– Ya veo que se ha hecho una idea general. Ewball no tiene no_ción del dinero, y hay jovencitas de ideología sindicalista que tienen un instinto especial para detectarlo.
– Señora Oust -dijo Stray con calma-, no voy detrás del dinero de nadie, ya tengo bastante, gracias, la verdad es que soy yo la que paga todas las cuentas de la cantina últimamente, y no me importaría que se lo comentara al bueno de Ewb, pues imagino que debe de ser por su educación.
– Bueno. -Finalmente fue a echar un vistazo a aquella mayólica. Sin embargo, o bien era el tipo de alma bienintencionada incapaz de enfadarse durante mucho tiempo, o bien Stray le pareció un cambio para mejor, o puede incluso que tuviera la capacidad de atención de una ardilla listada, porque el caso es que al cabo de un par de minu_tos había vuelto con una limonada en una jarra de vidrio tallado y vasos a juego, y despidió a una de las chicas con la mano-. 'Tá bien, no te preocupes, m'hija.'
– Tú. -Un hombre de mediana edad con tirantes, sosteniendo un puñado de cartas con matasellos americanos, apareció en la puerta con la cara enrojecida, estremeciéndose y a punto de explotar.
– Qué hay, papá.
La presentación de Stray no desvió al mayor de los Oust de sus furiosas intenciones.
– Ewball, qué coño -dijo agitando el fajo de correspondencia.
– A ver, padre -intervino Moüne-, ¿cuántos hijos escriben a casa con tanta regularidad como el nuestro aquí presente?
– De eso se trata. ¡Cabeza de chorlito! -le espetó. Como coleccio_nista de sellos medianamente obsesivo, su disgusto con su hijo había pasado del desconcierto a una rabia casi homicida. Según parecía, el joven Ewball había estado utilizando sellos de franqueo de la Serie Panamericana de 1901, que conmemoraba la exposición de ese nom____________________cionistas disparase los precios bastante más arriba del tejado, Ewball, sensible al simbolismo anarquista, había comprado y acaparado tantos como pudo encontrar para mandar sus propias cartas.nos, y, por error, algunas de las denominaciones de uno, dos y cuatro centavos se habían impreso con esos motivos centrales boca abajo. Mil sellos de Navegación Rápida por el Lago, 158 de Expresos Rápidos y 206 de Automóviles, todos del revés, se habían vendido antes de que se descubrieran los errores, y antes de que la demanda de colecbre de Buffalo, Nueva York, en la que el anarquista Czolgosz había asesinado al presidente McKinley. Esos sellos llevaban viñetas grabadas de lo último en transporte, trenes, barcos y demás vehículos moder
– ¡Incluso los que estaban sin error! -gritó Ewball padre-, cualquier mentecato sabe conservar los sellos en buen estado, sin estampar, la goma original intacta, por el amor de Dios; de otro modo, en el mer_cado secundario el valor se va a la mierda. Cada vez que mandabas una de esas cartas aquí desperdiciabas cientos, puede que miles de dólares.
– Justamente era eso lo que quería, señor. La inversión simboliza la ruina. Aquí hay tres máquinas, falsos ídolos de la fe capitalista, lite__migo del progreso humano…ralmente boca abajo, junto con una referencia, indirecta, claro, a la muerte a tiros del miserable secuaz de Mark Hanna, ese resuelto ene
– ¡Yo voté por McKinley, maldita sea!
– Si te arrepientes sinceramente, el pueblo, en su sabiduría, te per_donará.
– ¡Grrr!
Ewball padre tiró las cartas por los aires, se puso a gatas y se aba_lanzó chillando contra Ewball hijo, en cuyo tobillo hincó los dientes sin la menor vacilación. Este, con considerable dolor, intentó con el otro pie pisar repetidamente la cabeza de su padre, mientras ambos hombres llenaban el aire del salón con un lenguaje inadecuado para el lector sensible, por no mencionar para las damas presentes, quienes, tras recogerse las faldas, y moviéndose con suma cautela, intentaban separar a los contendientes, cuando de golpe el curioso espectáculo edípico se vio interrumpido por un ruidoso disparo.
