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La perspectiva de un trabajo bien remunerado en California, que hasta ese momento había sido para los chicos un lugar mítico y re__gunta:moto, pronto venció escrúpulos tan insensibles como los de Lindsay, aunque, en cuanto conciencia de la tripulación, no pudo evitar la pre

– ¿Quién se lo dirá al Capitán Padzhitnov?

Todos miraron a Randolph. Randolph contempló su reflejo bul_boso en el servicio de té de plata durante un rato y finalmente dijo:

– Ratas.

La sonrisa y el encogimiento de hombros de Padzhitnov resulta_ron llamativos por la ausencia de amargura.

– No os hace falta mi autorización -dijo-. Siempre habéis sido li_bres de marcharos en cualquier momento.

– Pero da la sensación de que estemos abandonándote, Igor. De__fanos y tullidos, desprotegidos, enfermos, hambrientos, encarcelados, locos, a los que aún había que ayudar a conseguir la seguridad.sertando… -Agitó la mano con cierta desesperación, como para incluir a las poblaciones a la espera, a todas aquellas almas a la deriva, huér

– La guerra no ha terminado. Puede que nunca termine. Las con____________________gaciones tal vez impliquen consecuencias distintas.bre, la enfermedad, las ciudades destrozadas, todo lo que ahora debe seguir a lo que ha ocurrido. El horror, el sinsentido…, pero hemos aprendido. Puede que a ti te educaran de otra forma. Tus propias oblisecuencias tal vez no tengan fin. Mí tripulación se ha pasado cuatro años, una educación universitaria, aprendiendo a convivir con el ham

– Consecuencias americanas.

– Nebo-tovarishch. -Una mano en el hombro-. No puedo…, prefe_riría no… imaginármelo.

Y así, una noche, en el instante en que aparecían las primeras es_trellas, el Inconvenience se elevó de las orillas del lago Ginebra y puso rumbo oeste sudoeste.

– Tendríamos que coger los vientos dominantes del oeste en la cos_ta de Senegal -opinó Lindsay, que era el Oficial Meteorólogo.

– ¿Os acordáis de cuando íbamos allá donde nos llevara el viento? -dijo Randolph-. Ahora sólo tenemos que encender los motores y dejarles hacer.

– Nuestros clientes -les recordó Lindsay a todos- han insistido en que lleguemos a la costa del Pacífico cuanto antes, los costes del viaje sólo están cubiertos en el contrato hasta cierta suma, por encima de la cual nosotros somos los responsables.

– Eeeiiihh, ¿qué idiota ha puesto una cláusula como ésa ahí? -dijo con desprecio Darby.

– Fuiste tú -se rió Lindsay entre dientes.

Al cruzar las Rocosas, encontraron en los cielos una repetición invisible del terreno físico que tenían a sus pies. Las ráfagas tridimen__dos en este ciclo y sobrevolaban la línea de la cordillera en grandes círculos verticales hasta que Randolph ordenaba poner los motores en marcha.sionales de aire frío seguían el mismo dibujo que los cursos de los ríos de abajo. Las corrientes de aire ascendían las laderas soleadas de las montañas en los mismos ángulos inclinados en que el aire más frío se escurría por las laderas sombreadas. A veces se quedaban atrapa

Pero no resultó fácil, pues el viento quería arrastrarlos hacia el sur e innumerables metros cúbicos de combustible se gastaron contra el imperativo del viento del norte antes de que Randolph, calculando que habían agotado sus reservas de energía, entregara el futuro inme____________________lante, ante vientos de oscuro dolor, con una voluntad tan caprichosa como los relámpagos de calor nocturnos en el horizonte.vo hasta los cielos del viejo México. Y así fueron empujados hacia dediato de la nave al viento y se dejaran llevar por encima del Río Bra

Fue justo en ese momento de desconcierto espiritual cuando los rescataría, sin previo aviso, aquí, «Al sur de la frontera», la Fraternidad de Eteronautas.

