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Cuando acabó, Dally se marchó con un au Voir, despidiéndose torpemente con la mano sin darse la vuelta; la torre de radio ascen____________________ciente asiones. Empezó a tararear la melodía de Reynaldo Hahn pertenete inclinada, volvió a la estación del Métro. No tenía nada más que hacer en ese barrio aparte de llamar a Merle a través de las dimendía imponente y vertical, como su prima la Torre Eiffel, visiblemente desproporcionada respecto al entorno, y ella, con la cabeza levemen Ciboulette y que iba sobre la suburbanización de la pasión, que todo el mundo canturreaba esa temporada: «C'est pas Paris, c'est sa banlieue».

Cuando llegó a Montparnasse, iba silbando J'ai deux amants, de la última producción de Sacha Guitry.

– 'Jour, Dally -saludó una joven bonita en pantalones.

– 'Jour, Jarri.

Un grupo de americanos se detuvo a mirar.

– Escuse muá, pero ¿no es usted La Jarredére?

– Oh, sí, pero eso fue antes de la… ¿de la Guerra? Yo bailaba con ese nombre.

– Pero si decían que había muerto…

– Y…, y de una manera muy espantosa…

La joven sorbió por la nariz.

– Grand Guignol. Querían ver sangre. Utilizábamos… frambuesa en almíbar. Mi vida se estaba complicando…, muerte y renacimiento como una persona distinta, o eso parecía, algo verdaderamente pinti_parado. Necesitaban un succés de scandale, y a mí no me importó. Una joven belleza destruida antes de su hora, algo para que la mente mas_culina eternamente adolescente pudiera divertirse. Mon Dieu! - can_tó-. Que les hommes sont bêtes! -A cuyo tramo final se unió Dally, cantando la armonía.

La comedia musical estaba en auge en el París de la posguerra, y al cabo de un tiempo Dally se movía por su, bueno, por su banlieue. Por entonces tenía un pequeño papel en Fossettes l'Enflammeuse, una opereta de época de Jean-Raoul Oeuillade, sobre un tipo de seductora adolescente y rebelde, bastante familiar a esas alturas, una especie de vampiresa infantil que bebe, fuma, toma cocaína y demás…, que había sido llevada a los escenarios de Nueva York por el célebre empresario teatral R. Wilshire Vibe, con el título de Hoyuelos, aunque Dally se ha_bía molestado en aprender a imitar a la estrella, Solange St.-Emilion, cantando a pleno pulmón el primer número importante de Fossettes:

Casse-cou! C'est moi!

Ce 'p 'ti 'j 'm 'en fou'-la-là!

Casse-cou, mari, tes femmes aussi

Tous les autres n'importe quoi!

Dally subió a su piso, al lado de la rue du Départ, entró en la co__pectáculo… Debía estar pensando en Merle, pero por alguna razón era Kit quien ocupaba sus pensamientos.cina y preparó café. Acababa de contarle a Merle la historia íntegra de su vida desde que lo había dejado en Telluride, y qué lamentable es

Junto a la ventana había estanterías con un juego de cuencos y bandejas de terracota de una tienda de Turín, un regalo de bodas que Kit y ella se habían hecho a sí mismos. La primera vez que los vio, ella sintió una satisfacción inmediata. Estaban barnizados en un tono muy alegre de verde, no, mejor dicho, era como si el color procediese de cristales pulverizados sensibles a las ondas de radio, capaces de traer de vuelta la voz de Kit cantando «No será un matrimonio con esti__guir preocupándonos, y luego, en voz alta, añadía: «Gracias a Dios sabes cocinar».lo…», mientras ella pensaba: Así somos nosotros. No tenemos que se

