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– Dicen que hay una especie de espantosa tormenta que sopla des_de el sur -dijo Nigel.

Sólo cuando llegaron a Inglaterra se enteraron del desastroso hu__tos de más de doscientos kilómetros por hora, la ciudad sumergida, seis mil muertos.racán que había asolado Galveston el día siguiente de su partida: vien

– Salimos justo a tiempo -dijo Nigel.

– Sí, qué espantosa buena suerte.

– Oh, vaya, fíjate en Lewis, se ha puesto neurasténico. -Eh, Lewis, ¿qué pasa?

– Seis mil personas -dijo Lew-, para empezar.

– En India pasa cada dos por tres -dijo Nigel-. Así es el mundo, después de todo.

– Sí, Lewis, ¿pero dónde vivías antes de aquella espantosa bomba que te trajo hasta nosotros?

Al final, Webb Traverse había llegado a jefe de turno en la mina de Little Hellkite. Veikko y sus compadres nórdicos le montaron una fiesta para celebrarlo, lo cual, como siempre, le recordó que no todo el mundo puede pasarse la noche entera bebiendo licor de patata. Afor____________________dos cuando cayó sano y salvo en la nieve sin romperse ningún hueso ni desencadenar una avalancha.sado a cualquiera en sus cabales, y todos los presentes respiraron aliviatunadamente, la nieve andaba todavía un poco lejos, si no se habría repetido lo del invierno anterior, cuando dejó que unos finlandeses le convencieran para que se calzara un par de esquís pasado Smuggler, junto a la gigantesca acumulación de nieve «preavalancha» conocida como el Gran Elefante, y luego se cagó de miedo, como le habría pa

Parecía que esos días se llevaba bien con todos, salvo con las dos mujeres de su familia, las que debían de haberle importado más, como si, con los varones viviendo ya sus propias vidas, su casa estuviera tam____________________lletes de Estados Unidos.chó y ya no volvió. El esperó un día y una noche y, finalmente, recién acabado el tercer turno, ella surgió de la oscuridad con un fajo de bimaba la nariz por la puerta, las cosas se agriaban. Un día, Lake se marbién ahí fuera, como si las posibilidades de tropezarse otra vez con ellos fueran mayores en el exterior que dentro de su hogar. En cuanto aso

– ¿Dónde has estado, señorita? ¿De dónde has sacado eso?

– Me he acercado a Silverton. Apostando en una pelea.

– ¿Y con qué has apostado?

– Con lo que he ahorrado haciendo coladas.

– ¿Y quién dices que peleaba?

– El fogonero Jim Flynn.

– ¿Con quién?

– ¿Andy Malloy?

– Anda, ahórramelo, hija. Escucha, Andy no tiene ni idea de pelear, no más que su hermano Pat. Un combate entre el Fogonero y él se_ría tan desigual que a nadie se le ocurriría, ¿por qué no pruebas con otro cuento?

– ¿O a lo mejor era el mexicano Pete Everett?

– ¿Con quién has estado?

– Con Rica Treemorn.

– Las Chicas Floradora. ¿Su familia sabe algo de esto?

Lake se encogió de hombros.

– Piensa lo que quieras.

Lo dijo con la cabeza gacha, la mirada apartada, como sumida en una pena incomunicable que no se correspondía en absoluto con el semblante alegre que había mosqueado a su padre desde el principio.

– Hija de la tormenta -dijo casi en un susurro en medio del rui_do general. Una expresión desesperada apareció en su rostro. Como poseído por algo que ella había sabido y temido desde antes de que las cosas tuvieran nombre.

– Papá, ¿qué coño significa eso? -Ella quiso fingir más seguridad en sí misma, pero se estaba asustando al verlo transformarse en otra per_sona ante sus propios ojos…

– Veamos cuánto tiempo puedes aguantar sola por ahí fuera. Hija de la tormenta. Bien, pues que la maldita tormenta te proteja.

¿De qué estaba hablando? El no se lo explicó, aunque tampoco es que fuera algo tan misterioso. No hacía mucho, durante una de las tem____________________terpretó como que estaba a punto de alcanzarle un rayo.co, tras reflejarse en su pequeña cara como impulsada por el viento, aunque el aire dentro de la pequeña cabaña estaba en calma. Bajo el negro cielo apocalíptico. El había sentido algo en la columna que intían a ráfagas como un viento invernal…, el joven rostro de su hija tan nítido para él, el modo en que la luz feroz volvía su cabello casi blante típica de la región, con rayos que no paraban de caer, que se abaporadas que habían pasado en Leadville, bajo una tormenta del nor

Sólo cuando ya era tarde comprendió que se trataba de miedo. Miedo de este joven espíritu femenino que hasta ayer mismo volvía serpenteando y con la cara sucia a sus brazos.

– ¿Te has vuelto loco, papá?

– No regento un refugio para putas.

Lo dijo a voz en cuello, casi estremeciéndose de placer, sabedor de que no podía hacer nada para impedirlo.

Y esperó con ganas la previsible respuesta.

– ¿Un refugio? Pero ¿a quién has dado refugio en tu vida? Si no sabes ni dar refugio a tu familia, ni a ti mismo, penoso hijo de puta.

– ¡Oh! Muy bien, hasta aquí hemos llegado… -Y alzó la mano y la cerró en un puño.

May acababa de encender su pipa; tuvo que dejarla a un lado y le_vantar una vez más sus cansados huesos hasta la rampa que la llevaría a la arena del rodeo.

– Webb, por favor, espera. Lake, acércate un momento…, Webb, ¿es que no ves que no ha hecho nada malo?

– Se pasa una semana en Silverton, vuelve con el alquiler de un año…, pero ¿de qué carro de abono te crees que me he caído, mujer? Parece que tenemos a una maldita furcia de Blair Street.

Entonces sí fue a por ella, y Mayva tuvo que coger una pala…, pero al final, por diferentes motivos, los dos acabaron gritándole a Lake que se marchara de casa. Y en ese momento, a la mierda, ya no hacía falta que se lo dijeran.

Soy muy mala, se repetía una y otra vez, aunque no se lo creyó has____________________ta cantinas y veinte garitos sólo en Blair Street. Bebiendo, jugando, follando veinticuatro horas al día. ¿La Abrogación?, ¿qué Abrogación? Fumando opio con el chino que se encargaba de la colada de las chicas. Usada por visitantes extranjeros procedentes de muy lejos, del otro lado del mar, con gustos peligrosos, así como por compatriotas americanos corruptores milia. Apenas una pequeña retícula de calles en una llanura verde bajo los picos montañosos, pero, a efectos de la perversidad, era una de las grandes metrópolis de la tierra caída… Jesús bendito. Sesenta o setencontrar su verdadero yo, como si volviera a casa con su verdadera fata que estuvo de nuevo en Silverton, donde una chica mala podía ende menores, mutiladores de esposas, asesinos, republica____________________cido. La cosa siguió así hasta que el invierno empezó a dejarse sentir y la perspectiva de la nieve cubriendo hasta los aleros del tejado llevó a todas las damas de vida peligrosa a preparar los reajustes estacionales.da con quien subía con ellas a las habitaciones. Pero de algún modo se salvaban todas las noches, se deslizaban por ellas como si contaran con protección sobrenatural. Aprendieron a no mirarse, porque siempre les entraba la risa y algunos clientes se ponían violentos. A veces se despertaban en la pequeña cárcel y escuchaban el sermón habitual que les soltaba la esposa del sheriff con el entrecejo imborrablemente frunnos…, difícil de decir cuál de las dos, si Rica o Lake, era más descuida

Lake volvió una vez a la cabaña a recoger algunas de sus cosas. La casa estaba tan vacía que había eco. Webb estaba en la mina; Mayva, en sus quehaceres, fuera. Hacía mucho que se habían marchado todos sus hermanos, y al que más echaba de menos era a Kit, porque eran los dos pequeños y habían compartido una especie de testarudez, el anhelo por un destino desconocido, o puede que no fuera más que una terca aversión a conformarse con la vida cotidiana de los demás.

Imaginó que se llevaba un cartucho de dinamita y que un día es____________________va descendente, dejando tras de sí una estela de chispas, se alejaba de la luz del sol y entraba en un pozo de sombras, y entonces el viejo hijoputa quedaba aniquilado en una flor de polvo, piedras y llamas, con un sostenido grito de condenación.ñosa, y él, minúsculo, vulnerable, muy abajo. Colocaba el detonador, encendía la mecha y lanzaba el cartucho, que describía una larga curperaba a Webb en algún camino. Lo dejaba caer encima de él, mientras ella estaba a salvo arriba, acurrucada en un nicho de la pared monta