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Lew estaba consternado.

– Cohén, eso es espantoso.

El Gran Cohén se encogió de hombros.

– No es más que un poco de diversión. Ustedes los yanquis son demasiado serios.

– Esos profesores no son cosa de risa -dijo Madame Eskimov, y us_ted ya está avisado, señor Basnight: debe tomarse la Icosaedíada tan en serio como pueda. En el pasado yo era uno de ellos, en el papel de El Loco (o «El Imprudente», como prefería Eliphas Lévi), tal vez el más exigente de todos los Arcanos Mayores. Ahora tengo un rebaño de clientes acomodados de los suburbios que creen, pobres, que poseo un conocimiento que les será útil. Siendo tan imprudente como siempre, no puedo reunir el valor para desengañarlos.

– ¿Ha cambiado de bando? -preguntó Lew.

Ella sonrió con, le pareció a él, cierta condescendencia.

– «De bando», bueno, no, no exactamente. Se había convertido en un impedimento para mi vocación, así que dimití y me uní al CRE____________________jos conocidos comotagórica tenían sus propias ideas sobre esos tabúes y pequeños consedas las órdenes místicas británicas que se atribuían una tradición piTINO, aunque no sin lamentarlo más adelante. Ya es bastante difícil ser mujer como para, además, ser pitagórica…, en fin. -Parecía que to akousmata, y el favorito de Madame Eskimov re____________________quillaje, todo lo cual sin duda tendrá un aspecto distinto bajo la luz eléctrica o de gas.ne que reorganizar el día entero, asegurándose de que ha acabado de vestirse bien antes del anochecer, por no mencionar el pelo y el masultó ser el número veinticuatro de la lista de Jámblico: nunca mires a un espejo cuando tienes una lámpara al lado-. Significa que uno tie

– No creo que le lleve más de un par de minutos -dijo Lew.

Y entonces apareció otra vez aquella mirada.

– Puede requerir horas -simuló lamentarse- sólo poner el alfiler de! sombrero a las cosas.

A medida que avanzaba el otoño, se veía cada vez más a Lew corrien____________________rolas de la noble noche eléctrica sólo volvía insoportablemente visibles.lía a la luz del día, Lew se encontraba yendo de una sombra a otra, entre sobresaltos cotidianos que la llegada de la hora del encendido de las fapre y que la blancura extrema e inmisericorde del nuevo alumbrado que sustituía los tonos sin resplandor y las sombras compuestas del antiguo, tan propicios al equívoco, no hacía más que ratificar. Incluso cuando sata, que se remontaba a tiempos antiguos, tal vez a mucho antes incluso de que existiera una ciudad: una estructura que estaba ahí desde siemgros ceñidos, los sombreros flexibles y las botas prácticas, y un bigote negro bien recortado se había asentado sobre su labio superior. A pesar de la creciente presencia de alumbrado eléctrico en las calles -Londres salía por entonces, con municipal resolución, del Reino del Gas-, Lew había empezado a descubrir que la oscuridad poseía una estructura oculdo de un sitio a otro, como si le reclamara con urgencia una causa más elevada; iba tenso y erguido, y mostraba predilección por los abrigos ne

La determinación con que adoptó esa vida no impidió que, du____________________rebrales cocainizados, pasando por cigarrillos empapados en absenta, xileno en habitaciones sin ventilar y demás, pero todas las sustancias resultaron sucedáneos fallidos, a menudo con consecuencias patéticas, del explosivo que modificaba la realidad del que él había disfrutado durante su existencia anterior o americana.ceos para el catarro como la Collis Brown's Mixture hasta tónicos cerante bastante tiempo, intentara localizar en Gran Bretaña una fuente de Ciclomita, y así probó, con desesperación, desde preparados opiá

No le avergonzaba pedirle ayuda a Neville y Nigel, que esos días, al parecer, andaban siempre lejos de la Universidad. Cada uno de ellos, se decía, recibía al menos mil libras al año, que por lo visto se gastaban básicamente en drogas y sombreros.

– Ten -le saludó Nigel-, prueba una pizca de «pinky», es diverti_do, de verdad.

– El fluido de Condy -explicó Neville-, permanganato desinfec_tante, que se mezcla con alcohol desnaturalizado…

– Me dio la receta un australiano que conocimos un fin de sema__mitirnos sólo una botella al año.na de regatas. Al cabo de un tiempo le cogimos gusto, aunque, claro, teníamos en cuenta la salud, así que tomamos la precaución de per

– Admiro vuestra contención, chicos.

– Sí, ¡y esta noche es la noche, Lewis!

Sacaron de golpe una botella bastante grande llena de un líquido de un extraño color morado que, habría jurado Lew, resplandecía.

– Oh, no, no, yo…

– ¿Qué pasa? ¿Es el color lo que no te gusta? Mira, ajustaré el gas -dijo Neville servicial-. Ya está, ahí. ¿Te parece mejor?

Una mañana levantaron temprano a Lew y lo metieron en un taxi antes de que se hubiera despertado del todo.

– ¿Adonde vamos?

– Es una sorpresa. Ya verás.

Fueron hacia el este y al poco pararon ante una anodina mercería en Cheapside que parecía llevar cerrada bastante tiempo.

– ¿Qué es esto?

– ¡El Ministerio de la Guerra! -exclamaron Neville y Nigel, sonriéndose traviesamente el uno al otro.

– Dejaos de bobadas. Sé que lo han trasladado, pero no aquí.

– Algunas de sus instalaciones ni siquiera soñarían con trasladarse -dijo Neville-. Ven.

Lew los siguió por un estrecho pasaje pegado a la tienda, que de____________________ras por todas partes, como si hubiera estado sometido a décadas de ataques.biera cerrado de golpe una pesada puerta. Avanzaron a lo largo de una especie de callejón techado hasta un corto tramo de escaleras, que los llevó a regiones más frías y alejadas de la luz del día. Lew creyó oír agua que goteaba, y ruido de viento, cada vez más alto, hasta que por fin se encontraron ante un portal cubierto de cicatrices y melladusembocaba en una callejuela completamente invisible desde la calle, cuyo clamor se volvía de repente inaudible ahí atrás, como si se hu

Debido a la empecinada creencia de Whitehall de que los excén____________________mento, donde tantas cosas le llamaban la atención y, con el tiempo, supuso, perturbarían sus sueños.templando el inmenso taller en el que los introducían en ese mofugio ahí. Saludó a Neville y a Nigel con una familiaridad que a Lew le habría parecido sospechosa de no haber estado tan abstraído conbuloso y una agradecida conciencia de haber encontrado, por fin, reblico, al comercio internacional de armas, tal vez, o al sacerdocio. Pero algo, un refinamiento de actor en su actitud, insinuaba un pasado negros egipcios en una boquilla de ámbar, sin un pelo de la cara fuera de su sitio, parecía más bien destinado a una vocación de servicio púcontrolablemente agitadas, a los cortes de pelo que ninguna gomina conocida pudiera domeñar. Sin embargo, el Doctor Coombs De Bottle no cumplía esos criterios. Fino, cosmopolita, vestido con un conjunto de laboratorio de dril ruso blanco como la nieve, tejido a mano y comprado en Poole's, en Savile Row, fumando cigarrillos nenos una generación alerta al tartamudeo elegante, a las miradas intricos disponen de acceso a fuerzas paranormales que no tienen otra cosa que hacer que susurrar ideas para el diseño de armas cada vez mejores, las oficinas de personal de todo el Imperio llevaban al me