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Copi es el traductor-recopilador de estas cartas de Gouri (las ratas ven y escriben todo al revés, por ejemplo NADIA se vuelve VIDVN), que al final le vende por una buena suma a su editor. Y en notas y exergos cuenta su propia aventura, mucho más banaclass="underline" se casa con una Ingrid rubia y dominante, abandona el alcohol, tiene trillizas, se va a vivir a una coqueta casa de campo en Sete, se conforma a la vulgaridad burguesa.

Como dije, la novela es un experimento de antropología a la inglesa: lo cotidiano visto con el telescopio al revés. Las ratas son el instrumento óptico ideal. "Quizás lo aburro, querido Maestro, con observaciones que, sorprendentes para nosotros las ratas, son banales para usted, pero, sabe, escribo todo lo que veo. Es así como escriben sus autores ingleses favoritos, que usted me leía en mi infancia ya lejana." Pero las ratas son mucho más que eso, y aquí creo acercarme a la solución del enigma de la rata en Copi.

Toda la primera parte es un despliegue del fabuloso arte de miniatura de Copi. Cada detalle es delicioso e inolvidable: los trajes de Mickey que Gouri y Rakka roban de una juguetería para su cita con las dos princesas, la guardia del palacio reaclass="underline" hamsters con casquetes de botellas de sidra por yelmos, el portaviones de la Reina, un cajón de fruta flotando en el Sena con un murciélago dormido (el murciélago es el avión)…

Pero no es una miniaturización que resulte de la mera disminución de cosas y seres; tiene algo de práctico, de cambio de uso. Es que el mundo de las ratas no es un "mundo incluido" más, la inclusión en este caso no proviene de la mera coexistencia y relación de tamaños: su peculiaridad es la dependencia del mundo superior que lo contiene. La relación se asemeja más bien a la que hay entre el mundo de los pobres y el de los ricos. El mundo de las hormigas podría ser autónomo; el de las ratas no. Copi, que no se parece en nada a Walt Disney, establece un continuo hombres-ratas mediante el reciclado de los deshechos, la squatterización y otras mil maniobras de supervivencia. No es una etología ni una antropología travestida de lo cotidiano, sino una etología del pasaje y una antropología del continuo.

En esto hay una novedosa concepción del realismo. Un realismo de la felicidad, del cual el arte es la garantía. Copi practica una transmutación posible, y hasta probable. La felicidad abandona el terreno de los posibles, donde la ha puesto la literatura, y se instala en la realidad, teñida de maravilloso. Ya no es el salto del surrealismo, en el que una mujer se transforma en rana, o el de los cuentos de hadas, en el que un zapallo se vuelve carroza… sino el pedazo de papel higiénico usado que la princesa rata se pone como manto para las grandes ocasiones…

Claro que no es una felicidad apacible y tranquilizante. Como ya vimos, la miniaturización del espacio produce la aceleración del tiempo. "El tiempo está concentrado como en un extracto de Chanel N°5." De la concentración del tiempo proceden las situaciones catastróficas, tan características de Copi. El miniaturista del espacio-tiempo hace que todo suceda en un lapso lo más breve posible, sin blancos ni esperas; el tiempo se hace compacto. En las catástrofes, tal cosa sucede en la realidad: por eso son la situación favorita de Copi.

El tiempo no queda anulado, sino que es objeto de una maniobra peculiar. El relato, cualquier relato, es tiempo. Pero es un tiempo reificado, sacado de circulación, que deja persistir el otro tiempo, en el que se fundamenta la posibilidad del relato. Los dos tiempos forman un contrapunto, que manipula el narrador. Copi tiende a una identificación de ambos; el teatro y el dibujo, el tiempo real y el instante, se encuentran en la instancia paradójica e imposible del relato, y ahí está la clave de lo maravilloso en Copi, en hacer de ese encuentro la aventura prodigiosa que nos estaba esperando…

Tratemos de entenderlo desde otro ángulo. Hace unos días vi una película portuguesa, Conversa acabada, de Joao Botelho, sobre la amistad entre Pessoa y Sá Carneiro; es un film sin diálogos, todo lo que se oye es la lectura de poemas y cartas. En el cine, que es un arte al que la velocidad es inherente, siempre resulta sorprendente oír la lectura de un texto. En esta película la sorpresa está elaborada como una estética peculiar. Me hizo pensar en la relación de velocidades entre las distintas manifestaciones de un texto. De la lectura en voz alta a la lectura con la vista ya hay un salto inmenso; el "descubrimiento" de la lectura con la vista, en el que se detuvo Borges como un hito histórico, es en realidad el hallazgo de una propiedad del tiempo, la de hacer contraste consigo mismo. Habría una progresión de velocidades, en la que la lectura en voz alta sería el punto de partida, el grado cero. Después vendría el texto leído con la vista, que es una aceleración. Pero hay velocidades mayores. Después de la lectura con la vista: el texto pensado o recorrido con el pensamiento; después, el texto recordado: se lo puede recordar en bloque, en un instante. Y más todavía, habría crecimientos exponenciales en la velocidad del texto, por ejemplo cuando se lo usa como guión: un parpadeo puede describirse en diez páginas, o bien las diez páginas escritas pueden servir de programa a un parpadeo de una fracción de segundo.

La velocidad de la "lectura" o el "uso" de un texto puede ser pasmosa. Hasta que "roza lo Imaginario": Copi lo dice en Les Escaliers du Sacré Coeur.

Et si je m'exprime en vers c'estparce que le temps m'incite à parler toujours plus vite. Je suis prise d'un vertige qui frisse l'Imaginaire.