Se casaron en 1915 y fueron a vivir a Turín, donde Kit consiguió un empleo trabajando en el diseño del bombardero italiano. Al cabo de un par de años sucedió el desastre de la batalla de Caporetto, cuan____________________pa a la Guerra, claro, y era verdad hasta cierto punto. Pero…, bueno, Dally también había perdido un poco la cabeza y hacía estupideces. Un día se encontraba en la fábrica cuando una pequeña falange de hombres con trajes negros salió por una puerta metálica, y entre ellos reconoció a Clive Crouchmas.dos, y no les consolaba lo más mínimo saber que casi todos cuantos conocían estuvieran sufriendo la misma desdicha. Le echaron la culguno de los dos recordaba por qué se habían casado, o seguían casado pareció que los austríacos descenderían a saco desde las montañas y seguirían avanzando tranquilamente hasta Venecia. A esas alturas nin

Como muchos otros antes que ella, Dally tenía una tolerancia muy baja -inocentemente baja, teniéndolo todo en cuenta- para los com____________________do tiene derecho al menos a uno, ¿no es así?, y, bien mirado, al final Clive lo agradeció, y a Dally casi le divirtió.dad conyugal?, ¿líos con otros hombres?, ningún problema para Clive. Estaba, claro, aquel turbio asunto del pasado, cuanto intentó venderla como esclava blanca, pero ambos comprendían ahora que aquel había sido tal vez su único instante de genuina pasión ciega, y todo el munplejos y el trabajo que suponía aguantarlos. Y sabía que las exigencias de Clive serían todo lo mínimas que una chica pudiera soñar. ¿Felici

No se trataba sólo de que Clive hubiera envejecido, sino que en el juego de elevadas apuestas de la vida que había escogido, había aca__dedor de la noche, pero muy lejos de lo que en el pasado creía que le correspondía por derecho. Así que ella tampoco estaba por la labor de agudizar su desastre.bado con menos fichas de las esperadas, sin llegar a ser el mayor per

Mientras su esposa volvía con alguien con quien no debería, Kit se pasaba el día en la fábrica o bien andaba dando vueltas por ahí, y casi sin que se dieran cuenta la Guerra había terminado, Dally estaba en Pa____________________bía era que allí seguían los combates. Él le enviaba cartas, con sellos y matasellos distintos cada vez, y de vez en cuando daba la impresión de que iba diosa búsqueda de algo que ella desconocía por completo. Lo que sí sarís y Kit en algún lugar de Ucrania occidental, empeñado en una grana volver, pero ella no tenía claro si quería que lo hiciera o no.

Esa mesa de la cocina no era sitio para pasar el mediodía. Cogió unos cuantos francos de debajo de uno de los platos verdes y salió de nuevo a la calle, mientras un aeroplano volaba por encima, susurrando con serenidad para sí. A unas manzanas estaba el bulevar y su café pre____________________vo, como si el café de mala fama fuera uno de esos lugares elegidos de los que hablaban los místicos orientales. Aunque bien podría ser que los otros también «necesitaran» verla a ella, a veces sólo pasaban como fantasmas y la miraban directamente, sin reconocerla.tarse a una mesa en la terraza, al cabo de poco, su vida, o al menos fragmentos de ella, se repetían a sí mismos, de una forma levemente distinta, y aparecía justamente la gente que «necesitaba» ver de nueferido, L'Hémisphére, donde ella había descubierto que con sólo sen

Por esos días una numerosa población americana pululaba a todas horas por París, intercambiando direcciones, verdaderas o falsas. Algu____________________plazarse hacia la esquina del bulevar Raspail y los cafés más reputados, como el Dome, la Rotonde, la Coupole y el Select.tunadamente, en L'Hémisphère no había teléfono, porque el dueño lo consideraba otra especie de plaga que se propagaría y con el tiempo destruiría Montparnasse. ¿Dónde sería entonces posible dejar una nota a Octave, el camarero, con plena confianza en su persona? En cuanto los americanos se enteraban de que no había teléfono, tendían a desdos y los atormentados por la fiebre, cuyos miembros habían realizado el rito de iniciación en la guerra, el hambre y la gripe española. Aforprar, que caminaban inseguros como por un oscuro paseo bordeado de sauces hacia una especie de Club Europa de los tullidos, los gaseanero que gastar pero sin la menor idea de qué podía o no podía comnos podrían ser fantasmas de la Guerra con asuntos pendientes en la ciudad. Pero la mayoría eran jóvenes americanos, ilesos, niños con di