En las profundidades de la calcita, sin tener que esperar demasia_do, vio, o, según diría más adelante, le pareció ver, a Sloat Fresno y el lugar exacto donde tenía que estar. Sin embargo, no recibió ningún mensaje parecido sobre Deuce. Un par de años después, cuando se encontró con Ewball y se lo contó, éste frunció el ceño en un gesto levemente malicioso.
– ¿No debería haber sido, no sé, algo más espiritual? ¿Una profun_da sabiduría, una verdad antigua, una luz del más allá, y no sólo un vulgar tiroteo de cantina? Pues me parece poca cosa para un cristal mágico, ¿no?
– Lo que dijo el indio fue que alguien, no importaba quién (aun_que fuiste tú, 'compinche'), salvó su vida y la de las mujeres, y que eso no era tanto un trozo real de espato cuanto la idea de dos mitades ge_melas, de un equilibrio entre las vidas y las muertes.
– Así que todavía tienes dos muertes más esperando: una sería la de Deuce, y, si yo contara algo en esto, la otra tendría que ser la del viejo Huerta, porque ese hijoputa sigue por ahí jodiéndoles la vida a todos.
– ¿Tienes hambre? -preguntó El Espinera.
Frank miró a su alrededor y, para variar, no vio nada comestible en un radio de unos trescientos kilómetros.
– ¿Ves aquel conejo?
– No.
El Espinera sacó de su bolso una vara decolorada por el sol con un elegante combado en la punta, la levantó, miró a lo lejos y la lanzó.
– ¿Lo ves ahora?
– Allí está. ¿Cómo lo has hecho?
– Te has acostumbrado a ver las cosas muertas mejor que las vivas. Como todos los shabótshi. Te hace falta ejercitar la mirada.
Después de comer, Frank les pasó a los demás el último cigarrillo que le quedaba. Las mujeres se apartaron para fumar en privado. El Espinera buscó entre sus pertenencias y sacó una especie de tentem_pié vegetariano.
– Cómete esto.
– ¿Qué es?
– Hikuli.
Parecía lo que en el norte llamaban «cactus globo». Según El Espinero, la planta todavía estaba viva. Frank no recordaba haber comi_do nada que estuviera vivo jamás.
– ¿Para qué sirve?
– Es una medicina. Cura.
– ¿Qué cura?
– Esto -dijo El Espinera, con un gesto sobrio de la mano que se_ñalaba toda la circunferencia visible del cruel llano.
No sintió nada durante un rato, pero cuando hizo efecto, Frank se vio empujado fuera de sí mismo, no sólo de su cuerpo mediante una vomitera espectacular, sino de todo lo demás que creía ser, lejos de su mente, de su país y su familia, de su alma misma.
En cierto momento se encontró en el aire, cogido de la mano de la joven Estrella, volando bastante rápido, a baja altura, sobre el campo iluminado por las estrellas. El largo cabello de la chica se agitaba por detrás de ella. Frank, que nunca había volado, quería girar a izquierda o derecha una y otra vez para explorar arroyos llenos de una oscuridad líquida y temblorosa, cactus altos y dramas de persecución depredatoria y demás, todo lo cual, de vez en cuando, también parecía resplan__nudo, sabía adonde tenían que ir, y al cabo de un rato él comprendió que ella le guiaba, así que se relajó y voló a su lado.decer en esos colores peculiares, pero lo chica, que había volado a me
Más tarde, en el suelo o, más bien, por extraño que parezca, de_bajo del suelo, se encontró vagando por un laberinto de piedra de una cueva a otra, oprimido por una sensación creciente de peligro, y cada vez que elegía una bifurcación, pensando que le llevaría al aire libre, no hacía sino adentrarse más en las profundidades, y al rato estaba ya al borde del pánico.
– No -dijo la chica con cuidado, calmándole con una inexplica__do. Encuéntralo, y cuando lo hagas, procura recordar dónde está.ble claridad de tacto-, no tengas miedo. Ellos quieren que te asustes, pero no debes darles lo que quieren. Tienes poder para no sentir mie
Aunque seguía siendo la Estrella tarahumara, al mismo tiempo también se había convertido en Estrella Briggs.
Llegaron a una cueva donde llovía, una lluvia suave pero persis____________________ginal que había creado también al desierto…sierto del sudoeste, agua vaporosa y gris, que no procedía de ningún manantial del interior de la montaña ni de nubes de fuera justo por encima, sino que era una consecuencia del pecado, crimen o error oritente. Dentro de esa cueva, le explicó ella, cayendo sin parar durante miles de años, estaba toda la lluvia que debería haber caído en el de
– Me parece que no es así -objetó Frank-, el desierto es algo que ha evolucionado a lo largo del tiempo geológico; no el castigo perso_nal de nadie.
– Hace mucho, antes del principio de todo eso, cuando ellos esta_ban diseñando el mundo…
– «Ellos.»
– «Ellos.» La intención era que hubiera agua por todas partes, li_bre para todos. Era la vida. Entonces algunos se hicieron avariciosos.
Le contó a Frank cómo se creó el desierto, para que hicieran pe__gara por siempre jamás sin encontrarla. Las historias que corrían sobre minas de oro y plata hechizadas hablaban en realidad, la mitad de las veces, sobre esta cueva oculta de agua de lluvia, preciosa más allá de todo precio, pero los viejos locos del desierto pensaban que tenían que contarlo en una especie de código, que había otros escuchando nitencia en él. Y por eso, para equilibrarlo, en algún sitio, oculta entre los incontables kilómetros de tierra yerma, estaba esta única cueva, llena de agua que caía eternamente. Si alguien quería buscarla, vaya, desde luego que era bienvenido, aunque lo más probable es que vay que decir nada en voz alta sólo serviría para que el lugar se volvie_ra todavía más remoto, que fuera incluso peligroso acercarse…
En ningún momento de la explicación pensó Frank que estuvie__periencias a las que no había sabido encontrar ninguna utilidad.se soñando, probablemente porque apenas se acordaba de sus sueños o apenas les prestaba atención cuando sí los recordaba. Aunque todo eso tenía la inmediatez tensa del México diurno en su disputa actual con su historia, algún día quedaría también relegado al registro de las ex
Volvieron al campamento del desierto envueltos en un remolino de colores que giraban, entre ellos el magenta, el turquesa apagado y un serpenteante y peculiarmente pálido violeta, que aparecía no sólo alrededor de los contornos sino también borroso y sangrado en su interior, lo cual permitía atisbar de vez en cuando una banda ais____________________ría otros mundos, ciudades míticas en el horizonte…go de kilómetros, sumidas en un aire calmo de tal pureza que, con esta última luz nacida de su propia espesura gélida, empezaba a volver borrosas las lejanas montañas convirtiéndolas en un esbozo que sugelada de figuras solitarias en la pradera, hacia el ocaso, un ocaso cuyas profundidades incólumes se extendían barridas por el viento a lo lar
Frank sabía que la mujer de El Espinera no era ni muda ni tími____________________nor disposición a compartir la razón con él.razón latiente de lo que fuera que hubiese traído a la familia al sur, al peligro del ejército mexicano, pero ninguno de ellos mostró la mepaz de explicarlo, Frank tenía la certeza de que ella era el invisible cogua tarahumara entre los tres, pero a él nunca le dirigía la palabra, sólo le miraba con comprensión y franqueza, como si hubiera algo muy obvio que él debería ver, algo de lo que quería hablarle pero que, por alguna razón, por algún imperativo del espíritu, no podía. Sin ser cada, pues había oído varias y animadas conversaciones en, suponía, len
Llegaron a una bifurcación casi invisible, y el grupo de tarahuma_ras giró hacia el oeste, hacia la Sierra Madre.
Frank sonrió a Estrella.
– Espero que encuentres al hombre apropiado.
– Me alegro de que no fueras tú -dijo-. Eres un buen hombre, pero un poco asqueroso, con todo ese pelo que te crece en la cara, y siem_pre hueles como a café.