¿Cómo pudieron llegar a cruzar sus trayectorias? Más adelante, ninguno de los chicos recordaría dónde había pasado, en el transcur____________________ñados del todo, procedentes de otros mundos.trar, en todo lo que los tejados dejaban en el exterior, el hogar de los huidos y los rechazados, a cubierto de la intemperie, de los ataques de la luz de luna, de unos depredadores verticales más oscuros, nunca sogún los términos de su oscuro compromiso, nunca deben descender a la Tierra, y cada noche anidan juntas en los tejados de la ciudad, como una bandada de pinzones de febrero, pues habían aprendido a enconlos, justamente entre esta hermandad errante, cuyas componentes, setrol, se reagruparon y se alejaron hacia la noche que ya caía. Aun así, ¿devolvieron las miradas a la pesada aeronave impulsada por motor? Ceños fruncidos, coqueterías, vago presentimiento de que era entre ellas, estas sombrías jóvenes, donde al fin y al cabo los Chicos estaban destinados a encontrar esposa, a casarse y tener hijos y llegar a abuecas perfectamente cosidas a máquina, ni siquiera a esta titubeante luz filtrada de mugre, pudieran llegar a confundirse con alas de ángeles. Las chicas, serias, cada una vestida con cabritilla negra y cromados de níquel bajo los ineludibles arneses de vuelo, cada una portando en la frente una diminuta lámpara eléctrica con la que ver su panel de conda. Y no se trataba de que esas alas, con sus miles de «plumas» elíptigidamente atentos a los vislumbres de carne de chica atlética desnudieron contar los pernos sobre los engranajes, oír el chirrido rotante de las unidades de energía auxiliares de nitronaftol, y se pusieron ríte rítmicas, oscilando, algunas pasando tan cerca que los chicos punos crepusculares, que aparecieron girando, dispersas ante la masa de la aeronave que ocultaba las estrellas, con alas metálicas fervorosamenso de qué ascenso tóxico, en medio de qué clamor de riñas que a esas alturas ya se habían vuelto rutinarias, cómo habían tropezado con esta formación de chicas voladoras, vestidas como novicias religiosas en to

Se llamaban Trinitaria y Prímula, Alegría, Llama y Viridiana, y cada una había llegado a esa hermandad de mujeres eteristas a través de los misterios de la inoportunidad: un tren que llegaba tarde, una carta de amor en el momento inapropiado, un testigo policial alucinado y co____________________ción de la luz, la reluctancia espectral y el Número de Reynolds de éter normalizado.picamente, una serie de variables que incluían el índice de saturacó Viridiana, y una persona podía alcanzarlas y dejarse llevar por ellas, del mismo modo que el viento marino lleva al águila, o que las olas del Pacífico, según se dice, llevan a los surferos de Hawai. Las alas de las chicas eran antenas etéricas que percibían en el medio, casi microscósas así. Y ahora ahí estaban esos cinco chicos aeronautas, fascinados por la forma de volar de las chicas. Grandes olas atravesaban el Éter, expli

– Estas variables son a su vez reenviadas a un dispositivo de cálcu_lo -dijo Viridiana- que controla los parámetros de nuestras alas, ajustándolas «pluma» por «pluma» para maximizar la ascensión etérica…

– Tendría que haber sido eterista -susurró Chick para sí.

– Los gases no son el futuro -dijo Viridiana-. Quemar dinosaurios muertos y lo que comieran no es la respuesta, Chico Cigüeñal.

Inmediatamente empezó a instruirle en la eterodinámica que per_mitía volar a las chicas.

– El Éter -explicó Viridiana-, como la atmósfera alrededor de la aeronave, puede producir sustentación y resistencia sobre la Tierra mientras se desplaza por el espacio. Ya desde el Experimento Michelson-Morley se ha especulado sobre una capa límite.

– Que la superficie irregular del planeta -empezó a comprender Chick entonces-, con las montañas y demás, crea torbellinos para evi_tar que se separe…

– Y también sabemos que su grosor es proporcional a la viscosidad cinemática, expresada en metros cuadrados por segundo, lo cual hace que el Tiempo sea inversamente proporcional a la viscosidad, y lo mis_mo para el grosor de la capa límite.

– Pero la viscosidad del Éter, como su densidad, puede ser insig_nificante. Lo que quiere decir una capa límite muy fina, acompañada por una considerable dilatación del Tiempo.