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El propio Narvik, del que se rumoreaba que nunca dormía, no paraba de moverse arriba y abajo durante toda la noche, saludando a los clientes, sacando platos de la cocina, cobrando y, en general, pro_curando animar con humor ártico a los que hacían cola.

– ¿Qué pide un canadiense cuando entra en un bar?: Un dedo de hielo con dos cubos de whisky. «¿Por qué compras en el almacén de ese ladrón siciliano?», le preguntan a un buscador de oro italiano en el Yukón; «Perqué el signore ma fía». ¿Cuál es la frase favorita para ligar en Alaska?: «Guf, guf».

– Un par de esos Filet Olaf, me parece -dijo por fin Hunter-, y también ensalada de col para acompañar; ah, ¿y puede ser la Salsa Mis_teriosa aparte?

Regresó a la isla en plena noche, una noche ya fría y deshabitada como promesa del invierno que se avecinaba, en un peligroso tránsi__vedizas, sin previo aviso.to a través de bancas de hielo que, como si tuvieran mala intención y conciencia, buscaban llevarse al fondo al despistado, cual arenas mo

Y en la incesante deriva del hielo, en los incontables desplaza__mento, puede que dos, las formas y los tamaños de las masas aquí, en esta «Venecia del Ártico», serían exactamente los mismos que los de la secular Venecia y las islas de su periferia. Por descontado, no todas esas islas eran tierra firme, algunas eran hielo, pero, consideradas como espacios multiconectados, ambas serían lo mismo: Murano, Burano, San Michele, el Gran Canal, mientos y rotaciones, derretimientos y congelaciones, por un mocada pequeño canal hasta el más míni____________________to debajo de su ventana, y el sol poniéndose detrás de Mestre.nor en pleno grito desgarrador acompañado por una concertina justico. Se «despertaba», pero se sentía como si acabara de llegar, tras un viaje inconsciente, a una habitación del Bauer-Grünewald, con un teperando alerta el fatídico momento, había rezado por el estruendoso asalto a su sensorio, por el desplazamiento inmediato a kilómetros y a años de aquí, a la verdadera Ciudad del Silencio y Reina del Adriámo detalle; y por ese breve instante sería posible pasar de una versión a la otra. Durante toda su infancia, Hunter Penhallow había estado es

Pero el hielo siempre volvía a hurtadillas a sus sueños nocturnos. Los canales helados. La seguridad del hielo. El regreso al hielo cada no__ños, donde los osos polares no se movían ya con torpeza ni mataban, sino que, una vez en el agua, nadaban bajo el hielo y se convertían en grandes criaturas marinas anfibias y blancas, gráciles como un delfín.che, como si volviera a casa. Recostarse, horizontal como el hielo, bajo la superficie, entrar en el sueño sin puertas, irrompible, tanto tiempo buscado… Perderse allá, en el otro mundo de la infancia y de los sue

Cuando su abuela era niña, según le contó una vez, las hermanas anunciaron un día en el colegio que el tema de estudio serían las Cria_turas Vivientes.

– Yo sugerí el hielo. Me echaron de clase.

A media mañana, Constance subió a la cima del acantilado, miró pendiente abajo, a las peladas colinas, y vio que el barco en miniatura que antes había anclado allí, sujeto tan sólo por el más ligero anclote al fondo de la bahía, y que a veces parecía estremecerse por el deseo de marcharse, había zarpado por fin, con rumbo a mares más esme____________________tar la hubiera convertido, al final, en una página en blanco.ta de despedida que le esperaba esa mañana en su mesa de trabajo y que llevaba ahora como un pañuelo arrugado en el bolsillo, en la que él le abría su corazón, pero que ella no podía desdoblar y leer otra vez por temor a que una magia terrible que nunca había sabido contrarresjano pitido de una sirena de vapor ahogado por el viento, sólo la carpo, reservándose el sur para el final. Ni una voluta de humo, ni el letífico mediría. Contempló todos los horizontes, tomándose su tiemllos, todos en el mismo ángulo exacto, que ningún instrumento cienguían llegar a verdes, doblegándose juntas al viento, un millón de taba más frío de lo habitual, tal vez la vegetación era mínima y austera, en tonos blanco, ante y gris, hierbas pálidas que visiblemente no conseraldas, vientos aromáticos, hamacas en la cubierta. Desde allí arriba, la vista del mar seguía siendo tan gris como siempre, el viento no sopla

De los Diarios del señor Fleetwood Vibe:

No se trató de ninguna Embriaguez del Norte ni nada por el es____________________tina, faisán con trufas, pudín a la Nesselrode, un champán del 96 que conservaban en hielo…versaban. Compartían sus cestas de picnic. Paté de foie gras en gelatilo. Pregúntele a cualquiera que estuviera allí. Desembarcaban. Con

De lo primero que nos dimos cuenta fue del canto. En esos casos, tiene que descartarse en principio la demencia colectiva, aunque nadie del grupo convendría siquiera en qué se estaba cantando. Sólo después de largos barridos con los prismáticos en la dirección de la que procedía aquella música escalofriante y desconocida, uno de nosotros distinguió un punto oscuro, situado bajo un cielo helado, que iba aumentando lentamente de tamaño, incluso mientras la inepta coral, paradójica pero piadosamente, parecía irse apagando, aunque no antes de que la can_ción quedara grabada en todos los cerebros. Datada alrededor de 1897, conmemoraba la reaparición en la costa septentrional de Noruega de Fridtjof Nansen y Frederik Hjalmar Johansen, tras un periplo de tres años por el silencio Polar, unas semanas después del regreso del barco en el que habían zarpado, el valiente Fram. Aunque sólo sea por mor de la objetividad científica, me creo obligado a reproducirla aquí.

El mundo se ha vuelto loco, cantando

a Nansen y Johansen,

los robustos chicos del Polooo.

Oh, Dios, hay legiones asediando

a estos intrépidos noruegos doquiera que vayan por la regiooón.

Hace tres años

zarparon en el Fram,

ahora que han vuelto,

la vida es magdalenas y jamooón.

Todos están nerviosos, y

para Nansen y Johansen bailan como locooos.

Nos quedamos aturdidos ante la inmensidad del vehículo que fi____________________bíamos de parecerles insectos indistinguibles.tantes para recoger los cabos que nos lanzaban. Corriendo debajo, denalmente acabó deteniéndose encima de nosotros. Apenas éramos bas

– No estamos en peligro -les aseguramos repetidas veces- ni, de hecho, nos hace falta ninguna ayuda.

– Corren un peligro mortal -afirmó su Oficial Científico, el Doctor Counterfly, un tipo con aspecto de estudioso, barbado y muy abriga____________________lar para ser elsas gafas cuyas lentes resultaron ser pares a juego de prismas de Nicol, que podían rotarse para controlar con precisión la cantidad de luz que recibía cada ojo-. Tal vez han estado demasiado cerca para verlo… Por nuestra parte, poco más hemos visto desde que pasamos el Paralelo Ochenta. Se ha declarado una Zona de Emergencia de un radio de cientos de kilómetros. El pico en cuya vertiente han establecido al abrigo del viento su puesto de mando es de forma demasiado regudo, como los demás, con los ojos escondidos tras un par de ingenio nunatak que imaginan. ¿Es que ninguno de ustedes sos_pechó que era una estructura artificial? De hecho, no estaba situada ahí por casualidad, y no podrían haber elegido un emplazamiento más peligroso.