El tiempo no es que transcurriera sino que se volvió menos im__necido reaparecía procedente del espacio desalojado, ahora bañado en matices de albaricoque y aguamarina.portante. Al final, Chick vio que el «contacto» recientemente desva
– Otra vez aquí.
– Es un pequeño truco del oficio. Tenía que comprobar hasta qué punto sois serios -dijo Alonzo Meatman (pues era él).
– Puede que yo sólo sea más vago que mis acompañantes. Ellos tienen una noche de diversión por delante. Yo sólo quería sentarme un rato y relajarme.
– Me he fijado en que no has tocado la cerveza.
– ¿Ah, sí?
– Bien visto. Déjame que te invite a algo, Horst puede preparar lo que quieras, nadie le ha sorprendido desde la PC1VT, y ni siquiera en_tonces, me atrevería a decir.
– ¿Desde la…?
– Primera Conferencia Internacional sobre el Viaje en el Tiempo, y menuda parranda fue aquélla.
Habían asistido todos los que contaban en el mundo de la cien_cia y la filosofía: Niels Bohr, Ernst Mach, el joven Einstein, el Doctor Spengler y hasta el señor Wells en persona. El Profesor J.M.E. McTaggart de Cambridge, Inglaterra, dio una breve charla en la que rechazó por completo la existencia misma del Tiempo, como algo demasiado ridículo para dedicarle la menor reflexión, independientemente de su estatus como fenómeno asumido por todas las creencias.
Una reunión brillante, se diría, una colaboración de las mejores mentes del mundo en esa difícil cuestión, de hecho paradójica, que debía servir para construir una Máquina del Tiempo que funcionara (tal era el optimismo wellsiano de la época) antes de que acabara el siglo…, pero no fue así como las sesiones se desarrollaron. Desde las iniciales discusiones sobre cuestiones que los no especialistas habrían juzgado triviales, los debates se habían transformado con pasmosa ra__pos escindidos y las facciones. Las celebridades en las que se habían depositado tantas esperanzas no tardaron en marcharse, ya fuera en tren de vapor o en eléctrico interurbano, a caballo o en aeronave, por lo general farfullando para sus adentros. Se plantearon duelos, que se libraron y resolvieron, casi siempre, sin derramamiento de sangre…, salvo en el desgraciado asunto del McTaggartite, el neoagustiniano, y el fatal pudín al vapor.pidez en una guerra académica en toda regla, y proliferaron los, gru
– Las discusiones sobre la naturaleza de la realidad cuyo resultado depende de las apuestas -en palabras del Juez Forense del Condado- raramente concluyen felizmente, sobre todo aquí, a la vista de la dis_tancia vertical incluida…
Durante días, mientras el funesto encuentro fue un tema de coti____________________cinación entre los cuerdos y los trastornados.tros de altura, era la estructura más alta visible en cualquier dirección hacia la curvatura de la Tierra, famoso en la zona por ejercer igual faslleo, los conferenciantes su cuidaron de encontrar disculpas para no acercarse demasiado al Viejo Campanario de Estearina, inspirado en el Campanile de la Piazza San Marco de Venecia, que, con sus cien me
– Sin saberlo, llevas entre ellos desde que llegaste -decía Alonzo Meatman-. No hay forma de descubrirlos, a no ser que ellos así lo decidan.
– Pero en tu caso, ellos han decidido…
– Sí, y «deciden» y «decidirán», tal vez incluso en lo que a ti res_pecta, si tienes suerte, pero ¿y eso qué importa?
Chick observó al joven Meatman. Con claridad, clásicamente, se ajustaba a lo que un homeópata llamaría «el tipo lycopodium». Por no se sabe qué razón, la organización de los Chicos los atraía en gran nú__ta, y no por valentía sino por desesperación, como el único remedio que conocían para combatir la cobardía que les corroía por dentro. Este Meatman, era evidente, había ascendido muy alto en la noche, hasta una vulnerabilidad a los peligros de la tormenta que pocos podían envidiar.mero. Llevaban el miedo inscrito en cada célula. Miedo a la noche, a ser perseguidos, al fracaso, a otros asuntos que no podrían nombrarse a la ligera. Eran los primeros en subir a los aparejos durante una tormen
– Tranquilo, hermano de los cielos -respondió Chick-, Lo único que sé es cuánto me cuesta esta noche abordarte, a mucho más no lle_garía mi presupuesto.
