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no seas quijotil

y llévate un automóvil.

A todos les gustaba reunirse alrededor del Steinway, en el salón, para cantarlo juntos. Y a todos les divertía mucho, salvo a Fleetwood, que se pasaba como poco treinta y dos compases por noche intentan_do no tomárselo a mal.

– En realidad todavía no saben que estoy aquí -le confesó a Kit-. Y si perciben mi presencia, lo hacen como el que ve fantasmas, aun__para a la corrupción generalizada, pero últimamente la he perdido.que es posible que ya te hayas dado cuenta de que no se trata de gente muy espiritual. En el pasado albergué la esperanza de que Dittany esca

– Pues a mí me parece bastante honrada.

– En cualquier caso, no soy quién para juzgar. Es más, no deberías creerte nada de lo que yo diga sobre esta familia.

Kit se rió.

– Oh, bueno. Paradojas lógicas. Las entiendo bien.

Habían subido a la cima de una colina empinada, tras dejar atrás un bosquecillo de arces y de nogales negros, algunos ya viejos cuando llegaron los primeros europeos, y la mansión quedaba oculta entre el follaje, más abajo.

– Antes todos subíamos hasta aquí en invierno y luego bajábamos en trineo. Por entonces nos parecía casi vertical. Y fíjate en aquello. -Hizo un gesto con la cabeza hacia el oeste. A través de kilómetros de humo de carbón y bruma salada, Kit distinguió algunas torres casi invisibles de Nueva York, sobre las que se abatían los rayos radiales del sol de última hora, desde detrás y entre nubes que parecían casi sus pro__día imaginar ningún paisaje continuo que llevara de manera natural desde donde estaba a lo que veía. Claro que ahí se encontraba Queens, pero pios prototipos celestiales, lo que los fotógrafos llamaban un «cielo de dos minutos», destinadas a encapotar el cielo rápidamente y puede que a dejar caer algunas gotas-. Cuando venía solo era para contemplar la ciudad, pensaba que tenía que haber un portal a otro mundo… No pocuando me enteré, ya era demasiado tarde, yo estaba obsesionado con el sueño de un pasaje a través de una puerta invisible. Podría tra_tarse de una ciudad, pero no necesariamente. Era más una cuestión de lo invisible adquiriendo sustancia.

Kit asintió. -Y…

Fleetwood se metió las manos en los bolsillos y negó lentamente con la cabeza.

– Se cuentan cosas, como mapas que coinciden…, demasiado cohe____________________teza no es que la has descubierto, sino que vuelves a encontrarla. En un único e intenso episodio de iluminación, lo recuerdas todo.grafía es tanto espiritual como física. Si te topas con ella, tu mayor cersiones… Siempre hay un lugar oculto cuya entrada no es obvia, la georentes en demasiadas lenguas e historias como para tratarse sólo de ilu

– El hogar.

– Oh… -exclamó siguiendo la mirada de Kit colina abajo, hacia la «gran casa» invisible, el sol de última hora sobre los árboles-. Hay hogares y hogares, ya lo sabes. Y en estos tiempos…, lo único que les preocupa a mis colegas es encontrar cataratas. Cuanto más espectacu____________________tas vectoriales?co que yo busco ahora es el movimiento por el movimiento mismo, lo que vosotros llamáis el vector, creo… ¿Existe algo parecido a incógnilares sean, más oportunidades para un hotel caro… Parece que lo úni

– Los vectores… pueden resolverse. Seguro. Pero puede que te re_fieras a otra cosa.

– Este siempre apunta a lo lejos, pero ahí -señaló la titilante me_trópolis moviendo la cabeza a un lado-, ahí es donde está el dinero.

