– Eh, Miles -se burló Darby-, si te interesa, hay una vacante de Capellán de Unidad.
Miles, sonriendo con buen humor, prosiguió:
– El Ser quería que supiéramos que nosotros también estamos aquí en una Peregrinación. Que nuestro interés en el itinerario sfinciunese y la cadena de oasis que lo jalonan tiene menos que ver con el bene____________________te del último día de Cristo en la Tierra hasta llegar finalmente a la real e insoportable Jerusalén.ner que realizar el verdadero viaje, pasando de un episodio al siguienmitir que cualquier feligrés viajara a Jerusalén sin dejar los terrenos de su iglesia, así hemos sido traídos aquí por los senderos y pasajes de lo que creemos que es un mundo casi sin límites, pero que en realidad es sólo un circuito de humildes imágenes que reflejan una gloria mayor de la que podamos imaginar, para ahorrarnos el espanto cegador de tementos de ninguna Cruz Verdadera pero imaginada. Del mismo modo que los Franciscanos concibieron las Estaciones de la Cruz para pertivo. Que no es ascender en las jerarquías del poder. Ni descubrir fragsiste en penetrar en Asia con la esperanza de enriquecernos. Que no está en perecer en los desiertos del mundo sin alcanzar nuestro objeficio de aquellos que nos han contratado que con el nuestro propio. Cuando hayan caído todas las máscaras, se tratará en realidad de una investigación sobre nuestro deber, sobre nuestro destino. Que no con
Chick Counterfly, cuyas lealtades se encontraban en un mundo más tangible, sin embargo sintió, como siempre, una punzada de cul__dida que avanzaba su misión veneciana, Chick pabilidad ante la pasión con la que Miles contaba sus visiones. A medesatendía cada vez más los quehaceres de a bordo y se sentía crecientemente atraído por los sotopórteghi de la ciudad, por las ocasiones de aventura que brindaban esos tenebrosos callejones. En uno de los cuales, un anochecer hú____________________tiguo y moderno.tampadas en oro y textos en exóticos alfabetos como el glagolítico, anmedo y brumoso, una joven de nombre Renata, entre movimientos de sus rizos oscuros, le llamó agitando una pitillera de plata rusa y niel, que se abrió de golpe descubriendo una serie de «pitillos» austríacos, egipcios y americanos de formas y tamaños variados, con vitolas es
– Los voy recogiendo, aquí y allá, de amigos. Casi nunca veo dos iguales en una misma noche.
Chick eligió un Gauloise y luego ambos los «prendieron», mientras ella le sostenía suavemente la muñeca al modo tradicional, fingiendo que examinaba su encendedor de cuero.
– Nunca había visto uno como éste. ¿Cómo funciona?
– Lleva un pequeño prisma de aleación radiactiva dentro, que emi_te ciertos rayos energéticos que pueden concentrarse, mediante «radio-lentes» inventadas especialmente para él, y dirigirse a un punto cerca de donde está la punta del cigarrillo, bueno, scusi, de donde estaba.
Renata le miraba con expresión reflexiva desde unos ojos enor_mes de un curioso color bronceado verdigrisáceo.
– Y fue usted, Dottore, el que inventó esas lentes especiales.
– Bueno, no. No se han inventado todavía. Las encontré yo (¿o me encontraron ellas a mí?); un pescador en la niebla, lanzando sus redes una y otra vez al río invisible, al fluir del Tiempo, con la esperanza de recuperar artefactos como éste.
– Affascinante, caro. ¿Significa eso que, si vivo lo suficiente, llegaré a ver esto algún día en el Rialto a docenas?
– No necesariamente. Tu propio futuro puede que nunca lo inclu_ya. Ni el mío. No parece que el Tiempo funcione así.
– Umm. Mi ragazzo, bueno, algo más, también mi socio, está con la policía. Quiere ser detective algún día. Siempre está leyendo las úl_timas teorías criminales, y sé que le interesaría…
– No-no-no, por favor. No soy uno de los mattoidi del Doctor Lombroso, sólo un simple tripulante de globo.
– Pero no otro ruso.
– ¿«Otro»?…, ¿estás segura? -preguntó acariciándose con picardía las patillas.
– Puede que me haya encontrado con un par y que sea capaz de reconocerlos.
– ¿Y…?
– ¿Que si me acordaría?
– Prego, por curiosidad profesional, nada más.
– Ven, hay un caffe nada más cruzar el siguiente puentecito. Al me_nos, espero que me dejes echarte las cartas.
– Tu socio…
Un encogimiento de hombros.
– En Pozzuoli, con malas intenciones.
Se sentaron a una pequeña mesa chapeada, con espacio apenas sufi_ciente para sus tazas y el despliegue de las diminutas Tarocchi, o cartas del Tarot. Renata había extraído una baraja de su bolso; mezcló las cartas y desplegó una hilera de ocho en la base, por encima una de cuatro, lue_go una de dos y por último una sola, formando un tosco vértice.
– Cada carta está influida sólo por las dos inmediatamente inferio_res. La última de todas, como siempre, es la que importa.
Y esa noche resultó ser la número XVI, La Torre. Ella barajó y desplegó las cartas dos veces más, y en ambas la última fue La Torre, lo cual hizo que ella bajara la voz y respirara menos profundamente. Los demás Arcanos Mayores que salieron no parecían más que amables in_sinuaciones sobre la reforma de la personalidad, como La Templanza y La Fortaleza.
– En los países protestantes como Inglaterra -comentó Chick-, los que leen estas cartas creen que La Torre significa la Iglesia de Roma.
– Una idea tardía. Las Tarocchi son mucho, mucho más antiguas. De mucho antes de Cristo y de los Evangelios, ni que decir tiene del pa_pado. Siempre muy sencillo. Esta carta, sobre esta mesa, es para ti una torre de verdad, puede que se trate incluso del viejo Papa en persona.
– ¿El Campanile de la Piazza? ¿Va a ser alcanzado por un rayo? ¿Dos grupos van a caerse de él?
– Una especie de rayo. Una especie de caída.
Al amanecer, como si acabara de ocurrírsele:
– Pero… ¿no tendrías que estar con tu unidad?
– A partir de la medianoche ya se me consideraba «rezagado» ofi_cialmente y, dependiendo de lo temprano que quieran ponerse en marcha, también podría perder la nave.
– ¿Qué pasará?
– Podrían enviar un grupo a por mí, supongo… ¿Ves a alguien sos_pechoso por ahí?
– Sólo la barca del desayuno. Vamos, te invito a algo.
Dos venecianos en una pequeña barca habían emergido del con_torno brumoso e iluminado del sfumato, que no escamparía hasta una hora más avanzada de la mañana; uno remaba y el otro atendía una pe____________________ñas barcas.colas de más allá del Ponte di Paglia se deslizaban suavemente, y se oían las ruidosas peleas de los cangrejos verdes que cargaban pequedose como cosechadores en un campo. Barcos con productos agrísorbido por el oleaje nacarado de la luz del día. Se veían buscadores de mejillones en el agua, que les cubría sólo hasta la cintura, moviénqueña cocina de carbón cuyo resplandor estaba a punto de verse ab