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Su cuñado, R. Wilshire Vibe, encantado de tenerla como vecina, pues «Eddie» era un dechado de cualidades, no tardó en divertirse organizándole citas con los artistas, músicos, actores, escritores y otros ejemplares de la mala vida que uno podía encontrar en su medio en abundancia. A fuerza de emplear sus indudables talentos dramáticos, ella pronto consiguió convencer al empresario teatral de que, al dejar__nos no al principio, pero sí uno de segunda-doncella, por ejemplo la vitalse ver siquiera en compañía de aquellos desgraciados impresentables, estaba haciéndole un gran favor personal, por el cual no deseaba más recompensa que…, bueno, puede que no un papel protagonista, al me 'bandida' Consuelo en Diablura en México, por entonces en fase de ensayo; aunque el papel requirió una considerable y a menudo bas_tante repugnante relación con un cerdo amaestrado, Tubby, que con frecuencia la hacía sentirse una mera comparsa o actriz que da el pie -«florero con frase», decían los actores-, así que siempre era el maleducado cebón el que se llevaba las risas. Sin embargo, al final de las re_presentaciones, Tubby y ella eran «íntimos amigos», como declaró a las gacetillas teatrales, que en aquella época ya mostraban un acusado in_terés por su carrera.

Siguieron papeles más importantes, al poco acompañados de las arias o «números» de Edwarda, tan largos que requerían adelantar la subida del telón. «¡Cautivadoramente incomparable!», proclamaban los críticos, «¡trascendentalmente esplendoroso!», decían también, y no tardaron en bautizarla con champán como «La Diva de Delmonico's». Las mansiones vecinas, siempre escenario de vida alegre y diversión, resplandecían por dentro con una niebla de humo permanente y agra____________________rías de bacanal, noche tras noche, estaba la siempre alegre Edwarda, bebiendo Sillery de la botella y exclamando «Ja, ja, ja!», no siempre dirigiéndose a alguien en concreto.plendor núbil las escaleras de mármol, perseguidas por jóvenes con puntiagudos zapatos de baile de charol. En medio de aquellas correñidas de colores de gusto dudoso bajaban y subían corriendo en esbre los acompañantes, en lo que parecía un juego eterno. Jovencitas ataviadas a menudo tan sólo con penachos de plumas de avestruz tedable procedente de diversas fuentes recreativas, incluidas el hachís y el opio, así como con las brumas que se elevaban de las botellas de seltz vaciadas a veces en recipientes para beber pero con más frecuencia so

Así pues, Edwarda y Scarsdale se veían cada día pero llevaban vidas casi completamente desincronizadas, habitando cada uno en su pro__nos grises; el de Edwarda en malva, a veces castaño rojizo.pia ciudad incompleta, como capas superpuestas parcialmente en uno de los nuevos procesos de impresión de color: el de Scarsdale en to

* * *

Kit había bajado a los establos, donde al poco se le unió Dittany Vibe, cuyos ojos centelleaban bajo el ala de un sombrero casi irresistible. En el cuarto de los arreos, ella simuló inspeccionar un conside__tos, fustas, látigos de calesa y demás.rable inventario de arneses, ronzales, bridas, collares, tirantes, látigos cor

– Me encanta cómo huele aquí -susurró ella. Cogió una fusta tren__lizado de éstas en Colorado, Kit.zada de semental y la chasqueó un par de veces-. Debes de haber uti

– Nos suele bastar con unas pocas palabras escogidas -dijo Kit-, Nuestros caballos se portan bien, supongo.

– Pues nada que ver con estos animales del este -dijo ella en voz baja-. Ya ves cuántas fustas y cosas por el estilo hay aquí. Nuestros caba_llos son muy, pero que muy malos. -Le pasó la fusta-. Imagino que ésta debe de hacer un daño espantoso.

Antes de que él se diese cuenta, ella ya se había dado la vuelta, se había levantado la falda de su atuendo de amazona y se exhibía, mi__nominado traviesa expectación.rando hacia atrás por encima del hombro con lo que uno habría de

El miró la fusta. Medía metro veinte, y tenía un dedo de grosor.

– Por su peso, parece una fusta profesional… ¿estás segura de que no te sentirías mejor con algo más ligero?

– Me puedo dejar las bragas puestas.

– Umm, veamos…, si no recuerdo mal, depende de cómo plantes los pies…

– Bien pensado -dijo la prima Dittany-, tu mano enguantada de_bería servir de sobra.

– Será un placer -respondió sonriente Kit y, como se vio, también lo era para Dittany, aunque las cosas se pusieron un poco ruidosas al cabo de un rato y decidieron trasladarse al pajar contiguo.

Se pasó el resto del día intentando encontrar un momento para hablar con 'Fax sobre ese asunto de su prima, pero, como si los demás conspiraran para impedírselo, siempre había visitantes inesperados, lla____________________gía por fin para ver qué podía hacer.tores durante demasiado tiempo se sumía en un estado muy parecido a la ebriedad, momento en el que su otra mente co-consciente emerpezó a inquietarse, como cuando al trabajar en un problema de vecmadas de teléfono, improvisados partidos de tenis sobre hierba. Kit em

Avanzada esa tarde, tras otros jadeantes diez minutos con Dittany dentro de una tienda de palmito a rayas durante una fiesta con parti____________________nipulada por una mano en una válvula oculta. Miró a su alrededor buscando interruptores en las paredes, pero no encontró ninguno. A lo lejos, al final de uno de los pasillos, creyó ver una figura oscura que retrocedía hacia lo invisible luciendo uno de esos salacots que se decía llevaban los exploradores. Kit se dio cuenta ra escurriendo, disminuyendo suavemente como una luz de gas mado de croquet, y después de que se retiraran casi todos, Kit vagaba por la casa cuando oyó música de piano procedente, supuso, de la sala de música. Buscó el origen del sonido, las frases inacabadas que daban paso a nuevas que igualmente quedaban inconclusas, los acordes con los que él mismo había dado por casualidad, sentado al teclado del piano, pero que nunca había considerado exactamente música… Avanzó bajo una luz ámbar oscura como si la corriente eléctrica de la casa se estuviede que debía de tra_tarse de la oveja negra de la familia, aquel del que tanto se hablaba, Fleetwood Vibe, de regreso de una de sus expediciones.

R. Wilshire Vibe no se había ganado la simpatía de su sobrino con su «espectáculo» actual, Travesuras africanas, donde se oía el pegadizo:

Cuando esos nativos se vuelven locos,

cuando tu vida no vale un moco,

con ojos desorbitados, vestidos con andrajos,

van a hacerte llegar tarde al trabajo;

así que, dime, qué vas a hacer,

cuando vengan aullando a por ti, ¡unga, unga!

corriendo entre esos árboles de la jungla

para no convertirte en su cena. Pues

allá, en aquella tierra remota,

no encontrarás hot-dogs ni jamón de bellota,

lo que les gustaría zamparse es

sesos a la parrilla sacados de tu cabezota, así que

Si viajas por esos lares,

escucha mi consejo

para no acabar en la olla, viejo: