Janice fue la primera que lo vio.
– Oye, ¿no es ése el vejete del Cadillac blanco? -preguntó.
Joyce y yo levantamos las cabezas para mirar. DeChooch recorría el subterráneo en busca de un sitio donde aparcar.
– ¡Vete! -le gritó Mary Maggie a DeChooch-. ¡Sal del garaje!
Joyce se levantó del suelo tambaleándose y corrió hacia DeChooch.
– ¡Detenle! -le gritó a Janice-. ¡No dejes que se escape!
– ¿Detenerle? -preguntó Janice, que estaba junto a Lula-. ¿Está loca o qué? ¿Cómo cree que le puedo detener?
– No quiero que le pase nada al coche -nos gritó Mary Maggie a Joyce y a mí-. Era el coche de mi tío Ted.
Lula estaba a cuatro patas y babeaba.
– ¿Qué? -dijo-. ¿Quién?
Janice y yo la ayudamos a levantarse. Mary Maggíe seguía dando gritos a DeChooch y DeChooch seguía sin verla.
Dejé a Lula con Janice y corrí hacia mi Honda. Puse en marcha el motor y me dirigí hacia DeChooch. No sé cómo se me ocurrió que podría alcanzarle, pero me pareció que era lo que tenía que hacer.
Joyce se puso delante de DeChooch, apuntándole con la pistola, y le gritó que se detuviera. DeChooch pisó el acelerador y se abalanzó sobre ella. Joyce se tiró de lado y disparó un tiro que no le dio a DeChooch pero rompió la ventanilla trasera.
DeChooch giró a la izquierda por una de las filas de coches aparcados. Yo le seguí mientras él, cegado por el pánico, tomaba las curvas sobre dos ruedas. Estábamos dando vueltas. DeChooch no era capaz de encontrar la salida.
Mary Maggie seguía gritando. Y Lula agitaba los brazos, ya de pie.
– ¡Espérame! -vociferaba Lula, como si quisiera salir corriendo pero no supiera en qué dirección.
En una de las vueltas me acerqué a Lula y ella subió al coche de un salto. La puerta de atrás estaba abierta por los golpes y Janice se coló en el asiento trasero.
Joyce se había ido a por su coche y lo había colocado tapando parcialmente la salida. Tenía abierta la puerta del lado del conductor y ella estaba de pie detrás de la puerta apuntando con la pistola.
DeChooch encontró por fin el callejón correcto y se lanzó a por la salida. Se dirigía directamente hacia Joyce. Ella disparó, la bala falló y ella saltó a un lado mientras DeChooch salía a toda velocidad, arrancando la puerta del coche de Joyce de sus goznes y lanzándola por los aires.
Me dirigí a la salida detrás de DeChooch. La chapa de la parte delantera derecha del Cadillac había sufrido algunos daños, pero estaba claro que a Choochy no le preocupaba demasiado. Giró en Spring Street conmigo pegada a su parachoques. Siguió por Spring hasta Broad y, de repente, nos encontramos con un atasco.
– Ya lo tenemos -gritó Lula-. ¡Todas fuera del coche!
Lula, Janice y yo saltamos del coche y fuimos decididas a detenerle. DeChooch puso la marcha atrás del Cadillac y embistió a mi CR-V, incrustándolo contra el coche de atrás. Maniobró con el volante y salió en diagonal, arañando el parachoques del coche que tenía delante.
Durante todo aquel rato Lula no dejaba de gritarle.
– Tenemos la cosa -decía-. Y queremos el dinero. ¡Hemos decidido que queremos el dinero!
Al parecer, DeChooch no oía nada. Hizo un giro de ciento ochenta grados y se marchó, dejándonos tiradas.
Lula, Janice y yo le vimos desaparecer calle abajo y después nos fijamos en el CR-V Estaba arrugado como un acordeón.
– Esto sí que me pone de mala leche -dijo Lula-. Me ha derramado todo el batido, y me había costado una pasta.
– A ver si me entero -dijo Vinnie-. ¿Me estás diciendo que DeChooch te destrozó el coche y le rompió una pierna a Barnhardt?
– En realidad la pierna se la rompió la puerta del coche -dije-. Cuando salió volando hizo una especie de voltereta por el aire y le cayó encima de la pierna.
– Ni nos habríamos enterado de no ser porque la ambulancia tuvo que maniobrar a nuestro lado, camino del hospital. Acababa de llegar la grúa para llevarse nuestro coche cuando llegó la ambulancia y allí estaba Joyce, totalmente inmovilizada por correas -dijo Lula.
– Bueno, y ahora ¿dónde está DeChooch? -quiso saber Vinnie.
