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– Sólo tenemos de ésos, son nuestra especialidad, somos la capital de los rayos en bola de Estados Unidos.

– Creía que era East Moline.

– ¿Está pensando en quedarse un tiempo por aquí?

Antes de acabar la semana, Merle tuvo su primer y, tal como fue__tura dentro.ron las cosas, último trabajo con rayos en bola. El fenómeno eléctrico estaba rondando la primera planta de una granja, persistente como un fantasma. Merle llevaba consigo todo el equipo que se le ocurrió: barra de descarga en cobre, cables y una jaula aislante, que montó en el acto y enganchó a una pila de sal amoniacal para intentar atrapar la cria

El rayo en bola se movía por las habitaciones, recorría el pasillo arriba y abajo, y él lo vigilaba atenta y pacientemente. Merle no hizo movimientos amenazadores. Le recordaba a un animal nocturno salva____________________bar y dijo:paraban notas. Merle creyó que sentía un poco de calor y, como era de esperar, se le había erizado el pelo. Tenía ciertas dudas acerca de si debía entablar conversación, pues no parecía que ese rayo en bola pudiera hablar, al menos no como los humanos. Por fin decidió probaba como todos los días. Las gallinas picoteaban por el patio y comfiar el uno en el otro. Tras la ventana con cortinas, la larga hierba silje que fuera especialmente cauteloso en la cercanía de humanos. Poco a poco se fue aproximando, hasta que al fin lo tuvo ante las narices, girando despacio, y entonces ambos se quedaron así un rato, en la pequeña casa de madera, cerca, como si estuvieran aprendiendo a con

– Mira, no pretendo hacerte ningún daño, y espero que me de_vuelvas el favor.

Para su sorpresa, el rayo en bola respondió, aunque no en voz alta:

– Me parece justo. Me llamo Skip, ¿y tú?

– Encantado, Skip. Yo me llamo Merle -dijo Merle.

– No me mandes al suelo, ahí no hay diversión.

– Muy bien.

– Y olvídate de esa jaula.

– Trato hecho.

Poco a poco se hicieron colegas. Desde entonces, el rayo en bola, o Skip, nunca andaba muy lejos de Merle. Este comprendió que aho__gustara ara tenía que respetar un código de comportamiento cuyos detalles se le escapaban casi por completo. Cualquier pequeña infracción que dis Skip podía alejar al fenómeno eléctrico, tal vez para siempre, tal vez no sin antes freír a Merle en el sitio, no lo sabía. Al princi_pio, a Dally le pareció que su padre había perdido la cabeza y no se le ocurría cómo iba a recuperarla.

– Otros niños tienen hermanas y hermanos -comentó con caute_la-, ¿qué es esto?

– Un poco lo mismo, aunque…

– Diferente, sí, pero…

– Si le dieras una oportunidad, él…

– ¿«Él»? Ya, claro, tú siempre has querido un chico.

– Tiro errado, Dahlia. Y no tienes ni idea de lo que siempre he querido.

Ella tuvo que reconocer que el pequeño Skip era un tipo atento: les encendía los fogones en un abrir y cerrar de ojos, le encendía los puros a Merle, se metía en el farol ferroviario que colgaba de la par_te de atrás de la carreta cuando tenían que viajar en la oscuridad. Al cabo de un tiempo, algunas noches, cuando ella se quedaba leyendo hasta tarde, ahí estaba Skip, a su lado, iluminándole la página, oscilan_do suavemente, como si él también siguiera la lectura.

Hasta que una noche, durante una feroz tormenta eléctrica que se abatió en algún lugar de Kansas…

– Me están llamando -dijo Skip-, tengo que irme.

– ¿Tu familia? -aventuró Dally.

– Resulta difícil de explicar.

– Estabas empezando a caerme bien. ¿Hay alguna posibilidad de…?

– ¿De que vuelva? Uno es como si se sumiera en el todo, así va la cosa, de manera que, de hecho, ya no existiré.

– Supongo que entonces más vale que te mande un beso, ¿verdad?

Durante los meses siguientes, ella pasó más tiempo que nunca pensando en hermanos y hermanas, y en si Erlys y Zombini el Mis__mientos con su padre.terioso habrían tenido algún hijo más, y cuántos, y cómo se viviría en ese hogar. Nunca se le pasó por la cabeza no compartir esos pensa

– Mira -dijo Merle sacando un tarro de encurtidos y echando den__porte como un idiota, echaré otra. En algún momento reuniremos la cantidad que te lleve a donde ella esté.tro una moneda de veinticinco centavos-, fíjate, cada vez que me com

– No tardaremos más de un par de días, calculo.

En uno de sus últimos días en las praderas, el viento soplaba en el alto pasto indio, y su padre dijo:

– Ahí tienes tu oro, Dahlia, el verdadero.

Como siempre, ella le lanzó una mirada inquisitiva, sabedora a esas alturas de que era un alquimista, y de que nadie en ese escurridizo círculo hablaba con claridad, sus palabras significaban siempre algu____________________sarios de un mar oculto a cuantos lo buscaran.dulando a lo largo de kilómetros bajo los soles otoñales, más grande que el aliento, que las canciones de cuna de la marea, los ritmos necena otra cosa, a veces incluso porque esa «alguna otra cosa» estaba más allá de las palabras, tal vez del mismo modo en que las almas que han partido están más allá del mundo. Ella observó la fuerza invisible en marcha entre los millones de tallos altos como un jinete a caballo, on

Al poco cruzaron la frontera de Colorado y entraron en el país del carbón, en dirección a la cordillera de Sangre de Cristo, y siguie__po que saltara al ruedo y le complicara la vida a cualquier payaso de rodeo que se cruzara en su camino.ron hacia el oeste hasta que un día llegaron a las montañas de San Juan, y Dally entró caminando por alguna puerta, Merle levantó la vista y vio que la joven estaba cambiada y supo que era sólo cuestión de tiem

Y por si fuera poco, un día, en Denver, Merle entró por casuali_dad en un estanco y, en un expositor de revistas, se fijó en un Dish-forth's Illustrated Weekly, una publicación del este de hacía unos me_ses, que traía un artículo sobre el famoso mago Luca Zombini y su encantadora esposa, que había sido su ayudante en el escenario, y los hijos de ambos, en su acogedor y maravilloso hogar de Nueva York. No llevaba los bolsillos precisamente llenos de plata en ese momen____________________ron de repente y Merle comprendió, a destiempo, la sencilla verdad de que Erlys nunca había sido más «suya» que del desdichado Bert Snidell, y que empeñarse en seguir creyéndolo era hacer números para entrar en la Academia del Ridículo.na, pero Erlys, que siempre había sido hermosa, estaba ahora radiante. Años de amargura por lo poco que ella le había amado se desintegradía conseguirse en el cuarto oscuro para mejorar una imagen humato, pero encontró la suficiente para comprar un ejemplar, se olvidó del panetela cubano que había pensado fumarse y optó por un puro nacional de tres centavos, se lo encendió y salió a leer el artículo. En la mayoría de las fotografías, impresas mediante lo que parecía ser un nuevo método de grabado, con un grano tan fino que, por más que entornara los ojos, no encontraba el rastro de la trama, aparecía Erlys rodeada por lo que se diría que sumaba una docena, más o menos, de niños. Se quedó en la esquina de un callejón, a resguardo apenas de un viento más incordiante que cualquiera que recordara desde Chicago, cargado de cristales de hielo e intenciones hostiles, y se imaginó que el viento le decía que despertara. No se engañaba acerca de lo que po

Su siguiente idea fue: más vale que Dally no lo vea; y luego, al ins__tandarte agitado por la única fuerza a la que él había jurado lealtad, añadió con reticencia: y tendré que ser yo el que se lo diga.tante: sí, ya, claro, Merle, buena suerte. Y cuando la vio acercándose en ese mismo momento por la calle, con el cabello al viento como un es

Ella reaccionó con elegancia, evitó cuidadosamente herir los sen____________________tible e inmensa oleada de energía.do entre sus cosas. Y a partir de ese momento, como una carga que se va acumulando lentamente en un condensador, sólo era cuestión de tiempo que ella partiera a Nueva York impulsada por una irresistimientos de su padre, se leyó el artículo de arriba abajo, y aunque él no volvió a ver la revista, supo que ella la había puesto a buen recau