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– Deberíamos fundar nuestra pequeña república -dijo Yash un día-. Separarnos.

– Sí, pero, para qué engañarnos -Stray, que nunca suspiraba mucho, suspiró-, esas cosas nunca salen bien. Es una idea estupenda mientras dura la provisión de opio, pero tarde o temprano aparece de por me__guien le hace chiribitas al marido equivocado…dio la sencilla y vieja mezquindad personal. Alguien seca el pozo, al

– Ay, Dios. -Yashmeen se apretó las manos contra el pecho como si buscara palpitaciones.

– No, no, no, nosotros ya estamos por encima de eso, espero.

Siguió una larga y afectuosa mirada. Nadie habría dicho «la espo____________________rosas, que se fingían desamparadas.mentos delirantes, por lo general en habitaciones de hotel de ciudades bastante al este de allí, con mujeres más jóvenes, ruborizadas y temblosueños. Por su parte, Stray recordaba haber disfrutado un par de mogencias prácticas del día lo solían circunscribir a la esfera de los ensa equivocada». Mientras tanto, ni la maternidad ni el peligro político habían apagado el deseo de Yash por otras mujeres, aunque las exi

El momento se estiraba, como si se despertara de una larga siesta en algún sitio.

– ¿Estamos a punto de cometer una estupidez aquí? -preguntaría una de ellas al cabo de un rato.

– Eso es lo que espero, sin duda -respondería la otra.

– 'Soir, Dally.

Era Policarpe, un viejo conocido de Kit, creía ella, de los tiempos de Bélgica.

– He salido a mirar escaparates. Parecías a punto de ensimismarte. No puedo permitírtelo.

Le sirvió un coñac. Se sentaron y contemplaron el bulevar ilumi_nado. Policarpe trabajaba para un periódico socialista. La muerte no se había instalado en sus ojos, pero los había visitado con frecuencia.

– Estamos en el Infierno, ¿sabes? -dijo como si tal cosa.

– Pues todos creen que por fin hemos salido de él -dijo ella.

Se encogió de hombros.

– El mundo se acabó en 1914. Como los muertos inconscientes, que no saben que están muertos, así nosotros tampoco nos hemos dado cuenta de que estamos viviendo en el Infierno desde aquel agosto es_pantoso.

– Pero esto… -hizo un gesto que abarcó la próspera y bulliciosa ciudad-, ¿cómo iba esto a ser…?

– Pura ilusión. Cuando la paz y la abundancia se den otra vez por sentadas, en tu momento más lánguido de máxima rendición, la autén_tica realidad se abatirá sobre ti. Veloz y sin piedad.

De repente, miró al otro lado de la calle y buscó sus gafas.

– He tenido una alucinación, obviamente. Por un momento me pareció ver a tu anterior marido.

Sí que lo había visto. Kit había regresado a París inesperadamente, tras pasar un tiempo en Lvov, que antes había sido la metrópolis de Galitzia y últimamente era la capital de la breve República de Ucra_nia Occidental.

Después de que Dally se fuera, y también Reef y su familia, Kit si____________________terludio con la amiga de Dally, Fiametta, que había trabajado con ella en el hospital. Hasta que un día terminó la Guerra, y por entonces ya había conocido a un algebrista, un tipo raro y obsesivo, llamado E. Percy Movay, que no paraba de hablar sobre un famoso grupo de mateguió como soldado, o más bien como ingeniero, solo, salvo por un inmáticos de Lvov, en la salvaje frontera del ya fenecido imperio austro-húngaro. Y así fue como Kit descubrió el Café Escocés y el círculo de locos más o menos pirados que lo frecuentaba, y allí una noche co_noció una implicación asombrosa del Axioma de Elección de Zermelo. Era posible, en teoría, se lo habían demostrado sin asomo de duda, tomar una esfera del tamaño de un guisante, cortarla en varios trozos de forma precisa y reunidos en otra esfera del tamaño del sol.

– Porque una emite luz y la otra no, ¿no te parece?

Kit se quedó desconcertado.

– No sé, no sé.

