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– Sí, supongo que tienen métodos peculiares. Pero pagan bien.

– Ah, veo que había trabajado ya antes con ellos.

– Sólo recogida y entrega, un par de trabajos de músculo, o como lo llamen por aquí.

– ¿Tiene algún tipo de contrato con ellos?

– No. Un encargo por obra, y cobrado a tocateja. Es lo mejor para todos.

– Umm. Entonces si, por ejemplo, yo quisiera contratar sus ser_vicios…

– Dependería del trabajo, supongo.

– El joven Crouchmas dice que usted es de fiar. A ver, dígame qué le parece.

Clavada a un tablón de corcho en la pared, Lew vio una fotogra__do contra una de aquellas notables disposiciones de nubes por las que era famoso el campo de juego de Headmgley. La cara era borrosa, pero Lew retrocedió unos pasos para enfocarla mejor.fía de una sombría figura de blanco, con una bolsa de criquet, posan

– ¿Lo reconoce?

– No, aunque por un momento me lo ha parecido.

– Lo reconoce -añadió asintiendo astutamente, como para sí.

Lew tenía una molesta sensación gástrica, pero no veía razón para confirmar la suposición del Profesor. Así que soportó entera la misma historia que ya le había explicado Coombs De Bottle sobre el miste_rioso lanzador de bombas de gas.

– ¿Quiere que lo busque? ¿Que lo acorrale, que lo entregue a la policía?

– No directamente. Tráigamelo aquí primero, si es posible. Sería de una gran importancia que hablara con él, cara a cara.

– ¿Y si está en pleno intento de realizar uno de esos ataques de fosgeno?

– Oh, estoy seguro de que habrá un complemento de peligrosidad. Yo no puedo pagarle tanto, ya ve lo miserables que son las cosas aquí, es casi como si mi vida hubiera sufrido su propio atentado con gas; pero si lo entrega sano y salvo, otros serán más generosos.

– Así que no se trata de nada personal.

– Como hacer el tonto en la playa con la señora Renfrew…, lo siento, pero no, me temo que no… -La expresión de su cara la había visto Lew alguna que otra vez entre los británicos, una combinación de suficiencia y autocompasión, que él todavía no comprendía del todo pero que le advertía de que se anduviera con cuidado-. No, di__tenga al margen. De hecho, vienen desde Londres para informarme de que el «sujeto» en cuestión es competencia exclusiva suya.gamos que se trata de algo de una escala, ejem, más general. Que es la razón por la que usted podría tener algún problema con la policía. Han venido a visitarme más de una vez para advertirme que me man

– Puedo preguntar por Scotland Yard, ver de qué va todo esto. -Entonces, incapaz de resistirse, añadió-: a su colega alemán, ¿cómo se llama?, Werfner, ¿le interesa tanto ese pájaro como a usted?

– Ni idea. -La reacción de Renfrew pudo haber llegado a incluir un parpadeo, pero demasiado rápido para que Lew pudiera asegurar_lo-, Aunque dudo que Werfner sepa diferenciar un lanzamiento a la cabeza de uno con efecto a la derecha en un partido de criquet. Pero ¡cómo!, ¿no se conocen todavía? ¡Menuda sorpresa se va usted a llevar!

Condujo a Lew a una habitación más pequeña, donde colgaba un globo terrestre brillante, hasta un poco por debajo de la altura de los ojos, de una delgada cadena de acero sujeta al techo; estaba rodeado por un éter de humo de tabaco, polvo casero, papel y encuadernacio__mente como si sopesara la argumentación que quería hacer. Al otro lado de las ventanas, una lluvia luminosa barría los patios.nes antiguas, aliento humano… Renfrew sostuvo el orbe en alto con ambas manos, como una copa de brandy, y lo hizo rotar deliberada

– Pues bien, aquí, mantengamos el Polo Norte en el centro, e ima__da, un elemento desconocido sobre el cual no sólo se puede caminar sino también llevar maquinaria (hielo ártico, ginemos a efectos de demostración que el área que lo rodea sea sólitundra helada), se ve que todo conforma una única gran masa, ¿no? Eurasia, África, América. Con el Asia Interior en el centro. Por tanto, si controla el Asia Interior, controla el planeta.

