Muy por encima de los tejados de teja roja de Sliven, tras ascen__pezó a hablar en su idioma.der entre nubes de mariposas curiosas por conocer el estatus de Ljubica, que ella hacía lo posible por explicarles, salieron a una extraña formación abovedada de piedra de unos ocho metros de alto, y en cuanto la vio, Ljubica se puso como loca, agitó brazos y piernas y em
– Claro -dijo Reef-, vayamos a echar un vistazo.
La acurrucó en un brazo y junto a Yashmeen se encaminó a la formación rocosa; Ljubica empezó a mirar hacia arriba y hacia fuera cuando pasaban por debajo. Al volver encontraron a Cyprian charlan_do y fumando con un par de chicos que holgazaneaban por allí.
– ¿El arco bajo el que habéis pasado? Lo llaman Halkata. El Anillo.
Ella creyó reconocer el tono de la voz de Cyprian.
– Oh, no, otra maldición local. Lo que nos faltaba. -Pero él la miraba fijamente, sin ganas de hablar, con los ojos encendidos-. Cy_prian…
– Si pasas por debajo con alguien, los dos, o todos, por lo que pa__dición, pero no la mía.rece, estaréis enamorados para siempre. Tal vez sea tu idea de una mal
– Entonces, vamos. Es tu turno.
Apenas pudo conseguir que su sonrisa no pareciera triste.
– Y cualquiera que pase por la arcada solo, según mis informantes aquí presentes, cambia de sexo. No sé en qué situación me dejaría, Yashmeen. Tal vez no me haga demasiada falta tal confusión. La últi____________________terior sorpresa cuando descubrí que eran las mujeres, que parecían no tener ningún poder, las que en realidad manejaban el cotarro. ¿Qué significaba eso, entonces, para la lealtad de alguien a ambos sexos a la vez?miante atención, y tuve que adaptarme rápidamente. Imagina mi posrante la estancia, pues las expectativas balcánicas sobre el sexo son un tanto, cómo diría, radicales. Detalles que uno sencillamente habría pasado por alto en Cambridge o Viena requerían aquí la más aprema vez que estuve aquí -prosiguió más tarde aquella noche, en Sliven, en una habitación que habían tomado para pasar la noche en una casa antigua junto a Ulitsa Rakovski-, tuve que reprimir mis impulsos du
– Ay, Dios. -Y Ljubica también se reía. Reef había salido a tomar algo a una kráchma. Yashmeen y Cyprian se miraban con parte del antiguo, ya «antiguo», temblor especulativo.
Un día, en las alturas de los Montes Balcanes, desafiando a los de__jaro, una especie de tordo búlgaro, que cantaba en escalas modales, atento al tono, a veces durante minutos seguidos. Ljubica escuchaba atentamente, como si reconociera un mensaje. De repente asomó la cabeza fuera del chal de ganchillo con el que Cyprian la cubría y miró hacia arriba y predadores de los cielos, oyeron por primera vez el canto de un páhacia atrás. Siguieron su mirada hasta un antiguo edificio, destruido y reconstruido más de una vez a lo largo de los si__do a las cambiantes cortinas de bruma lanzadas hacia arriba por la estruendosa colisión de agua y roca.glos, erigido sobre un profundo cañón, al que parecía imposible llegar a través de los rápidos del río y las escarpadas paredes de roca pelada. Al principio ni siquiera estaban seguros de qué estaban viendo debi
– Tenemos que volver atrás -le pareció a Reef-, subir hasta la cima e intentar llegar descendiendo.
– Me parece que veo un acceso -dijo Cyprian.
Los condujo por una madeja de caminos de cabras. Aquí y allá ha____________________cia un oscuro arco de musgo por encima de ellos, bajo el cual se veía una figura con túnica de monje y las manos extendidas, las palmas hacia arriba, como si presentara una ofrenda invisible.les, y entonces encontraron un sendero, despejado de maleza y de los restos de rocas caídas, que ascendía a la luz lentamente declinante habían tallado escalones en la piedra. Al poco, audibles por encima del rugido hirviente que sonaba a sus pies, les llegaron unas voces cora
Reef había sacado un paquete de Byal Sredets y le ofreció al mon_je, que extendió un dedo y luego, preguntando con las cejas, otro, y tomó dos cigarrillos, sonriendo.
