Capítulo 59
El funeral con el que finalmente se dio descanso eterno al cuerpo de Jason Archer se celebró en un claro día de diciembre, sobre un tranquilo montículo del cementerio, a unos veinte minutos de distancia de la casa de ladrillo y piedra que había sido su hogar. Durante el servicio junto a la tumba, Sawyer se mantuvo al fondo, mientras la familia y los amigos íntimos acompañaban de nuevo a la viuda. El agente del FBI permaneció junto a la tumba una vez que se hubieron marchado todos. Mientras observaba la lápida recién esculpida, Sawyer descansó su corpachón sobre una de las sillas plegables que se habían utilizado para el sencillo y breve ritual. Jason Archer había ocupado todos los pensamientos de cada uno de los momentos de vigilia del agente desde hacía más de un mes y, sin embargo, no lo llegó a conocer en ningún momento. Eso era algo que sucedía con frecuencia en su trabajo; no obstante, las emociones que esta vez se abrieron paso a través de la psique del veterano agente fueron muy diferentes. Sawyer sabía que no había podido hacer nada por impedir la muerte de aquel hombre. Todavía se sentía abrumado por haber dejado en la estacada a la esposa y a la hija del hombre, por haber permitido que la familia Archer se viera irremediablemente destruida debido a su incapacidad para descubrir la verdad a tiempo.
Se cubrió el rostro con las manos. Cuando las apartó, unos minutos más tarde, unas lágrimas brillaban en sus ojos. Había logrado completar el caso más importante de toda su vida y, sin embargo, nunca se había sentido más fracasado. Se levantó, se puso el sombrero y regresó lentamente hacia su coche. Entonces, se quedó petrificado. La alargada limusina negra estaba aparcada junto al bordillo. Había regresado. Sawyer vio el rostro que miraba desde la ventanilla posterior de la limusina. Sidney observaba el montón de tierra fresca formado en el suelo. Volvió la cabeza hacia donde estaba Sawyer, que permanecía allí de pie, tembloroso, incapaz de moverse, con el corazón latiéndole con fuerza, notando pesados los pulmones y deseando más que ninguna otra cosa el poder acercarse a aquel montón de tierra fría para sacar de allí a Jason Archer y devolvérselo a Sidney. El cristal de la ventanilla de la limusina empezó a subir cuando el vehículo se alejó.
En la Nochebuena, Lee Sawyer condujo lentamente su sedán por Moigan Lañe. Las casas que se alineaban a ambos lados de la calle aparecían hermosamente decoradas con luces, guirnaldas, imágenes de Santa Claus y de sus fieles renos. Allá al fondo de la manzana, actuaba un grupo de personas que cantaban villancicos. Toda la zona se hallaba envuelta en un ambiente festivo. Todas las casas excepto una, que permanecía a oscuras, a excepción de la luz que iluminaba una de las habitaciones de la parte delantera.
Sawyer hizo entrar el coche en el camino de acceso a la casa de los Archer, y se bajó. Se había puesto un traje nuevo, y llevaba el escaso cabello tan lleno de brillantina como podía soportar. Sacó del coche una pequeña caja envuelta en papel de regalo y caminó hacia la casa. Aún cojeaba un poco al andar, ya que aún se estaban soldando las costillas.
Sidney Archer contestó a su llamada a la puerta. Iba vestida con unos pantalones negros y una blusa blanca, y el cabello le caía suelto sobre los hombros. Había recuperado algo de peso, pero los rasgos de su rostro todavía aparecían ajados, aunque los cortes y moratones se habían curado.
Se sentaron en el salón, delante de la chimenea encendida. Sawyer aceptó su ofrecimiento de tomar una copa de sidra, y contempló el salón mientras ella iba a traerla. Sobre la mesita de al lado había una caja de disquetes, con una cinta roja en lo alto. Dejó la caja que había traído él mismo sobre la mesita de café, puesto que no había ningún árbol de Navidad bajo el que dejarla.
– Supongo que te marcharás de vacaciones a alguna parte, ¿verdad? -preguntó cuando ella se sentó frente a él.
Ambos tomaron un sorbo de la sidra caliente.
– Iré a casa de mis padres. La han arreglado para la Navidad, con un árbol grande y adornos. Mi padre se disfrazará de Santa Claus. Mis hermanos y sus familias también estarán presentes. Eso le vendrá muy bien a Amy.
Sawyer miró la caja de disquetes.
– Espero que eso sea un regalo de broma.
Sidney siguió la dirección de su mirada y sonrió brevemente.
– De Jeff Fisher. Me dio las gracias por la noche más animada de su vida y me ofreció asesoramiento gratuito sobre ordenadores a perpetuidad.
Sawyer observó entonces la pequeña toalla húmeda que Sidney había traído consigo y que dejó sobre la mesita de café. Deslizó el regalo hacia ella.
– Deja esto bajo el árbol, para Amy, ¿quieres? Es mío y de Ray. Lo eligió su esposa. Es una de esas muñecas que hacen un montón de cosas, ya sabes, habla, hace pipí y todo eso…
Se detuvo de pronto, como si estuviera azorado. Tomó otro sorbo de sidra. Sidney le sonrió.
– Muchas gracias, Lee. Le encantará. Se lo daría ahora mismo si no estuviera dormida.
– De todos modos, es mejor abrir los regalos el día de Navidad.
– ¿Cómo está Ray?
– Demonios, nadie podría causarle ningún daño aunque lo intentara. Ya ha dejado las muletas…
La cara de Sidney se puso repentinamente verdosa y se inclinó para tomar la toalla. La mantuvo apretada contra la boca, se levantó y salió apresuradamente del salón. Sawyer se levantó, pero no la siguió. Volvió a sentarse. Ella regresó al cabo de un par de minutos.
– Lo siento, debo de haber pillado algún virus.
– ¿Desde cuándo sabías que estabas embarazada? -preguntó Sawyer de pronto. Ella se sentó y lo miró, asombrada-. He tenido cuatro hijos, Sidney. Créeme, reconozco las náuseas del embarazo en cuanto las veo.
– Desde hace unas dos semanas -dijo Sidney, con voz tensa-. La misma mañana en que se marchó Jason… -Empezó a balancearse adelante y atrás, con una mano apretada sobre la cara-. Dios santo, esto es increíble. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no me lo dijo? No debería haber muerto, ¡maldita sea! ¡No debería haber muerto!
Sawyer bajó la mirada hacia la taza que sostenía entre las manos.
– Intentó hacer lo más correcto, Sidney. Podía dejar de lado lo que había descubierto, como habría hecho la mayoría de la gente. Pero, en lugar de eso, decidió hacer algo. Un verdadero héroe. Corrió muchos riesgos, pero sé que lo hizo por ti y por Amy. Nunca tuve la oportunidad de conocerlo, pero sé que te amaba.
Sawyer no estaba dispuesto a revelarle a Sidney que la esperanza de obtener una recompensa del gobierno había jugado un papel destacado en la decisión de Jason Archer de acumular pruebas contra la Tritón.
Ella le miró a través de unos ojos anegados en lágrimas.
– Si nos amaba tanto, ¿por qué eligió hacer algo que era tan peligroso? No tiene sentido. Dios mío, es como si lo hubiera perdido por dos veces. ¿Sabes lo mucho que eso duele?
Sawyer lo pensó por un momento, se aclaró la garganta y empezó a hablar con voz muy serena.
– Tengo un amigo que es muy contradictorio. Amaba tanto a su esposa y a sus hijos que habría hecho cualquier cosa por ellos. Y me refiero a cualquier cosa.
– Lee…
Pero él levanto una mano, interrumpiéndola.
– Por favor, Sidney, déjame terminar. Créeme, me ha costado mucho llegar hasta este punto. -Ella se reclinó en el asiento mientras Sawyer continuaba-. Los amaba tanto que dedicó todo su tiempo a lograr que el mundo fuera un lugar más seguro para ellos. En realidad, dedicó tanto tiempo a eso que terminó por causar un daño terrible a las mismas personas a las que tanto quería. Y no lo comprendió hasta que fue demasiado tarde. -Tomó un sorbo de sidra y un nudo enorme se le formó en la garganta-. Así que, como ves, las personas hacen a veces las cosas más estúpidas por las mejores razones. -Sus ojos parpadearon-. Jason te amaba, Sidney. Demonios, eso es lo único que importa al final del día. Ese es el único recuerdo que podrás mantener.