Sawyer sacudió la cabeza, con un gesto de admiración.
– Siempre pudiste pensar con rapidez si te encontrabas de pie. Eso fue lo que te convirtió en un magnífico agente del FBI. Y a propósito, ¿mataste a Gamble y a Rowe, o fue Gamble el que se te adelantó con Rowe?
Hardy lo miró inexorablemente, con los ojos entrecerrados.
– Frank, toma tu pistola, con el cañón por delante, y arrójala sobre el acantilado.
– ¿Qué pistola, Lee? No voy armado.
– La que utilizaste para disparar contra uno de mis hombres e iniciar esta batalla a tiros ahí atrás, en la casa. -Sawyer hizo una pausa y apretó con más fuerza la culata de su propia pistola-. No te lo diré dos veces, Frank.
Hardy tomó lentamente la pistola y la arrojó sobre el acantilado.
Sawyer se extrajo un cigarrillo de un bolsillo y lo sujetó entre los dientes. Sacó después un encendedor y lo mantuvo en alto.
– ¿Has visto alguna vez uno de éstos, Frank? Son capaces de permanecer encendidos incluso en un tornado. Es como el que utilizaron para derribar el avión.
– No sé nada sobre el atentado con bomba contra ese avión -dijo Hardy, enojado.
Sawyer hizo una pausa para encender el cigarrillo y luego absorbió una profunda bocanada de humo.
– No sabías nada sobre eso, cierto, pero estuviste metido en todo lo demás. De hecho, apuesto a que le cargaste a Nathan Gamble una bonita y pequeña prima. ¿Conseguiste algo de los doscientos cincuenta millones cuyo robo le achacaste a Archer? Falsificaste su firma y todo. Bonito trabajo.
– ¡Estás loco! ¿Por qué iba querer Gamble robarse a sí mismo?
– No lo hizo. Probablemente, ese dinero se distribuyó en cien cuentas diferentes que tiene repartidas por todo el mundo. Era una coartada perfecta. ¿Quién iba a sospechar que el tipo se llevó todo ese dinero? Estoy seguro de que Quentin Rowe entregó la documentación del banco y también penetró en la base de datos de la AFIS en Virginia, para dejar por todas partes las huellas de Riker. Jason Archer había descubierto todo el plan de chantaje con Lieberman. Tenía que contárselo a alguien. ¿A quién? ¿A Richard Lucas? No lo creo. Era un hombre de Gamble, sencillo y simplón. El tipo que estaba metido en el meollo.
– ¿A quién se lo dijo entonces? -preguntó Hardy, cuyos ojos eran ahora como dos puntos penetrantes.
Sawyer dio una larga chupada a su cigarrillo antes de contestar.
– Te lo dijo a ti, Frank.
– Muy bien. Demuéstralo -dijo Hardy con una expresión de asco.
– Acudió a verte. Al «tipo del exterior». Al antiguo agente del FBI, con una lista de elogios en su hoja de servicios tan larga como el brazo. -Sawyer casi escupió estas últimas palabras-. Acudió a verte para que le ayudaras a poner al descubierto todo el asunto. Sólo que tú no podías permitir que eso sucediera. La Tritón Global era tu pasaporte al paraíso. Te proporcionaba aviones privados, las mujeres más bonitas y las ropas más exquisitas, así que eso no era una opción para ti, ¿verdad?
Sawyer hizo una pausa, y continuó:
– Luego, me hiciste pasar por toda esa pantomima, haciéndome creer que Jason era el chico malo. Tuviste que haberte reído mucho de mí al ver cómo me engañabas y jugabas conmigo. O creías haberlo hecho. Pero al darte cuenta de que yo no me lo tragaba todo, te pusiste un poco nervioso. ¿Fue idea tuya el inducir a Gamble a ofrecerme un trabajo? Entre tú y él, nunca me sentí tan popular. -Hardy seguía guardando silencio-. Pero no fue esa tu única representación, Frank.
Sawyer se metió la mano en el bolsillo y sacó unas gafas de sol, que se puso. Ofrecía un aspecto bastante ridículo en la oscuridad.
– ¿Los recuerdas, Frank? ¿Recuerdas a los dos tipos del vídeo en el almacén de Seattle? Llevaban gafas de sol, en el interior de un edificio, en un lugar con muy poca iluminación. ¿Por qué haría alguien una cosa así?
– No lo sé -contestó Hardy, cuya voz fue apenas un susurro.
– Pues claro que lo sabes. Jason creía estar entregando su prueba… al FBI. En las películas, al menos, todos los agentes del FBI llevan gafas de sol, y a los tipos a los que contrataste para que representaran el papel de agentes del FBI les tuvo que haber gustado mucho ir al cine. No podías limitarte a matar a Jason. Tenías que ganarte su confianza, asegurarte de que no le había dicho nada a nadie. La máxima prioridad era recuperar todas las pruebas de que disponía. La videocinta del intercambio tenía que presentarse en perfectas condiciones, porque ya sabías que nos la entregarías a nosotros como prueba de la culpabilidad de Jason. Sólo disponías de una ocasión para filmarla bien. Pero Archer seguía mostrándose receloso. Por eso conservó una copia de la información en otro disquete, que más tarde le envió a su esposa. ¿Le dijiste que recibiría una gran recompensa del gobierno? ¿Fue eso? Probablemente le dijiste que se trataba del éxito más grande conseguido nunca por el FBI.
Hardy permaneció en silencio. Sawyer miró a su antiguo compañero.
– Pero, sin que tú lo supieras, Frank, Gamble tenía su propio y gran problema. Él problema era que Arthur Lieberman estaba a punto de echarlo todo a rodar. Así que no se le ocurrió otra cosa que contratar a Riker para que saboteara el avión de Lieberman. Estoy seguro de que no conocías esa parte del plan. Dispusiste las cosas para que Archer recibiera un billete en el vuelo a Los Ángeles, y luego le hiciste cambiar para que subiera al avión con destino a Seattle, de modo que pudieras filmar tu pequeña videocinta del intercambio. Rich Lucas, un ex agente de la CIA, tenía probablemente muchos lazos con antiguos miembros operativos de los países europeos orientales, con hombres sin familia y sin pasado. Nadie echaría de menos al hombre que se estrelló en lugar de Archer. No tenías ni idea de que Lieberman estaba en ese vuelo a Los Ángeles, ni de que Gamble iba a matarlo. Pero Gamble sabía que ésa era la única forma de que la culpa por la muerte de Lieberman recayera sobre los hombros de Archer. Y, de ese modo, Gamble creía estar matando dos pájaros de un tiro: Archer y Lieberman. Me trajiste el vídeo y yo concentré todos mis esfuerzos en atrapar a Jason, y me olvidé por completo del pobre y viejo Arthur Lieberman. De no haber sido por el hecho de que Ed Page entró en la función, no creo que hubiera retomado nunca el hilo de Lieberman.
»Y no nos olvidemos de la vieja RTG, a la que se le achacó la culpa de todo, mientras que la Tritón terminaba convenientemente con la CyberCom. Te dije que Brophy estaba en Nueva Orleans. Descubriste que estaba realmente conectado con la RTG y que ellos podían conseguir lo que pretendías que hiciera Jason: trabajar para la RTG. De modo que hiciste seguir a Brophy y a Goldman y, en cuanto se te presentó la oportunidad, te libraste de ellos e hiciste que la culpa recayera sobre Sidney Archer. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, ya habías hecho lo mismo con su marido. -Sawyer hizo una pausa-. Eso supone un tremendo cambio, Frank. Un agente del FBI que participa en una conspiración criminal masiva. Quizá debiera llevarte a hacer una visita al lugar donde se estrelló el avión. ¿Te gustaría?
– Yo no tuve nada que ver con el atentado contra el avión, te lo juro -gritó Hardy.
– Lo sé. Pero estuviste implicado en un aspecto. -Sawyer se quitó las gafas de sol-. Mataste al que cometió el atentado.
– ¿Cómo podrías demostrarlo? -preguntó Hardy, mirándolo con ojos encendidos.
– Tú mismo me lo dijiste, Frank. -La expresión de Hardy se quedó petrificada-. Allá, en el garaje que Goldman y Brophy investigaron. El lugar estaba helado. A mí me preocupaba la descomposición de los cuerpos, que las temperaturas tan bajas pudieran hacer imposible el afirmar con toda seguridad el momento exacto de la muerte. ¿Recuerdas lo que me dijiste, Frank? Me dijiste que había ocurrido el mismo problema con el que cometió el atentado. El aire acondicionado hizo que el apartamento se congelara del mismo modo que el aire exterior había hecho con el garaje.