Pasó un rato pensándolo. Zermelo había sido docente en Gotin__junto de todos los conjuntos que no son miembros de sí mismos. También era célebre en las cervecerías por su teoría de que ninguna expedición podría llegar jamás a ninguno de los polos debido a que la cantidad de whisky necesaria era directamente proporcional a la tangente de la latitud. Como la latitud polar era de 90°, implicaba un valor que se aproximaba al infinito, Q.E.D. A Kit no le sorprendió que la peculiar paradoja pudiera remontarse en cierto modo hasta Zermelo.ga cuando Kit estaba allí y, como a Russell, le preocupaba el con

– Pero subconjuntos asombrosos, amigos, entendéis lo que signifi__seccionarse y reagruparse en cualquier número de mundos, cada uno de ellos tan real como «éste».ca, ¿no? Los místicos indios, los lamas tibetanos y demás, todos tenían razón desde el principio, el mundo que creemos conocer puede di

Kit tardó un poco en localizar al orador, y se sintió agradable____________________mado en un porte altivo y responsable.nes grises, y su antiguo andar vacilante y encorvado en clase transformente perplejo al ver, surgiendo de detrás de una gigantesca jarra de cerveza, la cara del Profesor Heino Vandeijuice, ahora extrañamente juvenil, con el pelo oscuro de nuevo, salpicado sólo de unos mecho

– Pero si es el señor Traverse. La última vez que te vi partías hacia Gotinga.

– Me alegro de verlo de nuevo, señor -dijo Kit abrazándolo-. Aquí.

– Lejos de las garras de Vibe, no me cabe duda de que has querido decir eso.

– Bueno, sobre todo me alegro de verlo vivito y coleando.

– Lo mismo digo, joven colega. -Tomaron otra ronda, salieron del Café Escocés y empezaron a pasear más allá de la Universidad hacia el Parque Klinski-, Con tantos muertos -reflexionó el Profesor al cabo de un rato-, es como si les faltara un poco al respeto, pero me ale__pañía sea demasiado buena para él. Mi único pesar es no haber sido yo mismo quien al final se lo cargase.gro de que Scarsdale Vibe se cuente ahora entre ellos. Aunque la com

Kit se iba a encender un cigarrillo pero interrumpió el gesto.

– No sabía que quisiera matarlo.

El Profesor se rió entre dientes.

– Lo intenté una vez, debió de ser después de que te marcharas para Alemania. Una especie de recaída en un odio desbocado, com__rioso. Sólo había dado trece pasos para subir a donde estaba, y me di cuenta de que no me encontraba sobre un tejado sino en un patíbulo, como si de algún modo ya hubiera llevado a cabo mi humildeprendí lo fácilmente que me había comprado, halagándome para que me creyera un igual de Tesla, aunque de la polaridad opuesta. Con el desprecio de Vibe, que no el mío. Furioso conmigo mismo, más aún con Vibe, busqué mi viejo Cok de la Armada de acción simple y me subí al exprés matinal para Nueva York; con la vaga idea de volverlo contra mí una vez que hubiera acabado con él. Llegué a Pearl Street, encontré un tejado cercano y me puse a esperar. Pero sucedió algo cu attentaí, me hubieran detenido, juzgado y condenado por él, y ahora estuvie_ra aguardando la pena definitiva. ¡Y luego hablan de anomalías en el Tiempo!

»Aquello parecía algún lugar fuera de Nueva York, uno de esos viejos juzgados de condado con una gran cúpula dorada. Se estaba congregando una multitud, una banda militar tocaba marchas y can____________________da»; pero el caso es que me salvaron.ciendo de las suyas otra vez, si esa de seis disparos no estaba ni cargarosa que yo había consentido llevar. Ni que decir tiene, el joven Suckling fingió que no era nada: «Eeeiiihhh, el viejo loco anda harecía prestarme demasiada atención. Entonces la cúpula del juzgado empezó a elevarse, o a expandirse hacia el cielo, hasta que al cabo de un momento vi que de hecho era la bolsa de gas esférica de un globo gigantesco, que se alzaba lentamente por detrás de la cúpula, donde había estado oculta. Una especie de conjetura del guisante y el sol de nuevo, sólo que distinto. Por descontado, eran los Chicos del Azar, y no era la primera vez que acudían a mi rescate, aunque por lo general lo hacían a causa de mis despistes profesorales, cuando me caía de acantilados o dentro de impulsores giratorios… Pero esta vez me habían salvado la vida, me habían rescatado de la vida barata y deshonciones, los niños vendían limonada, banderas americanas, mazorcas de maíz, perritos calientes y demás. Todos podían verme, pero nadie pa