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– Las bombas -dijo ella-. Bombas en la familia. Al menos Reef y tu padre las ponían donde hacían algún bien.

– Austríacos. -Kit creyó que bastaba como explicación.

– Tus hermanos de armas. No es a ellos a quien hay que bombar_dear, mierda, hasta yo sé eso.

– Entonces sálvame.

– ¿Qué?

– Si soy un tipo tan lastimosamente perdido, ayúdame al menos a volver al buen camino. Explícame cómo.

Ella lo intentó. Más tarde creyó que iba a conseguirlo. Pero en cuanto él volvió a sacar a colación su historia con Clive Crouchmas, ella replicó con algún golpe bajo sobre Yashmeen, y a partir de en_tonces todo fueron voces más altas, y la salvación fue lo último en lo que pensó ninguno de los dos.

Tras la siguiente misión de vuelo, al volver al piso se encontró con que ella se había marchado. Me voy a París. Te escribo pronto. Ni siquie_ra firmó con su nombre.

Entonces él estuvo preocupado durante semanas, recordando lo mucho que habían afectado a Dally las noticias de que el S. S. Persia había sido torpedeado por un Capitán de submarino llamado Max Valentiner, un lobo del norte que había descendido a los campos me_diterráneos, y que entre los desaparecidos estaba su colega Eleanor Thornton, que había servido de modelo para la figura que adornaba el capó del Rolls-Royce, conocida como el Espíritu del Éxtasis. Por fin, recibió una postal de París, con la dirección provisional de Dally, y volvió a dormir por las noches.

Cruzando un mar que recientemente se había vuelto peligroso y contingente, en el que ya no se estaba a merced de longitudes desco____________________ro de rabia y voces con una esponja húmeda y se la borró, salvando a Reef, como él mismo no tardaría en descubrir, de que lo enviaran de vuelta a Europa, pues en aquellos tiempos se consideraba que un idiota era una Carga probable para el Erario Público y que les costaría dinero a los contribuyentes americanos.tos después, alguien en uniforme del servicio de aduanas -Reef nunca llegó a verle bien la cara- se acercó corriendo entre el gran hervideblemas, se mostró indeciso y mudo tanto tiempo que le escribieron una gran letra I, de Idiota, con tiza en la espalda. Luego, unos minudos haciéndose pasar por inmigrantes italianos. En Ellis Island, Reef, pensando que tanto su inglés como su italiano podían meterle en pronocidas o de tempestades imprevistas sino de submarinos, donde el terror de la travesía había pasado de estar en manos de Dios a las de la armada alemana, Reef, Yashmeen y Ljubica volvían a Estados Uni

– Espera -dijo Reef-, ¿quién eres tú?

– Me llaman «El Borrador».

Reef acabó pensando que se había tratado de un acto amable por parte de un criptoanarquista que, por las razones que fuera, trabaja__bían llegado en plena paranoia anticomunista, con el Terror al Rojo y las redadas del fiscal Palmer, y al poco empezaron a plantearse cómo podía habérseles ocurrido volver.ba para el gobierno pero todavía era capaz de reconocer y echar una mano a un colega prófugo. Y no es que la Idiotez no hubiera sido una cobertura útil o, en su caso, una calificación demasiado errada. Ha

Se dirigieron al oeste, Reef impulsado por su antigua fe en el vec__do todavía. Un día, en una estación de tren en Montana durante una tormenta de nieve, se encontraron nada menos que a Frank, Stray y Jesse, que habían pensado lo mismo.tor que señalaba hacia allá, buscando algún lugar, alguna penúltima ciudad profunda a la que la red capitalista/cristiana no hubiera llega

– ¿Os parece bien que vayamos con vosotros? -dijo Reef.

– Mierda, claro -dijeron Frank y Stray casi a la par-. Aunque, bueno, tendría que preocuparme por mi reputación -no pudo evitar añadir Frank-, ya sabes: que me vean en tu compañía y demás.

Jesse no pareció muy sorprendido pero sin duda sí irritado.

– ¿Y cómo te parece que sienta encontrarte con algo así de golpe?

