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– Esto es lo que debe hacer -le sugirió Tansy Wagwheel, a quien al cabo de apenas unas semanas este trabajo llevaría a recorrer chillan__go cerca, lado la calle Quince y a caer en brazos del sistema escolar público del condado de Denver-. Está en este maravilloso libro que siempre ten Guía del cristiano moderno ante las perplejidades morales. Aquí, en la página ochenta y seis, tiene la respuesta. ¿Lleva pluma? Bien, pues apunte: «Dinamítalos a todos, y que Jesús les ajuste las cuentas».

– Ah…

– Sí, ya lo sé… -La expresión soñadora de su rostro no podía de_berse a Lew.

– ¿Dice algo de las carreras de caballos? -preguntó Lew al cabo de un rato.

– Señor Basnight, es usted muy gracioso.

* * *

La siguiente vez que Lew subió a las altitudes sitiadas de las mon____________________chada, sin abrigo ni sombrero, descalzos, a los que soldados a caballo conducían en manada hacia alguna frontera. O al menos eso dijo el Capitán. Lew se preguntaba qué debía hacer. Aquello estaba mal se mirase por donde se mirase, y las bombas tal vez ayudaran, pero ni por asomo lo resolverían.to a sus licencias de detective. Más de una vez se topó con grupos de mineros andrajosos, algunos con profundas magulladuras o la cara hindientes y las orillas de los arroyos. Había creído conseguir, a través de uno de sus contactos menos fiables en la Asociación de Propietarios de Minas, un salvoconducto, que llevaba en una cartera de cuero junbituales vigilantes rompehuelgas, había ahora unidades de caballería de la Guardia Nacional de Colorado, de uniforme, patrullando las pentañas de San Juan, se fijó durante el camino en que, además de los ha

No tardó en llegar el día en que se vio rodeado: las sombras fil__tro perdiera fuerza, llevara capuchas tradas a través de un álamo se encarnaron en un abrir y cerrar de ojos en una banda de jinetes nocturnos del Ku Klux Klan, y eso que era todavía pleno día. Al ver a estos vigilantes que lucían sus sábanas a la luz del sol, un atuendo que ahora exhibía todo tipo de defectos en su lavado, incluidos quemaduras de cigarrillos, lamparones de comida, borrones de orina y rastros de mierda, Lew sintió como si lo siniespuntiagudas o no.

– ¿Cómo vamos, colegas? -gritó amistosamente.

– No parece negro -comentó uno.

– Demasiado alto para ser minero -dijo otro.

– Y va armado. Me parece que lo he visto en un cartel por algún sitio.

– ¿Qué hacemos? ¿Le disparamos?, ¿le colgamos?

– Le clavamos la picha a un tocón y luego le prendemos fueeego -comentó uno acompañando impacientemente sus palabras con baba que le empapaba visiblemente la capucha.

– Estáis haciendo un buen trabajo de seguridad aquí -dijo sonrien_te Lew, conduciendo su caballo entre ellos tan tranquilamente como entre un rebaño de ovejas-, y me encargaré de hacérselo saber a Buck Wells la próxima vez que lo vea.

El nombre del gerente de la mina y comandante de caballería de Telluride tuvo un efecto mágico.

– ¡No te olvides de mi nombre! -aulló el baboso-. ¡Clovis Yutts!

– ¡Chisst! Clovis, cabeza de chorlito, se supone que no debes de_cirles tu nombre.

Qué coño estaba pasando ahí, Lew no podía ni imaginarlo. Sin__biera acabado. Fuera lo que fuese. Desde luego que parecía una guerra, y eso debía de ser lo que le retenía aquí, reflexionó, esa posibilidad. Algo así como querer descubrir de qué bando estaba sin todas esas dudas…tió la apremiante necesidad, nítida y abrumadora, de sentar su trasero en el tren, no parar hasta Denver y sólo regresar una vez que todo hu

* * *

De regreso en Denver otra vez, Lew volvió tarde a su habitación y supo ya en el vestíbulo que el día distaba de haber acabado, pues desde el montante de la puerta le llegó flotando el aroma de una hoja quemándose que despertó en él, como siempre, sentimientos contra_dictorios. Era Nate Privett, con uno de sus sempiternos puros Key West, que había venido desde Chicago en su gira de inspección anual; aunque le costaba creer que hubiera transcurrido ya un año desde su última visita.

Abajo, en la cantina anarquista, ya estaban divirtiéndose ruidosa____________________marse una cerveza y hacer un poco de vida social, y poco a poco se había ido sintiendo seducido en un sentido político y es posible que hasta romántico, pues había varias chiquitas anarquistas por allí a las que nada gustaba más que ver cómo eran esos ásperos tipos pinkertonianos. Hoy tendría que renunciar a eso por Nate, un cambio en el que salía claramente perdiendo.quirido la costumbre de pasarse por allí al final de la jornada para toteaban el suelo en extraños ritmos nada americanos. Lew había admente, más temprano de lo habitual. Como un vulgar coro de congregacionalistas, cantaban en tempos y claves tan diferentes que costaba reconocer la canción. Chicas cuyas audibles notas agudas delataban que eran unas simples aficionadas coqueteando y que hubieran preferido bailar a destrozar la canción como lo estaban haciendo. Botas que pa

Con gesto cansino, Lew hizo una mueca y abrió la puerta.

– Vaya, Nate, buenas noches. Espero no haberte hecho esperar.

– Siempre hay algún informe que repasar. Nunca se pierde el tiem_po, Lew, si se acuerda uno de llevar encima algo que leer.

– Veo que has encontrado el Valley Tan.

– He registrado la habitación, y era la única botella. ¿Cuándo te pa_saste al whisky mormón?

– Cuando empezaron a devolverme tus cheques del banco. Esa bo_tella parece haber bajado seis dedos o más desde la última vez que la vi.

– Un hombre desesperado buscará consuelo en cualquier cosa, Lew.

– ¿Cómo de desesperado, Nate?

– He estado leyendo tu último informe sobre el asunto del Kiesel__gendario Butch Cassidy y a su banda de Hole-in-the-Wall, aunque tú no mencionaste esos nombres explícitamente.guhr Kid. De hecho, lo he leído dos veces, y me recordó mucho al le

El día se le había hecho muy largo a Lew. Nate Privett era uno de esos agentes de despacho que sostenían la irracional creencia de que en algún lugar de los interminables montones de libros de cuentas re____________________siera el Cielo que nadie se viera en la necesidad de ensillar y salir a un mundo a media luz.tas se revelarían por sí solas como una deslumbrante visión, no quiclamados, itinerarios, cuadernos de operaciones y demás, las respues

– Es curioso -dijo Lew intentando que la irritación no se le no__vados semi-imaginarios; tal vez haya incluso más de un Kid solitario, tal vez se trate detara en la voz-, pero las situaciones que vivió Butch Cassidy se están volviendo bastante frecuentes por aquí últimamente (¿te importa acercarme esa botella?, gracias): delitos perversos cometidos por mal múltiples conspiraciones de dinamiteros, por no mencionar ese pequeño ejército de locos que siempre nos acompaña, incitando constantemente a cometer actos, o, si no a cometerlos, al menos a rei_vindicarlos, en el nombre del Kid…