El joven Meatman pareció apaciguado.
– Mira, no debes tomártelo como una traición…, o no sólo como una traición.
– ¡No me digas! ¿Y como qué más?
Es posible que vacilara un poco, pero no tanto como para pare_cer inexperto.
– La oferta más extraordinaria de Liberación que se nos ha plan_teado desde…, desde aquella Promesa que se nos hizo hace tanto…
Chick tuvo la fugaz visión del pasillo de un barco en alguna par_te, tal vez dentro de una gigantesca aeronave del futuro, atestado de cuerpos resucitados de todos los tiempos, con sonrisas aturdidas y ex_tremidades descubiertas que se enredaban, una multitud de visitantes recién llegados de todos los periodos de los dos milenios anteriores, que tenían que ser alimentados, vestidos, acogidos, y a los que había que explicar, por no mencionar justificar, una pesadilla administrativa que le había correspondido a él resolver. Sostenía en la mano una especie de megáfono moderno.
– ¿Así que es esto? -Su propia voz le sonó desconocida. No se le ocurrió otra cosa que decir. Todos le estaban mirando, esperando algo.
Ahora, en la Ball in Hand, se limitó a encogerse de hombros.
– Supongo que estoy preparado.
– Vamos.
Alonzo sacó a Chick de la taberna y lo condujo por el campus nocturno, luego atravesaron una amenazadora puerta gótica y descen____________________llas de asfalto esparcidas y rotas por el suelo. Fragmentos de cristales que centelleaban bajo la luz tenue. Más cerca, líneas de alimentación del interurbano zumbaban y escupían inquietas, y más allá, en la calle, una jauría de perros entraba y salía de la penumbra húmeda de las farolas.cuidados acabados eran una prueba visible del espíritu de premura y avaricia con el que habían sido erigidas hacía apenas unos años. Tabliladas casas adosadas, ya a medio camino de la demolición, cuyos desrolas eléctricas de las partes más «respetables» de la ciudad, de las que, al parecer, a cada paso que daban se alejaban más rápido, de una forma extraña y desproporcionada. Al final salieron a una calle de destartadieron de nuevo hacia los límites septentrionales de la Universidad, una zona de alojamientos estudiantiles baratos que lindaba con unos prados aborígenes sin iluminar; las calles que recorrían se iban haciendo cada vez más estrechas y estaban iluminadas con gas en lugar de con las fa
Alonzo parecía esperar algún comentario sobre el barrio.
– No queremos llamar mucho la atención, ¿sabes?, al menos por ahora. Cuando un número de gente suficiente descubra que nos ne_cesita y empiece a buscarnos, tal vez nos mudemos a algún sitio más grande, que esté más cerca de la ciudad. Mientras tanto…
– Discreción -supuso Chick.
El rostro del joven recuperó su habitual petulancia.
– Ni siquiera eso. No les asusta nada de lo que «este» mundo pue_da servirse para hacerles frente. Ya lo verás.
Más tarde Chick no podría sustraerse a la impresión, más profun__quicamente. Era como si, de algún modo, lasda de lo que le hubiera gustado admitir, de que le habían alterado psí expresiones positivas de si____________________do que parecía preferir a las molestas exigencias de lo cotidiano.bra una herramienta devuelta a su armario al final de la tarea, un estapañante en cuanto atravesaron el umbraclass="underline" una relajación que el joven Meatman ni se molestaba en disimular, como si, una vez entregado Chick, pudiera retirarse sin que lo incordiaran a la quietud que recotemáticamente, sin inquietar al reino de una oscuridad indiferente. Más inquietante aún era el cambio que se había producido en su acomció la escalofriante sospecha de que ahí dentro lo que parecía luz de lámpara no lo era, de que a través de algún medio sobrenatural su sentido óptico estaba siendo interferido desde fuera y engañado siscusión no del todo acompasada de pasos humanos. En su interior crecio, tal vez de años, sin una voz viva, ni un acorde de música, ni la perlencio y ausencia se utilizaran contra él, y no podía evitar la conclusión de que, a pesar de los signos convencionales de que había inquilinos, todas las habitaciones estaban, de hecho, vacías. Se sintió oprimido por una pátina claramente visible de falta de uso, no sólo por el polvo, que lo cubría todo, sino también por la sensación de un prolongado silen