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Era una sala de reuniones oscura, con las ventanas cerradas me____________________cuencia.llas. Fuera, en las calles batidas por la nieve, los lobos se aventuraban en busca de comida muy lejos de sus territorios, aullando casi con elolecos oscuros, o el de las plumillas, monedas, cubiertos, vasos y botediante contras de hierro, iluminada a trechos por lámparas eléctricas y de gas con pantalla verde, sumida en una penumbra apenas mitigada por el leve destello de las cadenas de los relojes, que colgaban de cha

– Sí, en estos tiempos hay demasiada gente de tu edad en la pro__cesivamente…fesión. Pasos irreflexivos, consecuencias nefastas, m la menor atención a la historia de los sacrificios de aquellos que os precedieron, y así su

– Pues como ha pasado siempre, abuelo veterano.

– El otro día casi freís a un puñado de mis chicos. ¿Te importaría explicármelo?

– La zona estaba bien señalizada. Habían sido advertidos de sobra. Ya sabe que no se sacan naves al aire los días de pruebas.

– Es todo lo contrario, para variar. Uno no hace pruebas cuando hay naves en el aire, ni siquiera cuando se trata de un cúter pequeño e indefenso…

– ¡Indefenso, dice! Pero si iba pertrechado como buque de ataque, señor.

– … que navegaba tranquila e inocentemente como nave de recreo, hasta que vosotros la atacasteis con vuestros rayos infernales.

– El cúter hizo un Movimiento Furtivo. Simplemente nos atuvi_mos al protocolo.

– ¡Toma, a ver si te parece esto furtivo!

– ¡Chicos, chicos, por favor!

Discusiones como ésta eran tan frecuentes que apenas sorprendió a Randolph que el gong del telégrafo del puente de vigía de popa, cuyo transmisor estaba sujeto a la cola de Pugnax, empezara a sonar con un clamor.

– Rápido, los prismáticos… Veamos qué centellas tenemos aquí.

La nave, en la lejanía, se distinguía por una envoltura con la forma y casi las dimensiones de cebolla de una cúpula de una iglesia orto____________________yendasón de los Romanov, y encima, en caracteres cirílicos dorados, la ledoxa oriental, sobre cuya brillante superficie se veía, en negro, el bla bol'shaia igra o, lo que es lo mismo, «El Gran Juego». Así que fue de inmediato reconocida como la nave insignia del misterioso homólogo ruso de Randolph -y también con demasiada frecuencia su némesis-, el Capitán Igor Padzhitnov; con quien ya habían tenido «altercados» (véase en especial Los Chicos del Azar y los Piratas del Hie_lo y Los Chicos del Azar casi se estrellan en el Kremlin) que despertaban en los chicos vivos y angustiosos recuerdos.

– Me pregunto qué se traerá entre manos el viejo Padzhy -dijo Randolph en voz baja-. Se están aproximando tremendamente rápido.

La organización paralela de San Petersburgo, conocida como los Tovarishchi Slutchainyi, era tristemente famosa por sembrar la discor__pre opacos para los chicos, y la especialidad de dia en el lugar del mundo que les apeteciera, por motivos casi siemPadzhitnov era dejar caer ladrillos y mampostería, siempre procedentes de manzanas de cua____________________combros los recogían de entre las paredes maestras de anteriores blancos que se habían puesto a tiro.ma»-, sobre los objetivos designados por sus superiores. Los letales estro plantas de altura -que se habían acabado convirtiendo en su «fir

– Nos sobran razones para evitar a estos colegas -comentó Lindsay asintiendo con gravedad-. Sin duda creerán que hemos invadido otra vez su «espacio celeste». Dado el más que considerable grado de dislo_cación nasal que causó aquel contretemps polaco (que en ningún caso fue responsabilidad nuestra), en esta ocasión más vale que tengamos claro cuál es nuestra versión de la historia antes de que ellos nos intercepten, algo que, da la impresión, puede ocurrir en cualquier momento… Eh, es más… -De repente, un violento e inesperado topetazo estremeció de punta a punta la estructura del Inconvenience; la nave rusa se había situado a su lado sin ningún miramiento, por decirlo de algún modo.

