Janet Evanovich
Corazon Congelado
Título originaclass="underline" Seven up
Stephanie Plum 07
Prólogo
Durante la mayor parte de mi infancia mis aspiraciones profesionales fueron sencillas: quería ser una princesa intergaláctica. No me interesaba demasiado dirigir hordas de gentes del espacio. Lo que más deseaba era ir vestida con capa y botas sexys y llevar un arma que molara.
Como resultó que el rollo de la princesa no me salió bien, acabé yendo a la universidad, y cuando me licencié me puse a trabajar de compradora de ropa interior para una cadena de tiendas. Aquello tampoco me salió muy bien, así que tuve que chantajear a mi primo el avalista de fianzas para que me diera trabajo como cazarrecompensas. Tiene gracia cómo son las cosas del destino. Nunca conseguí vestirme con capa y botas sexys, pero al final tengo una especie de arma molona. Vale, de acuerdo, es una pequeña 38 y la guardo en la lata de las galletas, pero no deja de ser un arma, ¿verdad?
En aquellos tiempos en los que me preparaba para ser princesa solía tener frecuentes encontronazos con el chico más malo del vecindario. Tenía dos años más que yo. Se llamaba Joe Morelli. Y era todo un peligro.
Sigo teniendo encontronazos con Joe Morelli. Y sigue siendo un peligro…, pero ahora es de esa clase de peligros que le gustan a una mujer.
Es policía, tiene una pistola más grande que la mía y no la guarda en una caja de galletas.
Me propuso matrimonio hace un par de semanas, durante un ataque de libido. Me desabrochó los vaqueros, enganchó la cinturilla con un dedo y me atrajo hacia él…
– Hablando de esa proposición, Bizcochito… -me dijo.
– ¿De qué proposición estamos hablando?
– De la de matrimonio.
– ¿Lo dices en serio?
– Estoy desesperado.
Eso era evidente.
La verdad es que yo también estaba desesperada. Estaba empezando a pensar en mi cepillo de dientes eléctrico en plan romántico. El problema era que no sabía sí estaba preparada para el matrimonio. El matrimonio es un rollo espeluznante. Tienes que compartir el cuarto de baño. ¿Qué te parece? ¿Y qué pasa con las fantasías? ¿Y si la princesa intergaláctica reaparece y tengo que salir a cumplir una misión?
Morelli sacudió la cabeza.
– Ya estás pensando otra vez.
– Hay que tener en cuenta muchas cosas.
– Permíteme que te recuerde algunas cosas buenas: tarta de bodas, sexo oral, y, además, puedes usar mi tarjeta de crédito.
– Me gusta lo de la tarta de bodas.
– Y las otras cosas también te gustan -dijo Morelli.
– Necesito tiempo para pensarlo.
– Por supuesto -dijo Morelli-, piénsalo todo el tiempo que quieras. ¿Lo pensamos arriba, en el dormitorio?
Su dedo seguía metido en la cintura de mis vaqueros y yo empezaba a sentir calor allí abajo. Eché una mirada furtiva a las escaleras.
Morelli sonrió y me arrimó más a él.
– ¿Pensando en la tarta de bodas?
– No -dije-. Y tampoco estoy pensando en la tarjeta de crédito.
Uno
Supe que iba a ocurrir algo malo cuando Vinnie me hizo ir a su despacho privado. Vinnie es mi jefe y mi primo. En una ocasión leí en la puerta de un retrete que «Vinnie folla como un hurón». No estoy muy segura de lo que quiere decir, pero me parece razonable, puesto que Vinnie se parece a un hurón. Su anillo de rubí rosa me recordaba a los tesoros que se ven en las máquinas tragaperras con regalos de las salas de juegos del Parque Marítimo. Vestía camisa y corbata negras y llevaba su cada vez más escaso pelo negro pegado hacia atrás, al estilo de los jefes de los garitos de juego. La expresión de su cara decía «nada contento».
Le miré desde el otro lado del escritorio e intenté reprimir una mueca.
– ¿Qué pasa ahora?
– Tengo un trabajo para ti -dijo Vinnie-. Quiero que encuentres a esa rata asquerosa de Eddie DeChooch, y que arrastres su culo huesudo hasta aquí. Le pillaron pasando un camión de cigarrillos de contrabando desde Virginia y no se presentó a su cita con el juez.
Puse los ojos en blanco con tal fuerza que pude verme el crecimiento del pelo.
– No voy a ir a por Eddie DeChooch. Es viejo, mata gente y sale con mi abuela.
– Ya casi nunca mata a nadie -dijo Vinnie-. Tiene cataratas. La última vez que intentó cargarse a alguien vació un cargador sobre una tabla de planchar.
Vinnie es el dueño y director de Fianzas Vincent Plum en Trenton, Nueva Jersey. Cuando se acusa a alguien de un crimen, Vinnie le da al juzgado un pagaré, el juzgado deja libre al acusado hasta la fecha del juicio y Vinnie reza para que el acusado se presente en el tribunal. Si el acusado decide declinar el placer de presentarse a su cita en el juzgado, Vinnie pierde un montón de dinero, a no ser que yo pueda encontrar al acusado y hacer que vuelva al buen camino. Me llamo Stephanie Plum y soy agente de cumplimiento de fianza… alias cazarrecompensas. Acepté este trabajo cuando las cosas no iban muy bien y ni siquiera el hecho de haberme graduado entre el noventa y ocho por ciento más alto de la clase podía proporcionarme un trabajo mejor. Desde entonces la economía ha mejorado y no hay una buena razón para que siga persiguiendo a los malos, salvo que enfurece a mi madre y que no tengo que ponerme pantys para ir a trabajar.
– Se lo encargaría a Ranger, pero está fuera del país -dijo Vinnie-. Por eso te toca a ti.
Ranger es un tipo mercenario que a veces trabaja como cazarrecompensas. Es muy bueno… en todo. Y da un miedo que te cagas.
– ¿Qué hace Ranger fuera del país? ¿Y qué quieres decir con fuera del país? ¿Asia? ¿América del Sur? ¿Miami?
– Me está haciendo una recogida en Puerto Rico -Vinnie empujó una carpeta por encima del escritorio-. Aquí está el acuerdo de pago de DeChooch y tu autorización para capturarle. Para mí vale cincuenta mil… cinco mil para ti. Acércate a la casa de DeChooch y entérate de por qué no apareció en su vista de ayer. Connie le llamó, pero no obtuvo respuesta. Cristo, podría estar muerto en el suelo de la cocina. Salir con tu abuela es suficiente para matar a cualquiera.
La oficina de Vinnie está en Hamilton, lo que a primera vista puede no parecer la situación ideal para una oficina de fianzas. La mayoría de los despachos de fianzas están enfrente de los calabozos del juzgado. La diferencia es que la mayoría de la gente a la que fía Vinnie son familiares o vecinos y viven cerca de la calle Hamilton, en el Burg. Yo crecí en el Burg y mis padres todavía viven allí. Realmente es un barrio muy seguro, ya que los delincuentes del Burg se cuidan mucho de cometer sus delitos en otros barrios. Vale, de acuerdo, una vez Jimmy Cortinas sacó a Dos Dedos Garibaldi de su casa en pijama y se lo llevó al vertedero… pero lo que fue la verdadera paliza no tuvo lugar en el Burg. Y los tipos que encontraron enterrados en el sótano de la tienda de caramelos de la calle Ferris no eran del Burg, o sea que no se les puede incluir en las estadísticas.
Connie Rosolli levantó la mirada cuando salí del despacho de Vinnie. Connie es la secretaria de dirección. Connie mantiene la oficina en marcha cuando Vinnie está fuera liberando facinerosos y/o fornicando con animales de granja.
Connie llevaba el pelo cardado hasta unas tres veces más que el tamaño de su cabeza. Vestía un Jersey rosa con cuello de pico que se ajustaba a unas tetas que podrían pertenecer a una mujer mucho más grande y una falda corta de punto negro que le iría mejor a una mujer mucho más pequeña.
Connie está con Vinnie desde que puso en marcha el negocio. Ha aguantado todo este tiempo porque no se calla nada y porque los días excepcionalmente malos se coge una paga extra de la caja chica.
Torció el gesto al ver que yo llevaba una carpeta en la mano.
– ¿No irás a buscar a Eddie DeChooch en serio, verdad?
– Espero que esté muerto.
Lula estaba desparramada en el sofá de cuero falso que había junto a la pared y que servía de sala de espera para los subvencionados y sus desafortunados familiares. Lula y el sofá tenían casi el mismo tono de marrón, con la excepción del pelo de Lula, que hoy era de un rojo cereza.
Cuando me pongo al lado de Lula siempre me siento como si fuera anémica. Soy norteamericana de tercera generación con ascendencia ítalo-húngara.
Tengo la piel pálida y los ojos azules de mi madre y un buen metabolismo que me permite comer pastel de cumpleaños y (casi siempre) abrocharme el último botón de los Levi's. Por parte de mi padre, he heredado una incontrolable mata de pelo castaño y la tendencia a mover las manos como los italianos. A solas, en un día bueno, con una tonelada de rimel y tacones de siete centímetros, puedo atraer algo de atención. Al lado de Lula soy como papel pintado.
– Me ofrecería para ayudarte a traer su trasero a la cárcel -dijo Lula-. Probablemente te vendría bien la ayuda de una mujer de talla grande como yo. Pero la cuestión es que no me gusta cuando están muertos. Los muertos me espeluznan.