Ya más envejecido, utilizaba bastón, pero todavía acudía cojeando a la batalla, celebraba servicios dominicales regulares delante de las tiendas y además daba sermones a medianoche en cantinas afectas.
A lo largo de enero, el humor entre los milicianos se fue avina__guna murió.grando, como si alguien supiera qué iba a pasar. Se violaron mujeres, los niños que se burlaban de los soldados eran atrapados y apaleados. A cualquier minero pillado en un descuido se le acusaba de vago y maleante, se le detenía y se le agredía, o cosas peores. En Trinidad, la caballería de la milicia estatal cargó contra un grupo de mujeres que se manifestaban en apoyo de la huelga. Varias de ellas, algunas poco más que niñas, fueron acuchilladas con sables. A otras las metieron en la cárcel. Gracias a la misericordia de Dios, o por simple suerte, nin
Un día, Jesse volvió a la tienda presa de una extraña euforia dis_tante, nada que hiciera feliz a su madre, porque le recordaba a la que había visto en demasiados artistas de la pistola desquiciados cuando creían haber encontrado el desafío definitivo.
– He visto el Death Special, mamá.
Se trataba de un vehículo blindado sobre el que corrían variados rumores, muy temido, con dos ametralladoras Colt montadas delante y detrás, que la agencia de «detectives» Baldwin-Felts había concebi__do a algunos huelguistas.do para penetrar y controlar multitudes mal predispuestas, así como para aligerar su tamaño. Ya había pasado por allí barriendo la colonia con fuego de ametralladora, desgarrando las tiendas de lona y matan
Jesse y su amigo Dunn, que habían salido a explorar, encontraron a un par de Guardias Nacionales en una cabaña galvanizada, trabajan__tos sintieran por los niños, ni siquiera por sus propios hijos… Fingir que mantenían una amigable charla con blancos potenciales de su Death Special era una demostración de maldad que ninguno de los dos niños había ni sospechado en adultos hasta ese momento.do en el motor del Death Special. Eran corpulentos, rubios, francos, y se comportaron bastante amistosamente, aunque no podían ocultar su desprecio hacia la gente para cuya muerte se había diseñado ese vehículo. Dunn creía que sabía cómo aprovecharse de los adultos, y llevaba un bolsillo lleno de monedas para demostrarlo. Pero Jesse se dio cuenta de que estos dos sabían quiénes eran y de dónde venían Dunn y él; con sólo una mirada a esas caras enrojecidas y esos ojos saltones comprendió que, llegado el momento, no podría salvar su vida, ni la de su madre ni la de Dunn, apelando a nada que esos adul
Resultó que había una flota entera de Death Special, versiones mejoradas del modelo original, que era poco más que un descapota__nicos no podían conducirlo, eso correspondía a los oficiales, pero de vez en cuando, para realizar algunas comprobaciones funcionales, se les permitía hacer varios kilómetros a campo abierto y reventar unos mezquites.ble con planchas de acero a los lados. En cuanto a éste, los dos mecá
– Con un rifle es demasiado personal -dijo uno de los Guardias-, cuando los apuntas por la mirilla uno por uno, tienes un minuto para conocerlos antes de cumplir con tu deber, pero con esta maquinita…, no te ha dado tiempo de desenganchar el dedo del gatillo y ya ha dis_parado diez o veinte balas, así que no hace falta apuntar con cuidado, simplemente eliges la zona que quieres reventar, incluso con los ojos cerrados si te apetece, tanto da, y ella lo hace todo por ti.
Aunque no paraban de alardear de la maquinaria en la que esta_ban trabajando, a los niños les pareció un tanto extraño que también hablaran del Death Special como si fuera una pobre víctima a merced de una turba inmensa y peligrosa.
– Aunque lo rodearan, aunque dispararan a las llantas, podríamos resistir dentro hasta que llegara ayuda.
– O abrirnos paso entre ellos, salir al otro lado -añadió el segun_do- y escapar.
– ¿Estás con la gente de las tiendas, hijo? -preguntó inesperada_mente su amigo.
Los hombres habían llamado «hijo» a Jesse toda su vida, y siem_pre le había parecido más o menos insultante. Sólo un hombre tenía derecho a llamarlo así, pero ¿dónde mierda estaba? Jesse tenía que ser muy cuidadoso para que no se le notara lo mucho que le molestaba.
