– Más te vale que abras bien los ojos, que vas camino de un pre_cipicio.
Se trataba de algo más que las habituales advertencias en broma. Webb estaba preocupado, y Reef supuso que era por aparecer en esa lista. Cuando Webb no sonreía, circunstancia que cada vez más se alar____________________do cerca cuando estallara.cia que todo el mundo les deje salirse con la suya? Empezó a ir por ahí con conocidos dinamiteros aficionados de su edad y también un poco mayores, cuyo concepto de diversión incluía merodear por los escoriales, beber whisky de garrafa y lanzarse unos a otros un cartucho encendido de dinamita, calculando el tiempo para no estar demasianas de matar a algunos de ellos, y de seguir matando, y no te desquigaba durante días, parecía más viejo. Por supuesto, cuando sonreía, las orejas puntiagudas, la nariz, la barbilla, las arrugas de un lado al otro de la cara, las cejas alegremente enmarañadas, todo revelaba un encanto zorruno que se acompañaba siempre de confidencias bien guardadas, consejos ofrecidos con generosidad, rondas pagadas sin vacilación. Pero siempre conservaba, Reef lo notaba, una parte de sí reprimida, a la que los demás no podían llegar. Ese otro Webb vivía por la noche, invisible. El quería decirle: ¿no te vuelve loco, papá, no te entran ga
Alarmada, Mayva le explicó el juego a Webb, que se limitó a en_cogerse de hombros.
– No es más que el viejo juego de pasarse la dinamita de toda la vida, no hay condado donde no se juegue. Reef sabe lo suficiente para andarse con cuidado con el material, me fío de él.
– Aunque sólo sea para tranquilizarme un poco…
– Claro, hablaré con él.
Encontró a Reef junto a una de las zonas de avalanchas, cerca de Ouray, sentado allí como si esperara algo.
– Me han dicho que tú, Otis y los demás habéis descubierto el juego de Cargar con el Muerto. Es divertido, ¿verdad?
– Hasta ahora. -La sonrisa forzada de Reef era tan falsa que hasta Webb se dio cuenta.
– ¿Y no te asusta, hijo?
– No. Un poco. No mucho, diría -añadió con una de esas risas ton_tas con las que los adolescentes reaccionan a la torpeza de su lengua.
– Pues a mí sí me asusta.
– Ya, ya, claro. -Miró a su padre esperando el resto del chiste.
Webb comprendió que, independientemente de lo en serio que Reef llegara a tomarse aquello algún día, él nunca podría tomarse la dinamita tan a la ligera como su hijo. Miró a Reef con envidia casi manifiesta, pero sin ser capaz, ni de lejos, de reconocer el lado más os_curo, el deseo, la desesperada necesidad de crear un radio de aniquila_ción que, si no podía abarcar a aquellos que lo merecían, bien podría alcanzarle a él mismo.
Webb no era un profesor, sólo podía repetir porfiadamente a sus hijos las mismas viejas lecciones, señalar las mismas obvias injusticias, esperar que algo de todo aquello fructificara, y continuar con su pro____________________tente, corriendo el riesgo de que pensaran que estaban dirigidos a ellos, y sin contar con Mayva para que le sacara del apuro, puesto que ella era también el blanco, con mucha frecuencia; en definitiva, no sabía cómo explicárselo a ninguno de ellos. Y tampoco es que fueran a creerle si lo hiciera. No, hacía ya mucho que tal cosa había dejado de ser posible.do tenía tiempo de pararse a pensar. Y también eran buenos chicos. Lo único que sabía hacer era ir dando tumbos y soltando golpes, impobundo y real nudo de vacío que se formaba en el centro de su cuerpo cuando se paraba a pensar en todo lo que significaría perderlos. Cuanderlos, perder sus jóvenes miradas limpias, su amor y su confianza, la fe incondicional con la que pronunciaban su nombre, todo cuanto puede romper el corazón de un padre, bien, los niños crecen, y había que aceptar que eso iba incluido en el precio, junto con el tiempo en prisión, los centros de detención, las palizas, los cierres patronales y todo lo demás. Así son las cosas. Webb tendría que dejar aparte sus sentimientos, no sólo el sensiblero cariño a los bebés, sino el tremetraño para esos niños y parecer una especie de bobo gritón cada vez que se presentaba en casa, y luego, algún día, tarde o temprano, perría dinamita, bien, qué se le iba a hacer…,y si requería volverse un expia obra sumido en el más absoluto silencio, con cara de póquer y en solitario, dejando que su rabia alimentara una carga de presión hasta que estuviera lista para hacer algún trabajo útil. Si para eso se reque
– ¿Estamos listos?
