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Sin embargo, su comentario había sumido a los Chicos en un mu__bía cruzado la mitad de un cercano puente ornamental cuando Chick Counterfly se recuperó lo suficiente para gritar:tismo casi paralizado, bastante desproporcionado ante lo que parecía tan sólo una broma desagradecida por razones que ninguno de ellos, si se les hubiera presionado, habría podido explicar. El chaval ya ha

– Eh, ¡espera un momento!

– Tengo cosas que hacé -respondió el joven-, así que date prisa.

– Has dicho «máquina del tiempo», ¿a qué te referías?

– A na. -Pero sus pies dijeron otra cosa.

– Tenemos que hablar de eso. ¿Dónde podemos encontrarte?

– Ahora tengo recaos que hacé. Ya volveré. -Antes de que Chick pudiera decir nada, el impertinente nuncio se había desvanecido en el entorno silvestre.

– Intentaba decirnos algo, creedme, yo de estas cosas me doy cuen____________________gativas-, Tendríamos que buscar un juez, conseguir un mandato y hacer que el chaval suelte todo lo que sabe.rante la reunión plenaria que seguía a la Revista Vespertina. El conflictivo chico, tras convertirse recientemente en Oficial Jurídico de la Nave, anhelaba explorar y, si era posible, abusar de sus nuevas prerrota enseguida -dijo con el ceño fruncido Darby Suckling más tarde, du

– Es más probable -supuso Lindsay- que el jeu d'esprit especulati__niendo que lea, es sin duda unvo del señor H.G. Wells sobre el tema haya sido adulterado con fines lucrativos por las «novelas baratas», de las que nuestro visitante, supo habitué.

– Pero esto -dijo Randolph haciendo un gesto con la única hoja que el joven había entregado- lo ha firmado el Comando Supremo de los Chicos del Azar. Sobre el que, de hecho, llevan años corriendo ru__gar el tema con él.mores de un programa de alto secreto, relacionado en cierto modo con el viaje en el tiempo. Por lo que sabemos, ese chico podría ser un empleado discontinuo del Comando, quizá no del todo satisfecho, y su curioso comentario podría ser una invitación cifrada para investi

– Si sus gustos alcohólicos resultan tan baratos como sus hábitos de lectura -dijo Lindsay, que era el Tesorero de la Unidad-, podríamos tener bastante, en nuestro fondo destinado a la compra de informa_ción, para un vasito de cerveza.

– Eehhnniii, pues emite otro cheque del Préstamo Nacional -se burló alegremente Darby-. Los peces gordos le pondrán el sello de goma como siempre, y a lo mejor nos ayuda a descubrir qué es lo que no quieren que sepamos.

En días venideros recordaría esas palabras con cierta amargura, cuando el pequeño grupo se había embarcado ya en una expedición fatídica que, cada uno de ellos a su modo, hubiera preferido no em_prender.

Fiel a su palabra, el mensajero, un tal «Tapón» Loafsley, volvió al día siguiente con instrucciones profusas y pormenorizadas para llegar a su cuartel general personal, el Lollipop Lounge, que resultó ser un burdel infantil en el Tenderloin, uno de los diversos locales que dirigía Tapón como parte de un sórdido imperio, que incluía fumaderos de opio para chavales repartidores de periódicos y rifas clandestinas en catequesis. Lindsay Noseworth, al oírlo, «se subió por las paredes».

– Tenemos que poner fin inmediatamente a toda relación con el pequeño monstruo. Aquí está en juego nuestra supervivencia moral, ni más ni menos.

– Si se encara en un espíritu de investigación científica -propuso Chick Counterfly con tono tranquilizador-, no tengo nada que ob__ven Loafsley en cualquier antro o pocilga corrupta que él tenga a bien llamar oficina.jetar por mi parte, por más repugnante que sea, a reunirme con el jo

– Y puede que sea mejor que me pegue como carabina -sugirió Darby Suckling.

