– Empiezo a creer que ese Ewball tenía razón. No te has estado tomando tus píldoras de la estupidez diarias, ¿verdad que no?
– Muy bien. -La atrajo de nuevo hacia sí-. Muy bien.
El áspero zumbido llenó el valle. Todo el mundo levantó la mi_rada. El biplano se hizo visible poco a poco, como si emergiera de la nítida nada de la historia.
– ¿Qué coño es eso? -se preguntó Frank.
Aunque era la primera vez que el aparato pasaba por allí, los ta__bitantes señalarían los acontecimientos según hubieran ocurrido antes o después de la llegada del avión.rahumaras parecían saber qué era. Tal vez trajera cualquier cosa, algo tan desagradable que resultaba desconocido en la guerra moderna, que ya era de por sí bastante desagradable. En los años venideros, los ha
El Espinera le llevó a Frank un bastón confeccionado con un tro_zo de roble procedente de una zona más alta de la Sierra.
– Un gringo llamaría a esto «bastón de paseo», pero los tarahu_maras los utilizan como bastones para correr, cuando las piernas em_piezan a dolemos y ya no podemos correr tanto como un caballo al galope.
Como siempre, Frank no supo hasta qué punto tenía que tomár_selo en serio. Pero sin duda el bastón tenía algo de brujería, porque cuanto más lo usaba Frank, menos tenía que usarlo.
– ¿Qué significa eso? -preguntó Wren.
– La magia nativa te pone nerviosa, ¿eh? Menuda antropóloga estás hecha.
Cuando ella estuvo segura de que él podía montar a caballo, le agarró por la pechera de la camisa y dijo:
– Escucha, voy a tener que volver a mi trabajo.
– En Casas Grandes.
– Me parece haber visto a un par de miembros del antiguo equipo por los alrededores.
– ¿Te importa si te acompaño?
– No sabía que te interesara.
El yacimiento todavía mostraba los signos de la precipitada par____________________bía llevado elpañol, Frank comprendió inmediatamente que era ahí adonde le harioro aquellas ruinas de barro, que ya habían comenzado a deslizarse hacia el abandono desde mucho antes de que apareciera el primer estida, aunque, como había dicho Wren, un par de lelos de Harvard ya andaban husmeando por el perímetro. Al ver en tal estado de dete hikuli la otra noche, que era eso lo que El Espinera había querido que él viera, lo que, pese a su malhumorada y testaruda in__ber visto, si es que quería tener al menos una oportunidad de salvar su alma.munidad a todo lo extra-literal, tuvo que empezar a ver y recordó ha
Se acercaron a unas ruinas inmensas, a todas luces dispuestas en el ángulo recto más preciso posible.
– Este era el edificio principal -dijo ella.
– Vaya. Se entiende por qué se llamaba 'Casas grandes'. A ojo, yo diría que medía casi dos hectáreas.
– Y tenía al menos tres plantas de altura cuando se construyó. Al_gunos de los otros alcanzaban cinco o seis.
– Y éstos eran los mismos tipos que…
– Ya ves lo gruesos que eran los muros. No iban a dejar que los atraparan dos veces.
– Pero si fueron ellos los que acabaron en el Valle de México, en_tonces esto era una escala, y tampoco perduró.
– Nadie lo sabe. Y por el momento también siento mucha curio_sidad por esos asentamientos mormones que aparecen de repente por toda esta zona de la Sierra Madre.
– Igual que en el McElmo -dijo Frank.
– Alguien más académico -supuso ella- se plantearía al menos por qué la odisea de los mormones y la huida de los aztecas tienen tantos puntos en común. -No pareció que la idea le hiciera mucha gracia.
– A lo mejor hablo de ello con El Espinero. Y aquellos dibujos… ¿has encontrado alguno aquí?
Ella sabía a qué dibujos se refería.
