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La placenta acabó en la tierra bajo un rosal joven. Yashmeen llamó Ljubica al bebé. Avanzada la jornada, entregó su hija a los hombres.

– Tened. Quedáosla un rato. Se dormirá.

Reef sostuvo cuidadosamente a la recién nacida, como recordaba haber sostenido a Jesse la primera vez, cambiando de pie de apoyo y moviéndose con cautela por la pequeña habitación, ladeando la ca_beza ante la inclinación del techo, y al poco se la pasó a Cyprian, que la tomó con sumo cuidado, sorprendido de lo bien que se ajustaba a sus manos la levedad de la criatura, casi levitando, pero más aún le sorprendió la familiaridad del gesto, como si eso ya hubiera sucedi____________________do definir hasta entonces, antes de que ella estuviera allí, la diminuta Ljubica dormida.curidad exterior, como si se llenara un espacio que él no había sabido incontables veces. No se atrevía a decirlo en voz alta. Pero por un breve instante sintió una especie de certidumbre, extraída a una os

Sus pezones se pusieron de repente especialmente sensibles, y se sintió desbordado por una oleada de sentimientos, un deseo de que ella se alimentara de su pecho. Respiró hondo.

– Tengo un… -susurró-, un… -Estaba seguro-. La conocí antes, previamente, tal vez en esa otra vida fue ella la que me cuidó, y ahora el equilibrio se restaura…

– Oh, le das demasiadas vueltas a todo -dijo Yashmeen-, como siempre.

Durante buena parte de ese verano, Reef y Cyprian estuvieron buscando el esquivo «campo de minas austriaco». Pasaban por par__do desde los pastos de ovejas, ladrando como homicidas. A veces Yashmeen los acompañaba, pero cada vez con mayor frecuencia se quedaba en la granja, ayudando en los quehaceres cotidianos, al lado de Ljubica.celas de tabaco y campos de girasoles, lilas silvestres en flor, gansos graznando, calles de pueblos. Perros peludos se les acercaban corrien

Cuando las rosas estuvieron recogidas y Flaco Gabrovo tuvo por fin tiempo, cumplió su palabra y llevó a Reef y a Cyprian hasta un promontorio, azotado por el viento, que dominaba una llanura sin ár__tros de altura que sostenía una antena de hierro negra y toroidal.boles. Junto a una pequeña cabaña se elevaba una torre de treinta me

– Esto no estaba aquí antes -dijo Flaco.

– Me parece que es uno de los aparatos de Tesla -dijo Reef-. Mi hermano trabajaba en eso.

Dentro de la cabaña de transmisión había un par de operadores con la oreja casi pegada a los altavoces, escuchando atentamente lo que al principio parecían sobre todo parásitos atmosféricos. Pero, cuan_to más escuchaban los visitantes, más les parecía oír de vez en cuando palabras en varios idiomas, entre ellos el inglés. Cyprian negó con la cabeza, sonriendo si no con incredulidad sí en una educada tentativa de no ofender.

– Está bien -dijo uno de los operadores-. Muchos en la profesión creen que son voces de los muertos. Hasta Edison y Marconi creían que el sistema inalámbrico sintónico podía llegar a desarrollarse como un medio de comunicación con los espíritus de los difuntos.

Reef pensó inmediatamente en Webb, y en la sesión de espiritis_mo en Suiza, y en sus comentarios jocosos a Kit acerca de telefonear a los muertos.

Desde fuera llegó un estruendo mecánico.

– Motocicletas -dijo Cyprian-, a juzgar por la vibración. Iré a echar un vistazo, ¿os parece?

Seis o siete motoristas en trajes de faena de cuero a los que el tiempo y el terreno no había hecho sino darles más estilo, montando motocicletas de cuatro cilindros trucadas: los identificó de inmediato como miembros de la unidad de élite «para el acecho» de Derrick Theign, el RRAYO, a los que había visto por última vez en la esta_ción de Trieste.

– ¿Eres tú, Latewood? -Detrás de unos anteojos ahumados, Cyprian reconoció a Mihály Vámos, un antiguo as de la escalada en el circuito húngaro. Habían pasado algún tiempo juntos en Venecia, el suficiente, esperaba, bebiendo hasta avanzada la noche, ayudándose a salir del inesperado canal, paseando por los pequeños puentes a la luz de la luna, fumando, intentando decidir qué hacer con Theign.