¿Se intercambiaron miradas de complicidad? Las versiones difie____________________ción, por no decir que tendía a lo fornido. Algo glandular, se diría.ta de hierro corroído, vigilada por lo que debía de ser un niño, salvo por los dos metros treinta de altura, con una masa corporal en proporronados con bombines gris perla, se introdujeron en el Tenderloin, siguiendo las indicaciones que el joven Loafsley les había dado, y al poco se encontraron sumergidos en la oscura topografía del Vicio más de lo que ninguno habría creído posible, hasta que llegaron, cerca de medianoche, rodeados de una niebla densa de muelle, ante una puerdos con conjuntos a juego de cuadros añiles y amarillos mostaza, coren. En cualquier caso, avanzada esa tarde, los dos tripulantes, atavia

Recolocándose su gorra, del tamaño de una bañera, en un ángu_lo más autoritario:

– Caballeros, me llaman Pequeñín, ¿en qué puedo servirles?

– Procura no pisarnos -murmuró Darby.

– Tenemos una cita con Tapón -dijo Chick en tono apaciguador.

– ¡Sois los Chicos Delazar! -exclamó el descomunal «gorila»-. Eh, es todo un honorazo conoceros, me leo todo lo vuestro, es demasiao, todos sois chachis, menos a lo mejó ese tal Nosewoit, de él no me fío tanto.

– Se lo diremos -respondió Darby.

En cuanto entraron, los alcanzó de pleno una poderosa ráfaga poliaromática, como si saliera exhalada de los pulmones corruptos de la Depravación en persona, que incluía vapores de alcohol, humo de ta____________________lentadas y pólvora recién quemada. Una pequeña banda, afianzada en un saxo contrabajo y que también incluía una trompeta de varas, una mandola y un ruidoso piano barato, tocaba «rag» incansablemente en algún lugar tras un muro protector del humo de múltiples capas. En las tinieblas, se deslizaban por todas partes huríes prepuberescentes, más o menos ligeras de ropa, bailando solas o con clientes, o entre ellas, que atrajeron las miradas valorativas, por no decir hipnotizadas, de Darby.raban de modo prominente el opopónaco y la verbena, con indicios más oscuros de eyecciones corporales, aleaciones metálicas sobrecabaco y cáñamo, un amplio espectro de aromas baratos en el que figu

Una chántense regordeta y vigorosa de unas diez primaveras, y de un rubio incandescente, surgió de un hueco del fondo luciendo un vestido de lentejuelas de oro artificial que iban cosidas no a una tela subyacente sino, sólo y precariamente, entre ellas, lo que le daba un aire turbio más llamativo incluso que la desnudez integral, y, acompañada por la diminuta orquesta de «jazz», cantó:

Nos miran con desdén en los barrios pijos, nos desprecian en los malos por canijos, nos conocen por toda la ciudad como los Chicos de la Noche, y las chicas del Bowery parecen vírgenes y florecitas comparadas con nosotros, ¡pobrecitas!

Siéntate a tomar una copa o échate un baile, mindundi, y aunque la mojigata señorita Grundy desconfíe, trae a tu esposa y a tus hijos, y a tus sobrinos más tiernos (les gustará) pasar una noche ¡en la Cocina del Infierno!

– Chicos, si os hace «tilín» cualquiera de estos de aquí, eh, sólo te_néis que decirlo y veremos qué se pué hacé -ofreció Tapón.

– Pues ahora que lo dices… -empezó Darby mirando a la «ave can_tora» menor de edad, pero le interrumpió Chick Counterfly.

– Algo que mencionaste el otro día…

– Sí, ¿sí? Sólo soy un niño, no me acuerdo de to, ¿a que no?

– Algo así como que lo único que te hacía falta era una «máqui_na del tiempo»…

– ¿Y? ¿A quién no le gustaría tené una?

– En realidad -se explayó Darby-, fue el modo en que dijiste «la máquina del tiempo». Casi como si supieras de la existencia de una concreta, en algún sitio.

– ¿Trabajáis para la pasma o algo así?

– En esto podría haber una bonita propina, Tapón -comentó Chick como el que no quiere la cosa.

– ¿Ah, sí? ¿Como cuánto de bonita?

Chick sacó un sobre lleno de billetes, que el joven delincuente sólo pudo abstenerse de tocar con un esfuerzo visible, pero que sopesó con rayos oculares tan sensibles como una balanza de laboratorio.