Una mujer, con un sencillo vestido henrietta gris oscuro, tran____________________diendo disculpas, no tanto el uno al otro como a ese árbitro maternal que acababa de poner fin a su diversión.mó una nube brillante. Stray levantó la cabeza y vio que había varios orificios más en el techo además del recién creado. Los Oust, padre e hijo, habían dejado de pelearse y se habían puesto de pie como piminada de tal modo por la ventana de atrás que brevemente se forquila y confiada, había entrado en el salón sosteniendo una pistola de tiro Remington. El humo del disparo se elevó hacia el techo, del que todavía descendían los últimos restos de una fina lluvia de yeso, ilu
– Se me ocurrió pasarme por aquí. -Y deslizó el cañón de vein_ticinco centímetros del arma bajo la cinta del delantal de muselina blanca que llevaba puesto.
– Como siempre, señora Traverse -dijo Mamá Oust-, estamos en deuda con usted. Por favor, no se preocupe por el techo, estábamos pensando en darle un repaso de todos modos.
– Se me acabaron las balas de aire comprimido, he tenido que uti_lizar un 22 corto.
– Nada que reprocharle, estoy segura. Y ya que está aquí, tal vez no le importe conocer a nuestra invitada, la señorita Briggs. A ella quizá le apetecería ver el Salón Chino, ¿no cree? Estrella, querida, si necesita cualquier cosa, la señora Traverse es una santa que hace mi_lagros, esta casa sería sencillamente un caos sin ella.
Cuando se quedaron a solas, Mayva dijo:
– Sólo nos hemos visto una vez, en Durango.
– Reef y yo siempre pensábamos en ir a visitarte a Telluride en cuanto naciera el bebé, pero cuando no era una cosa era otra…
– He sabido muchas cosas de ti a lo largo de los años, Estrella. Siem__minan un poco más cerca del Abismo…, pero aquí estás tú, una joven dama con clase.pre me imaginé que Reef acabaría con una de esas chiquitas que ca
– Supongo que debes de echarle de menos.
– Sí, pero una nunca sabe quién va a aparecer. ¿Cómo está mi nieto?
– Ten, mira. -Stray tenía instantáneas de Jesse que siempre llevaba en el bolso.
– Oh, el pequeño rompecorazones. Si es clavado a Webb.
– Puedes quedártelas…
– Oh, no, eso sería…
– Siempre tengo copias.
– Bueno, te lo agradezco. Pero ¿cómo es que está ya tan crecido?
– No me lo recuerdes.
Estaban en el Salón Chino, recargado de cortinajes, cubrecamas y telas con diversos motivos «chinos».
– Ewball y Frank, según tengo entendido, cabalgaron juntos de vez en cuando.
– Hace un tiempo todos estuvimos en México. A Frank le dieron algunos golpes, pero nada grave.
Mayva levantó la mirada con torpeza, esperanzada.
– Sé que estuvo allí para ocuparse de aquel asesino que contrata_ron los patrones. ¿Sabes si encontró también al otro?
– Creo que no. Nos vimos metidos en una especie de batalla. Frank se cayó del caballo. Tardó un tiempo en recuperarse.
Mayra asintió.
– Es el paciente de la familia. -Miró directamente a los ojos de Stray-, Supongo que es todo lo que podemos hacer.
Stray puso la mano sobre la de Mayva.
– Alguien pillará a ese Deuce Kindred algún día, y también al se_ñor Vibe, no me sorprendería. La gente tan mala tiene la capacidad de atraer el mal sobre sí misma tarde o temprano.
Mayva cogió a Stray del brazo y todos bajaron a la cocina.
– Puedes imaginarte lo feliz que me sentí al trabajar aquí, en la mansión de un millonario. Los conocí en el tren cuando se mudaban de Leadville. Empecé a jugar con los pequeños. Me había olvidado de cuánto lo echaba de menos. Sin darme ni cuenta, ahí estaba la buena de Moline abriéndome su corazón. Le preocupaba la vida en Denver: los vicios de la gran ciudad, las escuelas para los niños, la cocina ex_traña, y de algún modo se le metió en la cabeza que yo era perfecta para todo eso. Resulta que es buena persona, lo bastante buena, sólo un poco caprichosa de vez en cuando. Y él, supongo, tampoco está mal del todo, tratándose de un plutócrata.