– Szia, haver -Cyprian asintió-. Lleváis unas máquinas muy boni_tas últimamente.

Vámos sonrió.

– No como aquellas pequeñas Puch que nos hacían montar al principio. Gangas de un intermediario Habsburgo amigo de Theign, se averiaban cada dos por tres. Estas nuevas son FN, modelos experi_mentales, ligeras, duras, rápidas. Mucho mejores.

– ¿La fábrica de armas belga?

– Oh, claro, son armas. -Miró a Cyprian-, Me alegra ver que to_davía andas por ahí buscándote problemas. Ciertamente te estamos agradecidos.

– ¿Por…?

Vámos se rió.

– No recibimos noticias muy detalladas de lo que le pasó a Theign. Un día dejaron de llegar mensajes del puesto de Venecia y desde en__gún parece nos hiciste un favor a todos.tonces hemos estado actuando de manera independiente. Pero se

Cyprian le ofreció un cigarrillo local y ambos se encendieron el suyo.

– Pero ¿todavía sigues en tu cargo aquí? ¿Y si empezara la lucha? ¿Cómo puede esperarse que yendo solo…?

Vámos hizo un gesto hacia el transmisor de Tesla.

– El Ministerio de la Guerra mantiene instalaciones de recepción en la costa de Sussex y enlaces por cable con Londres. Creíamos que tú estarías allí a estas alturas, de vuelta en Inglaterra, feliz y a salvo, bebiendo té en algún jardín. ¿Quién en sus cabales querría andar por aquí?

Parecía inútil no sacar el tema del Interdikt. Sin dar nombres ni fechas, Cyprian le hizo a Vámos un rápido resumen de lo que había estado haciendo.

– Ah, eso. -Vámos se quitó los anteojos y se los limpió en la ca_misa mientras fingía mirar atentamente el cielo-. Por aquí lo llaman el Zabraneno. Quienquiera que lo instalara, el caso es que ya no per__dictorios con respecto a su utilidad. Ninguno de nosotros sabe cómo desmantelarlo, así que lo mejor que podemos hacer es esperar, mandar patrullas, de este a oeste, de oeste a este, cuidar de que nadie lo ponga en marcha por accidente.tenece a nadie; los alemanes y los austríacos se han desentendido y fingen que no saben nada, la gente de la región está aterrorizada, los turcos envían sus sondeadores cada mes aproximadamente, creyendo que es como la Gran Muralla China, levantada para impedir que ellos invadan la región. Los británicos, como siempre, se muestran contra

– ¿Y alguna vez ha…?

Vamos adoptó una expresión desacostumbradamente solemne.

– Se comporta como si estuviera vivo. Sabe cuándo alguien se acer__ve… Supongo que querrás verlo.ca y toma medidas para protegerse. De cualquiera que pase de cierto radio. Nosotros hemos aprendido a entrar, pero para lo que nos sir

Flaco Gabrovo recordó que tenía una cita con un representante de una fábrica de esencia de rosas de Filípolis, y se marchó tras discul____________________puchas verdes oscuras…toristas, a sólo un aliento de descubrir sus rostros de debajo de sus cadas que tenían algo de animales familiares pero estaban deformados, eran irreconocibles e intranquilizadores, y parecían observar a los modas de las colinas de la Sredna Gora, entre árboles recubiertos de hiedra, un siniestro tapiz de criaturas verdes encorvadas y encapuchatoristas del RRAYO, que los condujeron rugiendo a través de las falparse. Cyprian y Reef se subieron cada uno detrás de uno de los mo

Y arrastrándose por las lindes…, o de hecho saliendo y entrando laboriosamente como la lanzadera de un telar por toda la urdimbre del campo de visión, extendiéndose por los hilos invisibles y cruzados en los que todo lo que existe se despliega, Cyprian, bajo el viento poco amable, con los dientes recubiertos de una amplia variedad de insec__bía estado ahí, pero a lo que él no había sido receptivo…tos vivos, presenciaba distorsiones, desplazamientos, rotaciones… Ahí había algo más, a punto de aparecer, algo que, comprendió, siempre ha