Veikko se encogió de hombros y alcanzó la palanca del desatascador de la caja magnética.
– Pues acabemos.
Cuatro explosiones muy cercanas, grietas en el tejido del aire y del tiempo, inmisericordes, que rasgueaban los huesos. Respirar parecía una estupidez. Nubes de un amarillo sucio se elevaban cargadas de as____________________yo ahogado en polvo.guna parte. Los raíles y el armazón se combaron hasta caer en el arrotillas de madera, sin que soplara ningún viento que se las llevara a nin
Webb y Veikko lo miraban desde el otro lado de un prado de es_puelas de caballero y colas de borrego, y a sus espaldas un pequeño arroyo descendía por la ladera de una colina.
– Las he visto peores -dijo Webb asintiendo al cabo de un rato.
– ¡Ha sido hermosa! ¿Qué querías, el fin del mundo?
– Basta a cada día su propio mal -dijo Webb encogiéndose de hom_bros-, claro.
Veikko servía vodka.
– Feliz 4 de Julio, Webb.
Durante años, en Colorado se contarían historias de la asombro_sa noche de la víspera del 4 de Julio de 1899, que lo puso todo patas arriba. Al día siguiente habría rodeos, bandas de música y explosiones de dinamita por doquier, pero esa noche lo que hubo fue rayos arti____________________mente familiarizados con la variación diaria de los precios, pudieron amasar fortunas antes de que nadie se percatara.do a trabajar a despachos de corredores de Bolsa donde, asimétricaca apoyados en postes de telégrafos escuchando el tráfico que corría a toda velocidad por los cables tendidos encima de sus cabezas, o yenmentos metálicos reverberaban a través de sus torrentes sanguíneos. Se encontró a niños que bebieron la leche de las vacas que pastaban cerban para desfilar fueron incapaces de conciliar el sueño, pues los elevos de vallas, horquillas, todos buscando el recuerdo magnético de aquella antigua visita. Los Veteranos de la Rebelión que se preparaneras, las llaves de las habitaciones de hotel a las damas viajeras y las de las cajas fuertes de los despachos, así como chapas de mineros, clalaban directamente a engancharse en el clavo que había en el suelo o en cualquier otra cosa cercana que fuera de hierro o acero, eso si no estaban recogiendo recuerdos en su vuelo por los aires, sacando las pistolas de los pistoleros de sus fundas y las navajas de debajo de las perra debido a la electricidad que les subía en oleadas a través del metal de sus herraduras, unas herraduras que, cuando finalmente cayeron, se guardaron para usarlas en el tejo de los cowboys y en competiciones celebradas en importantes ferias, de Fruita a Cheyenne Wells, pues voficiales, caballos que se volvían locos kilómetros adentro de la prade
Resultó que el joven Kit Traverse participaba en el experimento de alto voltaje que lo había causado todo, pues ese verano trabajaba en Colorado Spríngs, para el doctor Tesla. A esas alturas, Kit se conside_raba un vectorista, habiendo llegado a esa creencia matemática no por ninguna ruta abstracta sino, como la mayoría hasta entonces, por la vía de la Electricidad y su introducción práctica durante la infancia, a un ritmo progresivamente frenético, en vidas previamente ajenas a ella.
Por aquellos días, era un aprendiz de electricista ambulante -«Su_pongo que podrían llamarme un trotamundos del circuito»-, e iba de un valle de las montañas a otro, cuidando de no bajar nunca más a una mina, aceptando cualquier empleo que se le ofreciera, siempre que tuviera algo que ver, aunque fuera remotamente, con la electricidad. La electricidad hacía furor en el sudoeste de Colorado, y casi todos los cursos de agua se cruzaban tarde o temprano con una planta eléc____________________se la edad que hiciera constar en los formularios, eso en el caso de que los hubiera.mente en un generador de turbina situado bajo uno de los muchos saltos de agua que, dada la altitud de la región, abundaban allá donde uno se tomara la molestia de mirar. Kit era bastante corpulento para su edad y los capataces estaban dispuestos a contratarle fuera cual fuebrica o el alumbrado de las ciudades, plantas que consistían básicatrica privada que alimentaba la maquinaria de una mina o de una fá