No hizo una pausa sino que más bien esperó, como uno espera__moto invisible.ría ante un telégrafo acústico, alguna afirmación procedente del re

– Mira -prosiguió-, por allá uno se encuentra con algunos perso____________________taré una historia sobre la Ciudad Celestial, sobre Sión.ses más tarde, si es que salen. Misioneros, desertores, ciudadanos de los caminos, pues a eso han jurado fidelidad: al camino, al sendero, al río, a lo que sea que los lleve hasta la siguiente cadena montañosa, hasta el siguiente recodo del río que emerge de esa extraña luz húmeda. «El hogar», ¿qué significa? ¿Qué atractivo puede tener para ellos? Te connajes muy raros. Los ves adentrarse en la región, y no salen hasta me

Una noche, en el África oriental, no recordaba exactamente dón__tria judía. Inmediatamente empezaron a hablar sobre la situación de los apátridas con respecto a los propietarios. La fiebre, el abuso de las drogas locales, la ubicua e interminable guerra intestina de las tribus, las miles de amenazas a la intrusión blanca, muchas de ellas invisibles, fueron desquiciando poco a poco la conversación.de, Fleetwood conoció a Yitzhak Zilberfeld, un agente sionista que recorría el mundo examinando las posibilidades de establecer una pa

– ¿Qué es el Estado moderno -preguntó Yitzhak- sino un solar con casa en una zona residencial, pero a una escala mayor? El anti____________________sidenciales y, por extensión, para el Estado. Y, mira tú por dónde, los judíos arrastran esta historia de carencia de Estado.máticamente en una amenaza para el orden propio de esas zonas rera de los límites de la propiedad de cualquier escala se convierten autoco judío. Todo el mundo tiene que vivir en un espacio de relaciones sencillas con una línea continua a su alrededor. Algunos ponen cuerdas de pelo trenzado para ahuyentar las serpientes. Y quienes viven fuebable es que sea propiedad de un banco, puede que incluso de un bantan campamento para una sola noche, o pagan alquiler, a diferencia del Buen Ciudadano, quien cree que «posee» su casa, aunque lo más prosemitismo emana directamente del temor congénito de los suburbios acomodados hacia aquellos que están siempre en marcha, que levan

– No es nada deshonroso desear tu propio trozo de tierra, ¿no? -se quejó Fleetwood.

– Por supuesto que no. Pero ninguna patria judía acabará con el odio a los que carecen de propiedad, que es un elemento constituti_vo del imperativo suburbano. El odio se transfiere a otro objetivo, eso es todo.

¿Y acaso existiría, justo en el medio de lo más denso de la jungla, una tranquila extensión de tierra, sin colonizar todavía, que nadie se disputara, alta, fértil, sin enfermedades, defendible por medios natura__saje previamente oculto, en la tierra pura, en Sión?les y demás? ¿Doblarían el recodo de un camino, o salvarían la cima de una montaña, y se encontrarían de golpe, después de atravesar el pa

Siguieron sentados mientras el sol se ponía sobre la bendita posi_bilidad.

– ¿Es real?

Un encogimiento de hombros.

– Sí… O no.

– O los dos tenemos fiebre.

Levantaron un campamento en un claro, cerca de una pequeña cascada, y encendieron una hoguera para cocinar. Como si declararan inaugurada la noche.

– ¿Qué era eso?

– Un elefante -dijo Fleetwood-. ¿Cuánto tiempo has dicho que llevabas por aquí?

– Suena muy cerca, ¿no crees? -Y como Fleetwood se encogió de hombros, añadió-: Quiero decir, ¿has tenido algún…, algún encuen_tro con elefantes?

– Alguno que otro.

– ¿Llevas un arma para elefantes encima?

– No, ¿y tú?

– Y si éste carga contra nosotros, ¿qué hacemos?

– Depende de cómo cargue… ¿Intentamos disuadirlo hablando?

– ¡Antisemita!

En la oscuridad, el elefante berreó de nuevo, y en esta ocasión se le unió otro. En armonía. Si era a modo de comentario o no, ¿quién sabe?

– Vaya, ¿es que no duermen por la noche?

Fleetwood suspiró audiblemente.

– No pretendo ofender, pero… si esta especie de ansiedad ante la presencia de elefantes es muy común entre tu gente, tal vez África no sea el lugar más prometedor para que se establezcan los sionistas.

A través de los pies sentían la percusión del suelo de la jungla, que se correspondía con los pasos de un elefante adulto acercándose a toda velocidad.