– Cerámica, herramientas de piedra, afiladores de cuerno, pero ni rastro de las criaturas que dibujaban en las paredes de roca más al nor____________________seguía, y por eso se negaran a representarlo de ninguna manera. De ese modo acaba estando por todas partes, pero invisible.pósito. Como si estuvieran desesperados por negar aquello que los perte, tan ausentes que, de hecho, resulta sospechoso. Como hecho a pro
Por un instante él comprendió, como si lo rozara la brisa levan__co avanzando sobre el indio, las corporaciones del este avanzando sobre el hombre blanco, y sus incursiones con barrenas y dinamita adentrándose en las costuras profundas de las montañas sagradas, de la tierra sagrada.tada por un ala indefinida que pasara ante su cara, que la historia de este terrible continente, desde el Océano Pacífico hasta los hielos del Ártico, era esta misma historia de exilio y migración, el hombre blan
Wren tenía una pequeña casa al borde de la ciudad, con una par____________________ma. El sabía que en la historia secreta de largo peregrinaje y lucha de Wren, él sólo torio ocupado de manera implacable, a una vida de esclavitud apenas y despectivamente disfrazada, que con el tiempo la incluiría a ella mistes, los lagartos venenosos que nunca perdían una batalla. No iría a parar a ninguna ciudad con iluminación sobrenatural, sino a un terrisares más antiguos que ella misma, y le hubiera gustado saber cuánto le costaría establecer un perímetro en cuyo interior ella pudiera soñar con tranquilidad, porque Wren hacía mucho ruido por las noches. Pero lo único que de verdad sabía hacer, como antes que él Webb y Mayva, era pasar de una decepción a la siguiente, afrontando cada una lo mejor que podía. Wren seguía su propio sendero, y él temía que en algún punto ella fuera a buscar algo demasiado lejos, al otro lado de un cañón o de un arroyo invisible para los demás, y se metiera en el cruel país de los intrusos, el de la gente con alas, las serpientes parlansados en su mayor parte por la batalla, y las noches en la cama con Wren, disfrutando todo lo decentemente que sabía de los goces de la jodienda doméstica. A veces buscaba su cara dormida, atrapada en pepuzas, algo de carpintería y enyesado, reparaciones de los daños caunas de Casas Grandes. Frank se pasaba los días por ahí haciendo chacela verde, madreselva que ascendía por las paredes y una bonita vista de la cordillera, a menos de dos kilómetros por carretera de las ruiaparecía en el mismo sendero provisionalmente. Com_prendiendo que ella deseaba protegerlo contra lo que yaciera en su lúgubre destino, él sintió una extraña punzada de gratitud.
Estas aprensiones, tan fugaces y difíciles de recuperar como los sueños, fueron confirmadas por El Espinero, a quien Frank visitaba de vez en cuando en Temósachic, donde el 'brujo' lo llevaba a recoger hierbas cuyos nombres olvidaba en cuanto los oía, como si se prote_gieran a sí mismas frente a algún futuro desafuero gringo, y cuando la estación cambió, el marido de Estrella le enseñó a acechar antílopes al estilo de los tarahumaras, cubierto con piel de antílope, y cada vez que tenían ocasión de mirarse el uno al otro, Estrella miraba a través de él, más allá y alrededor de él, como si fuera invisible, y al cabo de un tiempo acabó comprendiendo que efectivamente lo era.
– Salvo -le avisó El Espinero- para la joven Wren. Ella te verá en cualquier circunstancia.
– Aunque nosotros…
– No estaréis juntos demasiado tiempo. Eso ya lo sabes. Pero ella siempre te verá. He leído las espinas y lo dicen. -Miraron una pareja de pájaros carpinteros gigantes que se estaban comiendo un árbol a con_ciencia.
– Los profesores para los que trabaja regresan al otro lado en sep_tiembre -dijo Frank- y poco después el trabajo acaba por este año. Ya no sé más. Debería advertirla de algún peligro, protegerla, pero…
El Espinero sonrió.
– ¿Es tu hija?
– Cómo voy a…
– También he mirado las espinas de tu vida, Panchito. Camináis por senderos muy diferentes. El tuyo, tal vez, no es tan extraño como el suyo.