– Oh, lo que faltaba -murmuró Randolph.

– ¡Ah de la nave! ¡Chicos del globo! -El Capitán Padzhitnov era muy rubio, atlético y decididamente alegre, sin duda más de lo que requerían los asuntos aéreos corrientes-. ¡Os habéis adelantado otra vez! ¿Qué me pasa? ¿Me estoy haciendo viejo?

Su sonrisa, que tal vez no habría llamado la atención sobre la su__temente Mauser turcos de último modelo, así como otras armas más difíciles de identificar, con las que su tripulación apuntaba ahora alperficie de la Tierra, allí, entre, digamos, una reunión de desquiciados, a miles de pies de altura y muy lejos de cualquier puesto avanzado de la Razón, parecía aún más ominosa que la falange de fusiles, aparen Inconvenience.

– Na sobrat' ya po nebo! -le saludó Randolph con el aire más des_preocupado que le fue posible fingir.

– ¿Hacia dónde se dirigen? -tronó el comandante ruso a través de una bocina de plata china.

– Hacia el sur, como ve.

– Las autoridades acaban de declararlo Zona de Emergencia -dijo Padzhitnov abarcando con un movimiento del brazo un amplio sec_tor del terreno helado que había abajo-. Tal vez prefieran desviarse.

– ¿Las autoridades? -preguntó Lindsay, como si le hubieran dicho el nombre de un íntimo amigo.

– El IGLOO -respondió el comandante ruso encogiéndose de hombros-. Nosotros no les hacemos el menor caso, pero puede que ustedes sí.

– ¿De qué clase de emergencia -preguntó Randolph- hablaron?

Los aeronautas moscovitas fueron presa de un incontenible y si_niestro ataque de risa.

– En la región de Rusia donde me crié -pudo por fin decir el Ca____________________ba antes. Le gustaba el dolor. El dolor era como… la sal. Sazonaba la vida. A esa criatura nunca le dimos nombre. Jamás. ¿Lo entiende?nos, porque si se topaba con ellos los devoraba, y no siempre los matapitán Padzhitnov-, todos los animales tenían nombre, sin importar lo peligrosos que fueran: osos, lobos, tigres siberianos… Todos salvo uno. Una criatura a la que temían los demás animales, incluidos los huma

– Por Dios -le susurró Lindsay a su jefe-, si sólo hemos hecho una pregunta.

– Gracias -respondió Randolph-, proseguiremos con especial cau_tela. ¿Necesitan reabastecerse? ¿Les hace falta algo?

– Mis respetos a su inocencia ciega -sonrió su colega del otro ban_do; y no era la primera vez que lo decía, pues se había convertido en una despedida ritual. El Bol'shaia Igra empezó a alejarse, mientras su ca_pitán y demás mandos permanecían junto a la barandilla del puente, conferenciando sin apartar la vista del Inconvenience. Cuando las naves casi estaban fuera del alcance del oído, el Capitán Padzhitnov se des_pidió con la mano y, en la inmensidad del cielo ártico, gritó con voz débil y quejumbrosa-: Bon voyage!

– ¿De qué iba todo eso? Si lo que pretendían era advertirnos de que no…

– Ni ha mencionado al grupo de Vormance, ¿te has fijado?

– Se trataba de algo más -dijo Miles Blundell, el único de la tri__cos reanudaban sus actividades ypulación que parecía haberse tomado en serio la advertencia, mientras reemprendía la preparación de la comida, a la par que los demás chi Pugnax volvía a meter el hocico en_tre las páginas de un roman-feuilleton de M. Eugéne Sue, que al parecer leía en el francés original.

Y así entraron en la Zona de Emergencia, manteniendo el oído atento al dispositivo de Tesla y escrutando cuidadosamente las tierras yermas e incoloras de abajo. Y durante horas, hasta bien pasada la cena, su enigmático rival, el Bol'shaia Igra, se mantuvo alejado pero porfia__sentara el tercer ojo en la frente de un ídolo de lo incomprensible.damente presente a estribor, rojizo como un rubí maldito que repre