La observación de cerca y la preocupación silenciosa eran una cosa, y los consejos gratuitos otra, pero llegó el momento en que Cyprian creyó que debía decirle algo.
– ¿Te has vuelto loca o qué? -Así abordó el tema-. No puedes pretender en serio tener un bebé ahí fuera. Es primitivo. Como si lo tuvieras en la jungla. Tendrás que estar cerca de ayuda médica com_petente…
Ella no se enfadó, más bien sonreía como si se preguntara por qué había tardado tanto en decirle eso.
– Todavía vives en el siglo pasado, Cyprian. Todos los pueblos nó_madas del mundo saben cómo tener a sus hijos cuando se encuentran en marcha. El mundo que vendrá ya ha llegado. Nosotros estamos aquí, en él. Mira alrededor, mi querido Cyprian.
– Oh, ya veo, ahora voy a tener que empollarme todo lo que haya sobre partería moderna, ¿es eso?
– Bueno, no te haría ningún daño, te lo digo en serio. -El pareció tan perplejo, por no decir cariacontecido, que ella se rió y tomó su diminuta barbilla en su antiguo estilo autoritario-. Vamos, no tendre_mos ningún problema, espero.
A su regreso de Bosnia, Cyprian se había jurado que nunca vol____________________do pudiera ofrecerle que él deseara lo bastante. Intentó explicárselo a Ratty:tes -sexuales, financieros, honoríficos- que podrían llevarle a cambiar de opinión, le asombraba comprobar que no había nada que el munvería a la Península Balcánica. Cuando le daba por imaginar alicien
– Si la Tierra estuviera viva, si tuviera una conciencia planetaria, entonces la «Península Balcánica» podría fácilmente representar lo que esta conciencia desea más oscuramente para su propia destrucción.
– Como la frenología -supuso Ratty.
– Sólo una forma de locura llevaría a alguien al este ahora mismo, a meterse en las fauces de lo que casi con seguridad está pasando allí. ¿No tendrá tu gente ninguna misión disponible para una ciudad de un tamaño razonable, como, por ejemplo, París, donde las opciones menos burguesas sean fáciles de llevar a cabo, y ciertamente no tan peligrosas?
– A ver -dijo Ratty reconociendo tal vez un componente retóri__rano de los Balcanes.co-, sabes que eres lo más parecido que tenemos a un Curtido Vete
Desde que en Salónica, en el Mavri Gata, descubriera que Vesna, la prima de Danilo, lejos de ser una figura de la desesperación y el autoengaño, era completamente real, y que cualquier cosa era por tanto posible otra vez, incluyendo, por qué no, la marcha hasta Constantinopla y la creación de un mundo nuevo, Cyprian había empezado a «relajarse en su destino», como decía él. Con cierta ansiedad, calcu____________________nos. Los jóvenes y deseables tendrían que comportarse como siempre habían rior, ya no era lo que importaba, y en todo caso no estaba en sus manaje, aunque eso, ahora lo sabía, lo sabía con una certidumbre inteló cuánto le quedaba de juventud, apostura y encanto, y se preguntó si le serviría para llegar al menos a la siguiente estación del peregrihecho, pero sin el pequeño C.L., o eso parecía.
Sin embargo, los votos contra la Península Balcánica, hechos en un momento de cierto acaloramiento, podían, según parecía, modi_ficarse.
– ¿Cómo iríamos? -preguntó Cyprian, como si la cuestión sólo le interesara en un sentido técnico.
Ratty asintió y le hizo un gesto para que se acercara a un alegre individuo que había estado comiendo bullabesa como si acabara de recibir la noticia de una inminente escasez de pescado.
– Saluda al Profesor Sleepcoat, que ahora interpretará para ti una interesante pieza al piano.
El Profesor se acercó al Pleyel que había junto a la ventana y rápi_damente tocó una escala de octava en las teclas blancas de fa a fa.
– ¿La reconoces?
– Una melodía pegadiza -dijo Cyprian-, pero no es correcta del todo, ¿verdad? -El Profesor empezó a tocarla de nuevo-. Ahora sí.
– Justamente, este si natural -lo aporreó dos o tres veces- debería ser bemol. En el pasado era una nota prohibida, no sé si lo sabes. Te gol__tabas en la Edad Media.peaban en los nudillos si la tocabas. O te hacían algo aún peor si es
– Así que es uno de los antiguos modos litúrgicos.
– Lidio. En las canciones y bailes populares de los pueblos de los Balcanes, ni más ni menos, aunque los otros modos medievales estén bien representados, se percibe esta extraña y drástica ausencia de ma__trado ni rastro. Un tanto misterioso para nosotros. Como si todavía siguiera prohibido, o tal vez incluso fuera temido. El intervalo que nuestro torpemente no bemolizadoterial lidio; en nuestra investigación, hasta la fecha, no hemos encon si hace con fa era conocido por los antiguos como «el demonio en la música». Y cada vez que lo toca__do y gritando o nos agrede físicamente. ¿Qué es lo que escuchan que les resulta tan inaceptable?mos para alguien ahí fuera, aunque sólo lo silbemos, o se va corrien
– Entonces tu plan -sugirió Cyprian- es ir hasta allí y responder a eso.
– Y también investigar ciertos rumores recientes sobre un culto neopitagórico que contempla el lidio con un horror especial. No es de extrañar que suelan preferir el llamado modo frigio, bastante co_mún por toda la región. -Volvió a dirigirse al teclado-. De mi a mi en las teclas blancas. Fíjate en la diferencia. Resulta que coincide con una melodía para lira que algunos atribuyen a Pitágoras, y su origen po_dría remontarse a Orfeo en persona, que al fin y al cabo era nativo de Tracia y con el tiempo fue adorado allí como un dios.
– A la vista -añadió Yashmeen- de las similitudes, por no decir la identidad, entre las enseñanzas pitagóricas y las órficas.
Las cejas del Profesor se alzaron. A Yashmeen le pareció de justi_cia mencionar su antigua relación con el CRETINO.
– Sería un verdadero placer -dijo llenando hasta el borde un vaso de bistro con el Jurancon blanco local- tener a una ex neopitagórica en nuestra excursión. Hacernos cierta idea de lo que nuestros homó_logos balcánicos del CRETINO podrían pensar y todo lo demás.
– Si es que existen.
– Oh, yo creo que sí. -Rozó brevemente la manga de ella.
– Alerta de fascinación -murmuró Cyprian. Reef y él estaban muy familiarizados con el guión que se desarrollaba cuando alguien conocía a Yashmeen. Siempre, según iban rotando las horas socia_bles y se contraían hasta la madrugada, la fascinación inicial, a medida que progresaba la velada, se convertía gradualmente en intimidación y perplejidad.
– Estaré en la barra -dijo Reef.
Yz-les-Bains era de hecho uno de los pocos lugares del continen__drilo decente (cantidades equivalentes de ron, absenta y los licores de uva conocidos comote europeo donde un anarquista sobrio podía encontrar un Coco trois-six), uno de los cócteles tradicionales de los anarquistas, cuya invención afirmaba haber presenciado Loi'c, el cama_rero, un veterano de la Comuna de París.
Así que la idea -«de quién» fuera ya no importaba- consistía en desplegarse en Tracia entre un grupo de coleccionistas de canciones no demasiado mundanos, a una hora tardía del crepúsculo europeo, lo cual no estaba exento de riesgos, para abordar a los campesinos de la zona y apremiarlos a que cantaran o tocaran algo que sus abuelos les hubieran cantado o tocado. Aunque el Profesor Sleepcoat parecía des__bía en sus modales un matiz de impaciencia, como si se le estuviera acabando el tiempo.conectado de la política del momento, sí le había llegado noticia de que, al menos desde 1900, las búsquedas de material musical se habían generalizado en todas las naciones de Europa, y ciertamente se perci
– Bartók y Kodály en Hungría, Canteloube en Auvernia, Vaughan Williams en Inglaterra, Eugénie Lineff en Rusia, Hjalmar Thuren en las Islas Feroe, y otros muchos, a veces sencillamente porque es posi_ble, dadas las recientes mejoras en la grabación portátil de sonido.