– Nanay -dijo con bastante naturalidad antes de que Dunn pudie_ra abrir la boca-, somos de la ciudad.
El miliciano miró a su alrededor, al campo desolado y cubierto de cicatrices que se extendía hasta demasiado lejos.
– ¿La ciudad? ¿Y qué ciudad es ésa, hijo? ¿Trinidad?
– Pueblo. Hemos bajado del tren, yo y mi socio -señalando a Dunn, que no había cerrado todavía la boca.
– Ah, sí -dijo el otro-. Viví un tiempo en Pueblo. ¿A qué escue_la vais?
– A la Central, ¿a cuál si no?
– Chicos, ¿no os parece que os habéis pasado con los novillos?
– No se lo diré a nadie si tú no se lo dices. -Jesse se encogió de hombros.
Antes de irse, robó dos balas de ametralladora del calibre 30, una para él y otra para su madre, imaginando que mientras esas dos balas concretas no se dispararan, Stray y él estarían a salvo de cualquier daño.
Frank estaba en Aguilar, en la línea férrea entre Walsenburg y Tri____________________do bebía grappa y cerveza y hablaba de la situación en el cañón, en la mina Empire, que, como cualquier parte en esta campiña helada y en huelga, era bastante desdichada, por no decir peligrosa. Al otro lado de la sala, un leñador calabrés borracho yacía inconsciente en el regazo de una joven mal vestida pero muy atractiva, es más, familiar, componiendo un cuadro vivo que a muchos en el local, pero no a Frank, les recordaba a la famosa escultura lavío, caída de algún modo de una carreta de suministro en Pueblo. La mayoría de los clientes eran italianos, y por el momento todo el munnidad, en la cantina 29 de Luglio -llamada así por el día de 1900 en que Bresci, un anarquista, asesinó al rey Humberto de Italia-, para ver una tal vez imaginaria ametralladora, de la que se decía que era una Benet-Mercier refrigerada por aire, todavía dentro de la caja de en Pietà de Miguel Ángel. Al ver la prolongada mirada fija de Frank, la Madona del bar gritó:
– ¡Lo siento, Frank, tendrás que hacer cola, pero, mierda, la noche es joven!
– Me dijeron que andabas por aquí, Stray, pero no te había reco_nocido con esa ropa.
– No es demasiado cómoda en la silla de montar, pero por esta re_gión ayuda parecer una hermanita de la caridad.
– Quieres decir que no es probable que ellos disparen a…
– Oh, mierda, te dispararán en cuanto te vean. Pero este color gris se funde mejor con el entorno, así que eres un blanco más difícil.
– Vine aquí con Ewball, pero se volvió a marchar. -Frank creyó que debía decirlo.
Ella se deslizó por debajo del italiano que tenía sobre el regazo.
– Invítame a una copa de lo que estés tomando y yo te contaré la sórdida historia entera.
– Ewb mencionó algo sobre… -le llevó un rato pensar cómo de_cirlo.
– Joder, lo sabía -dijo ella por fin-, le rompí el corazón, ¿verdad? No dejo de repetirme: «Stray, tienes que controlar esa mierda», lue_go sigo como si nada y lo hago de todos modos. -Asintió y levantó el vaso.
– A mí me pareció un tanto confuso. Pero no sabría decir si con el corazón roto.
– ¿No te ha pasado nunca, Frank?
– Oh, muchas veces.
– ¿Cómo está esa damita tuya, la profesora?
Frank, sin pretenderlo, inició un largo recitado sobre Wren y el Doc Turnstone. Stray encendió un cigarrillo y le miró con los ojos entornados a través del humo.
– A ver, estás seguro de que ella no te ha roto… el corazón ni nada. -Durante mucho tiempo, ella se había imaginado a Frank como un Reef sin la vena de loco, hasta que se dio cuenta de que tampoco era tan fácil de clasificar…; que persiguiera a Sloat Fresno había sido una sorpresa, como lo había sido su implicación en la revolución de Madero, y ahora ahí estaba, en la cuenca minera a punto de explo__guntó.tar-, ¿Tienes pensado quedarte por aquí o te vuelves a Denver? -pre