– ¿Y qué me dice del otro…, del otro hemisferio?

– ¿De esto? -Le dio la vuelta al globo y le soltó un golpecito de desprecio-. ¿Sudamérica? Poco más que un apéndice de América del Norte, nada más. O del Banco de Inglaterra si lo prefiere. ¿Australia? Canguros y tal vez un par de jugadores de criquet con un talento apreciable, ¿qué más? -Sus pequeños rasgos temblaban a la oscura luz vespertina.

»Werfner, maldito sea, perspicaz pero unheimlich, está obsesionado con las líneas férreas, la historia surge de la geografía, claro, pero para él la geografía primaria del planeta la conforman los raíles, que obe____________________sivos de tropas, ahora y en el futuro… Se presenta como el profeta de lajos de poder que se manifiestan, por ejemplo, en movimientos marán algún día, capital transformado en material…, y también a los flugen desde ellos, a pendientes salvables e imposibles de salvar, a cómo se unen en canales, cruzan túneles y puentes que ya existen o existidos y los evitados, a los centros que crean y las radiaciones que surdecen a sus propias necesidades, a sus conexiones, a los lugares elegi Eisenbahntüchtigkeit, o ferroviariedad, en el que todo se acomoda a la matriz de los puntos estratégicos, cada uno tomado como un coefi_ciente en la ecuación no escrita del planeta…

Le estaba dando una clase. Lew encendió otro puro y se acomodó.

– ¿Una visita agradable? -preguntó el Cohén un poco distraída_mente, como si estuviera a punto de contar un chiste.

– Me ofreció un empleo.

– ¡Formidable!

Lew resumió el caso del Caballero de las Bombas de Headingley, que el Cohén, como todo el mundo en las Islas Británicas salvo Lew, ya conocía a fondo.

– ¿Me convierte esto en un agente doble? ¿Tengo que empezar a ponerme una nariz de payaso o algo así?

– Renfrew no puede engañarse acerca de su relación con el CRE_TINO. A estas alturas es muy probable que disponga de un informe completo sobre usted.

– Y entonces…

– Cree que podrá utilizarle.

– Del mismo modo que lo han estado haciendo ustedes.

– Ya, pero nosotros somos los puros de corazón, recuérdelo.

Pudo deberse a los efectos residuales del abuso de Ciclomita, pero Lew habría jurado que había oído unas multitudinarias carcajadas in_visibles, además de una ovación.

En pleno mediodía, un mar de campanillas florecía por toda la ciudad al tiempo que los chicos sobrevolaban Murano, por encima de las inmensas chimeneas de arcilla roja y boca ancha conocidas como fumaioli, según el piloto local, Zanni.

– Muy peligrosas, las chispas, podrían volar el globo, certo.

Gotas de sudor salían despedidas desde todos los ángulos de su cara, como autopropulsadas. El cómicamente angustiado pero bo_nachón italiano había subido a bordo ese mismo día, después de que los aeronautas hubieran obtenido todas las autorizaciones de la rama Piacenza de los Chicos del Azar, conocidos en su Italia nativa como «Gli Amici dell'Azzardo». Tras dejar el Inconvenience en las instalaciones del astillero, a los chicos se les había concedido el uso temporal de una aeronave italiana de la misma clase, la semirrígida Seccatura.

Desde sus puestos, contemplaban ahora la ciudad-isla de Venecia a sus pies, que tenía algo de mapa de sí misma impreso en antiguo se__solación, aunque, más de cerca, la imagen se aclaraba y se distinguían un millón de tejas de un rojo algo más optimista.pia, y a esa distancia, a la luz del día, ofrecía una imagen de ruina y de

– Como un enorme amuleto herrumbroso -comentó maravillado el Doctor Chick Counterfly-, caído del cuello de un semidiós, cuyo hechizo abarca el Adriático…