– Zdraue -le saludó Cyprian-, kakvo ima?
Recibió una larga y fija mirada de valoración. Por fin el hombre habló con un inglés de acento universitario:
– Bienvenidos a casa.
El convento pertenecía a una secta que descendía de los antiguos bogomilos que no abrazaron la Iglesia de Roma en 1650, como la mayoría de los demás Pavlikeni, sino que optaron por pasar a la clan____________________sible.sistía en permanecer intensamente consciente, en todo momento del día, de las casi insoportables condiciones de la lucha cósmica que ineludiblemente, libraban la oscuridad y la luz detrás del mundo vituado, y quienes se refugiaban ahí vivían perseguidos por la inflexible doblez de todas las cosas. Parte de la disciplina de los postulantes connocido hoy día como Maritza. Los rasgos maniqueos se habían acenmado elementos más antiguos, más nocturnos, que se remontaban, se decía, al semidiós tracio Orfeo y a la época de su desmembramiento, que se había producido no lejos de allí, a orillas del río Hebrus, codestinidad. A lo largo de los siglos, a su fe particular se le habían su
Yashmeen, en la cena de esa noche, soltó un discreto grito de re_conocimiento al ver la prohibición vigente en el convento de comer judías, una norma de la dieta pitagórica que, recordaba, también se observaba en el CRETINO. Al poco, pudo descubrir más akousmata pitagóricas, lo que indicaba claramente un origen común. Tampoco le pasó por alto que el hegumeno, padre Ponko, llevaba el Tetractis tatua_do en la cabeza.
El estaba más que dispuesto a hablar de la Orden.
– En cierto momento, Orfeo, que nunca se sintió cómodo con las historias que no pudieran cantarse, cambió de identidad, o se fundió lentamente con otro semidiós, Zalmoxis, que en Tracia se tenía por el único Dios verdadero. Según Herodoto, que lo oyó de griegos que vivían cerca del Mar Negro, Zalmoxis había sido un esclavo del pro__sor de la doctrina pitagórica.pio Pitágoras que, tras recibir su libertad, se dedicó a amasar una gran fortuna, regresó aquí, a Tracia, y se convirtió en un magnífico profe
Había un icono de Zalmoxis en la iglesia, donde Yashmeen y Reef encontraron a Cyprian después del servicio vespertino, arrodillado en el suelo de piedra, ante el iconostasio tallado, mirándolo fijamente como si fuera una pantalla de cine donde desfilaran las imágenes y las historias se desplegaran, y él debiera seguirlas. Rostros sin sombra de Zalmoxis y los santos. Y, tal vez, en un segundo vistazo, un descubri_miento de lo que había más allá de la luz, de lo que yacía dentro de la misma madera, de lo que se tenía el deber de liberar…
Yashmeen se arrodilló a su lado. Reef se quedó de pie cerca, sos_teniendo y acunando despacio a Ljubica. Al cabo de un momento, Cyprian pareció volver a la luz ordinaria de las velas.
– Sí que pareces devota. -Cyprian sonrió.
– Ah, me estás tomando el pelo.
El se encogió de hombros.
– Sólo estoy sorprendido.
– De encontrarme en un lugar sagrado. Yo, tan trivial, tan marujil. ¿Te has olvidado de la iglesia de Krástova Gora, donde me enteré no sólo de que mi bebé sería niña, sino de exactamente cómo sería su cara? Me arrodillé y recibí eso, Cyprian, y ruego que tú llegues a experimentar alguna vez un momento de iluminación remotamente parecido.
Se levantaron y salieron del nártex, los tres, con Ljubica, al aroma del mirto en el crepúsculo más profundo.
– Cuando os vayáis -dijo Cyprian con tranquilidad-, no os acom_pañaré.
Al principio, ella no captó la calma de su voz, creyó que sólo es_taba enfadado, y estaba a punto de preguntarle qué le había hecho, cuando él añadió: