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Antes, Webb se había tomado todo eso como si fuera política, o lo que Veikko llamaba «trámites», aceptando que podría ser necesario que renunciara a su vida, que estaba comprometido, como si hubiera firmado un contrato, a morir por sus hermanos y sus hermanas en la lucha. Pero ahora que llegaba el momento…

Desde que habían formado equipo, los socios se dividían el traba_jo: Sloat se centraba en los cuerpos, Deuce se especializaba más bien en quebrar el espíritu, y le ilusionaba comprobar que Webb estaba tan desmoralizado que ni siquiera podía mirarlos.

Sloat tenía un botón de enganche ferroviario que se había lleva_do una vez del D &RG, pensando que podría serle útil. Pesaba poco más de tres kilos y en ese momento Sloat lo envolvía en un ejemplar de hacía una semana del Denver Post.

– Bueno, ya hemos acabado con tus pies, veamos ahora las manos, abuelete.

Cuando golpeaba evitaba mirar a su víctima a la cara, concentrán_dose profesionalmente en lo que quería dañar.

Webb empezó a gritar los nombres de sus hijos. Desde las profun____________________bres desaparecía lentamente.proche en su voz, aunque no sabía si había llegado a emitirlo o sólo lo había escuchado en su cabeza. Contempló cómo la luz sobre las cumdidades del dolor, le sorprendió reconocer a lo lejos un matiz de re

Al cabo de un rato ya no podía hablar mucho. Escupía sangre. Que_ría que aquello acabara de una vez. Buscaba los ojos de Sloat con el único que todavía podía abrir, intentando hacer un trato. Sloat miró a Deuce.

– ¿Adonde vamos, pequeño socio?

– A Jeshimon -dijo con una sonrisa malévola, que pretendía ani____________________so puede que te bauticen y te casen por poderes con varias esposas de las que llaman selladas, así disfrutarás de cierto respeto entre los santos, mira tú, mientras esperas ese bonito asunto de la resurrección física.be rojo de Jeshimon eran temidas y conocidas como los lugares donde acababas cuando nadie quería que te encontraran-. Vas a ir a Utah, Webb. Si nos cruzamos con unos apóstoles mormones a tiempo, inclublo cuya industria principal consistía en la muerte, y las torres de adoquilar el espíritu que le quedara a Webb, pues Jeshimon era un pue

Webb no dejaba de mirar a Sloat, parpadeando, esperando alguna reacción, y como no llegaba, finalmente apartó la mirada.

Al pasar por Cortez, resultó que el tristemente famoso pistolero local Jimmy Drop estaba en la parte trasera de la cantina Four Corners meando en el callejón, cuando vio a Deuce y Sloat, con Webb echa__davía había luz suficiente para que Jimmy reconociera a Deuce, que había cabalgado por un breve periodo con su banda.do sobre un caballo de carga entre ambos, saliendo de la ciudad. To

– ¡Eh!

– Mierda y más mierda -dijo Sloat, que sacó la pistola y disparó un par de balas bienintencionadas hacia Jimmy.

– No tenemos tiempo -se mostró de acuerdo Deuce, que utilizó las espuelas y tiró de la correa del caballo que llevaba a Webb.

– Esto no va a quedar así -comentó Jimmy para sí. Había dejado su revólver en la puerta. Mierda. Se abotonó los pantalones y en_tró corriendo en la cantina.

– Disculpe, señorita, necesito que me preste esto un momento -dijo rebuscando enérgicamente bajo las faldas de la bailarina de fan_dango libre más cercana.

Ella sostenía una navaja y por el momento sonreía.

– Caballero, por favor, vuelva a poner la mano en su sitio o me veré obligada a hacerlo yo misma.

– Esperaba que llevara una Derringer de algún tipo…

– No ahí abajo, vaquero. -Se metió la mano en el escote y extra__quilo, cobro por adelantado.jo una pequeña pistola de cañones superpuestos del calibre 22-. La al

A esas alturas, Webb y sus asesinos se habían alejado de las calles de Cortez y la sombra se había apoderado de la inconmensurable llanura.

Para pagarse parte de sus estudios en la escuela de minas, Frank le había pedido algo de dinero prestado a su hermano Reef, que por en_tonces tenía fama de sacar pasta rápida hasta del aire.

– No sé cuándo podré devolvértelo, mi buen Reefer.

– Cuando sea, si todavía vivo; con eso me bastará, así que no te preocupes.

Para variar, Reef no pensaba mucho lo que decía, y de hecho le parecía imposible imaginar ningún tipo de futuro en el que estar muer__llito la que le hacía ganar una y otra vez en los juegos de azar. O ganar lo bastante. O, al menos, eso creía él.to fuera preferible a estar vivo. En parte era esa misma actitud de ga

Un día, sin previo aviso, Reef se presentó en Golden y se encon_tró a Frank con la nariz metida en un libro de metalurgia.

– Tengo algo que hacer, una especie de lío de faldas, nada muy di_fícil, ¿quieres venir?

– ¿Adonde? ¿No sabes que tengo un examen? -Sacudió las pági_nas del libro ante su hermano para subrayar sus palabras.

– Tienes pinta de que te vendría bien un descanso. ¿Por qué no nos acercamos a Castle Rock, al parque de atracciones, y tomamos unas cervezas?

¿Por qué no? Frank no tenía ni idea. No se había dado cuenta, y ya era de día otra vez, Reef lo había arreglado todo con el Profesor y se dirigían a Nevada.

Tras lo que le pareció una semana entera en tren, preguntó:

– Dime, ¿para qué me necesitabas a tu lado?

– Para que me cubras las espaldas.

– ¿Es ella tan peligrosa?

– Sí, y no sólo ella. -Tras un par de lentos y deslizantes cambios de paisaje-: A lo mejor te gusta, Francisco, vaya, hay de todo: una iglesia, una escuela, infinidad de restaurantes vegetarianos como los del este…

– No te preocupes, ya encontraré algo que hacer.

– No te me pongas a lloriquear ahora.

– Vaya, así que te parezco triste; pues no lo estoy, ¿por qué piensas eso?

– No lo sé, si yo fuera tú, tal vez lo estaría.

– ¿Tú? Reefer, pero si ni siquiera sabes distinguir tu corazón de la cinta de tu sombrero.

– Digámoslo así: todo el mundo necesita a alguien que le haga pa_recer mejor de lo que es, y en este caso resulta que ese alguien eres tú.

– Claro, pero espera un momento, a ver… ¿quién hace que el otro parezca mejor?

Estaba claro que lo que atravesaban era otro mundo, como en un sueño pero despiertos. Llanuras de sal bajo la lluvia, sin horizonte al__cluso se veía el horizonte planetario combado en forma de arco. Hacia el este era probable que las tormentas llevaran nieve además de rayos y truenos, y la bruma del valle tenía el mismo color de la nieve.guno, las montañas y sus reflejos especulares semejantes a cráneos de animales de otra era, bañados en un resplandor blanco…, a veces in

La estación de Nochecita tenía paredes de estuco suave de color albaricoque, decoradas en un matiz de gris curiosamente luminoso; al____________________yas lámparas turquesas y púrpuras se mantenían encendidas noche y día, porque allí no se cerraba nunca.gocios pintados de bermellón, salvia y pardo claro, y en el extremo de la calle principal se alzaba un gigantesco establecimiento de juego curededor de la cabeza de línea, de los almacenes de mercancías y los talleres eléctricos y de máquinas, el pueblo había crecido, casas y ne

Había una fábrica de hielo y unos billares, una bodega, un restau____________________rosos y malos perdedores, detectives, viajantes de comercio, aventureras, soplones y tramposos. Una sala hundida casi como una piscina de un balneario de aguas termales, tan fresca y oscura que uno se olvidaba al poco del desierto que le esperaba en cuanto pusiera el pie fuera…bajadores de los salones de juego en su descanso, de ganadores genenieves. El restaurante y el bar de la esquina de la planta baja llevaban allí desde los tiempos de la bonanza del oro, ofreciendo menús baratos y abundantes, con serrín por el suelo, vajilla resistente, olores de bistecs, chuletas, chile de venado, café, cerveza y demás, que impregnaban la madera de los paneles de la pared, las viejas mesas de caballete, la barra y los taburetes. A todas horas, el local bullía con el estruendo de los tragunos rincones necesitada de una mano de pintura, irguiéndose contra un cielo que, desde esa mañana, amenazaba tormenta. Las pasarelas que subían desde la calle estaban cubiertas con un tejado corrugado paragamente ilícito para vidas secretas, un edificio de madera oscura, y en alvado de un propietario de minas en los tiempos del descubrimiento de las grandes vetas de oro de la zona, reconvertido ahora en refugio vamaban Stray, en la planta de arriba de lo que había sido el palacio prirante con barra de comidas, salones de juego y taquerías. En la parte del pueblo al otro lado de las vías, vivía Estrella Briggs, a la que todos lla