo como una señal de que lo aceptaban, Lew siguió cumpliendo las tareas que le asignaban, algunas normales y corrientes, otras tan rapeando repetidamente a Lew con una «vara del recuerdo». Tománlos de confección hasta las consultas de dentistas, y todos rechazaron con aspavientos el billete de Hershel, extrañamente encantados de que Lew abriera cuenta con ellos. Cuando por fin encontró al botones, el hielo se había fundido. No se sabe cómo, la noticia llegó a Drave, quien se divirtió de lo lindo, se diría casi que como un desquiciado, gol

A lo largo de todo el invierno, que se asemejó a cualquier invier____________________recía proceder de una inmolación nocturna que ardía en ascuas como si en cualquier momento fuese a estallar en llamas vivas.vaba un espejismo del centro de Chicago, convertido en una especie de acrópolis chillona, cuya luz, combada hacia el rojo del espectro, pacia la nada su cuenta bancaria, asaltado, tanto en el sueño como en la vigilia, por visiones excepcionalmente vividas de Troth, teñidas todas ellas de una ternura que nunca había percibido durante su vida real juntos. Por la ventana, en la lejanía, contradiciendo la llanura, se eleno de Chicago, es decir, una versión bajo cero del Infierno, Lew vivió tan frugalmente como le fue posible, observando cómo menguaba ha

De vez en cuando, sin anunciarse, se presentaba Drave para com_probar los avances de Lew.

– En primer lugar -le avisó-, no puedo hablar en nombre de Dios, pero su esposa no va a perdonarle. Nunca volverá. Si por un momen_to ha creído que ésa sería su recompensa por estar aquí, tendrá que replantearse las cosas.

A Lew empezaron a dolerle las plantas de los pies, como si qui_sieran que las llevaran hasta el centro de la Tierra.

– ¿Y si estuviera dispuesto a hacer lo que fuera para recuperarla?

– ¿Se refiere a una penitencia? La cumplirá de todos modos. ¿No es usted católico, señor Basnight?

– Soy presbiteriano.

– Mucha gente cree que hay una correlación matemática entre el pecado, la penitencia y la redención. A más pecado, más penitencia, y así sucesivamente. Nosotros siempre hemos sostenido que esa relación no existe. Todas las variables son independientes. Uno no hace peniten_cia por haber pecado, sino porque es su destino. Uno no se redime por haber hecho penitencia, sino porque sucede; o no sucede.

»No se trata de nada sobrenatural. La mayoría de la gente tiene una rueda rodando en lo alto, sobre un cable, o unos rieles en la ca_lle, una especie de guía o surco, que los mantiene moviéndose en el sentido de su destino. Pero usted se empecina en ir dando bandazos a su aire. Evita la penitencia y, por tanto, la definición.

– He perdido mi tranvía, y ando desnortado. Y usted intenta ayu_darme a volver al modo en que vive la mayoría, ¿se trata de eso?

– «La mayoría» -repitió Drave sin levantar la voz, aunque Lew se sobresaltó como si lo hubiera hecho- es obediente y boba como un buey. Delirium significa literalmente salirse del surco que uno ha esta_do arando. Considérelo como una especie de delirio productivo.

– ¿Y qué hago con eso?

– ¿Es que no lo quiere?

– ¿Usted lo querría?

– No sabría decirle. Tal vez.

Llegó la primavera, en las calles y parques apareció gente sobre ruedas, con chillonas medias de rayas y gorras «Scorcher» de largo pico. Los vientos del lago eran suaves. Reaparecieron los parasoles y las mi____________________cio, y se rumoreaba que vivía en Lake Shore Drive, en algún punto al norte de Oak Street. Con un vicepresidente de algo.bía vuelto a casar en cuanto se dictó la sentencia definitiva de divorradas de reojo. Troth hacía mucho que se había ido; al parecer, se ha

Una mañana suave y anodina de un día de entre semana en Chi____________________vaído por el humo que empezaba a iluminar Chicago.ta en sueños, que no podía atribuirse de buenas a primeras al sol desperaba en las plantas más altas de los recién estrenados «rascacielos» de estructura de acero. Los caballos se movían por su propio tiempo y espacio. Unos pasajeros resoplaban, se rascaban y leían el periódico, a veces todo a la vez, mientras otros imaginaban que podían volver a sumirse en una especie de sueño vertical. Lew vio a su alrededor una luminosidad hasta entonces desconocida para él, ni siquiera entrevisban más espacio en el tranvía del que hubieran soñado las alas de los ángeles, y tenían sentimientos contradictorios sobre lo que les esban palabras. Las jóvenes amanuenses lucían pequeños sombreros de paja Leghorn y blusas de rayas con enormes hombreras que ocupados en gris. Un paraguas cerrado abollaba un bombín, se intercambiacado, y que más tarde consideraría como un estado de gracia. A pesar de la aciaga historia del tránsito rápido en esta ciudad, del abandono empresarial y de la alta probabilidad de colisión, herida y muerte, la obertura de aquella mañana laborable resonaba tan estruendosa como siempre. Los hombres se acicalaban los bigotes con dedos enguantamió, por un fugaz instante, en un estado que no recordaba haber buscago, Lew se encontró por casualidad en un transporte público, con la cabeza y los ojos inclinados hacia nada en particular, cuando se su

Comprendió que las cosas eran exactamente lo que eran. Y eso le pareció más de lo que podía soportar.

Debió de apearse y entrar en un estanco. Era esa hora temprana en la que, en los estancos de toda la ciudad, los chicos recogen los la__tar haciendo un gesto con la cabeza hacia lo expuesto:drillos que han dejado toda la noche empapándose en cubos de agua y los colocan en las vitrinas para mantener humidificado el inventario. Un individuo gordo y pulcro estaba en la tienda comprando puros nacionales. Miró a Lew un rato, casi examinándole, antes de pregun

– A esa caja del estante de abajo… ¿cuántos colorado-claros le que_dan? Responda sin mirar, a ver.

– Diecisiete -respondió Lew sin que el otro pudiera detectar la menor vacilación.

– Ya sabrá que no todo el mundo es capaz de hacer eso.

– ¿El qué?

– Fijarse en las cosas. ¿Qué era lo que acaba de pasar por delante del escaparate?