– Supongo que podría habértelo presentado como tu tío Reef -dijo Frank-, pero últimamente no te has dejado engañar con facilidad.

– Pero ¿cómo le llamo? «Papá» no parece muy lógico, ¿verdad?

Frank, que se moría por estrujar al chico en un largo abrazo, dejó la mano sobre el hombro de Jesse un rato.

– Mira, antes me habría bastado con un simple «Frank», luego pa_saste a llamarme «papá», y yo no es que lo prohibiera, porque es un gustazo oírlo. Lo es. A lo mejor algún día lo entenderás. Mientras tanto podrías llamarle «señor», hasta que se sienta tan incómodo que diga: «Oh, bueno, llámame Reef o algo así».

Y así se resolvió el asunto. Con el tiempo, Reef sería capaz de transmitir fragmentos de sabiduría paterna, como enseñarle a barajar cartas o a reconocer a un detective a sueldo de las empresas, y Jesse y él pasarían algunos buenos ratos juntos en los arroyos de la región, aunque ninguno de ellos era un pescador de primera, y apenas si pes____________________do, era mucho más de lo que ambos habían esperado.ticular tenía una forma mágica de transformar a pescadores mediocres en maestros consumados, y así ayudó a que Reef y Jesse aprendieran a convivir en agradable silencio, algo que, según acabarían admitiencaban lo bastante para contentar a los perros, pero el Umpqua en par

Yashmeen, que empezaba a perder los filos de su acento europeo, descubrió que estaba embarazada otra vez, lo que ambas mujeres in____________________trado con un par de hermanitas con las que lidiar. A veces empezaban a reírse y él no podía evitar pensar que se reían de él.riñó especialmente de Ginger, la hija de Frank y Stray, y del bebé Plebecula. Ljubica y Ginger tenían aproximadamente la misma edad, y se llevaban bastante bien, con la salvedad de alguna riña esporádica. Las niñas pasaban horas con el bebé, a veces simplemente mirándola. Sus otras miradas las reservaban para Jesse, que de golpe se había encondose en que Reef había vuelto a andar por ahí en su bien conocido aturdimiento. Habían observado a los hermanos día a día, atentas a las señales de rabia larvada, y comprendieron al cabo de un tiempo que ellos habían estado haciendo otro tanto con ellas. Yashmeen se encacomponerse demasiado a causa de las dudas de nadie. Sobre todo fijánterpretaron como una señal de que nada en su vida juntos iba a des

– No se ríen de ti -le tranquilizaron las dos mujeres.

– Ljubica quiere casarse contigo -dijo Yash-, pero no le digas que te lo he dicho.

– Eso le dará algo que pensar al Sheriff -murmuró Jesse, que ex_trañamente no sabía qué hacer con sus manos.

– No te preocupes, se le pasará -dijo Yash-. Pero ándate con cui_dado.

– Tu trabajo, en realidad -añadió Stray-, consistirá en mantener un ojo atento cuando ellas empiecen a asomar por la puerta con flores, oliendo a gomina, a ron de malagueta y demás.

– Siempre me toca cargar con trabajo y más trabajo -gruñó Jesse con satisfacción.

Pasaron un tiempo en el bosque de secoyas y luego un poco más en un pueblo de la Península de Kitsap, en la punta más alejada del mapa de Estados Unidos; más allá, ya sólo quedaba Alaska o la Columbia Británica.

Jesse llevó a casa como deberes del colegio «escribir un ensayo so_bre Qué significa ser americano».

– Ay, ay, ay. -A Reef le asomó aquella expresión en la cara, la mis__dades de dinamitero-. Veamos ese lápiz un momento.ma que le aparecía a su padre antes de salir para alguna de sus activi

– Ya he acabado. -Lo que Jesse había escrito era:

Significa hacer lo que te mandan y aceptar lo que te dan y no hacer huel_ga porque si la haces sus soldados te dispararán.

– ¿Eso es lo que llaman una «frase de entrada»?

– No, eso es todo lo que hay. -Oh.

Volvió a casa con la mejor nota, una A+.

– El señor Becker estaba en Coeur d'Alêne en los viejos tiempos. Me parece que se me olvidó mencionar el detalle.