– No tenemos una respuesta precisa para esa pregunta -dijo Lula-. Y dado que nos hemos quedado sin medio de locomoción, no podemos averiguarlo.
– ¿Y qué pasa con tu coche? -le preguntó Vinnie a Lula.
– Está en el taller. Le están haciendo una revisión, y luego me lo van a pintar. No me lo entregan hasta la semana que viene.
Vinnie se giró hacia mí.
– ¿Y el Buick? Siempre llevas el Buick cuando tienes problemas con los coches.
– El Buick lo tiene mi hermana.
Diez
– Puedes llevarte la moto que tengo ahí atrás -dijo Vinnie-. La acepté como pago de una fianza. Un tío estaba escaso de fondos y me pagó con la moto. Ya tengo el garaje lleno de mierdas y no tengo sitio para una moto.
La gente limpiaba las casas al mismo tiempo que pagaba sus fianzas. Vinnie aceptaba equipos de música, televisiones, abrigos de visón, ordenadores y aparatos de gimnasia. Una vez aceptó para pagar la fianza de Madame Zaretsky su látigo y su perro amaestrado.
Normalmente estaría feliz ante la perspectiva de llevar una moto. Me saqué el carnet hace un par de años, cuando salía con un chico que tenía una tienda de motos. De vez en cuando he deseado hacerme con una moto, pero nunca he tenido dinero para comprármela. El problema es que no es el vehículo ideal para una cazarrecompensas.
– No quiero la moto -dije-. ¿Qué voy a hacer con una moto? No puedo traer a un NCT en moto.
– Exacto, y además, ¿qué hago yo? -dijo Lula-. ¿Cómo vas a meter a una mujer de figura ampulosa como yo en una moto? ¿Y mi pelo? Tendría que ponerme uno de esos cascos y me chafaría el pelo.
– Lo tomas o lo dejas -dijo Vinnie.
Solté un profundo suspiro y puse los ojos en blanco.
– ¿La moto trae cascos?
– Están en el almacén.
Lula y yo salimos a ver la moto.
– Va a ser algo bochornoso -dijo Lula, abriendo la puerta del almacén-. Va a ser un… espera un momento, fíjate. ¡Hostia!
No es cualquier motocicleta de mierda. Es una señora máquina. Era una Harley-Davidson FXDL Dyna Low Rider. Negra, con llamaradas verdes pintadas y los tubos de escape rectificados. Lula tenía razón. No era una moto cualquiera. Era un sueño erótico.
– ¿Sabes manejarla? -preguntó Lula. Le sonreí.
– Ah, sí -dije-. Desde luego que sí.
Lula y yo nos ajustamos los cascos y sacamos la moto. Metí la llave en el contacto, pisé el pedal y la Harley rugió debajo de mí.
– Houston, hemos despegado -dije. Y tuve un pequeño orgasmo.
Recorrí el callejón de detrás de la oficina un par de veces, para tomarle el pulso a la moto y, luego, me dirigí al edificio de apartamentos de Mary Maggie. Quería volver a intentar hablar con ella.
– Parece que no está en casa -dijo Lula tras la primera vuelta por su garaje-. No veo su Porsche.
No me sorprendía. Seguramente estaba en algún lugar comprobando los daños sufridos por su Cadillac.
– Esta noche tiene combate -le dije a Lula-. Podemos hablar con ella allí.
Cuando entré en el aparcamiento de mi edificio me fijé en los coches. No vi ni Cadillacs blancos, ni limusinas negras, ni el coche de Benny y Ziggy, ni el Porsche del MMM-ÑAM, ni el coche supercaro y probablemente robado de Ranger. Sólo la camioneta de Joe.
Cuando entré en casa Joe estaba tirado en el sofá viendo la televisión con una cerveza en la mano.
– He oído que te has cargado el coche -dijo.
– Sí, pero estoy bien.
– También había oído eso.
– DeChooch está como una cabra. Dispara a la gente. La atropella intencionadamente. ¿Qué le pasa? No es un comportamiento normal…, ni siquiera para un antiguo hampón. Vamos, entiendo que está deprimido… pero ¡joder! -fui a la cocina y le di a Rex un trozo de galleta que me había guardado durante el almuerzo.
Morelli entró en la cocina detrás de mí.
– ¿Cómo has llegado a casa?
– Vinnie me ha dejado una moto.
– ¿Una moto? ¿Qué clase de moto?
– Una Harley. Una Dyna Low Rider.
Sus ojos y su boca se fruncieron en una sonrisa.
– ¿Vas por ahí en una Harley?
– Sí. Y ya he tenido mi primera experiencia sexual en ella.
– ¿Tú sola?
– Sí.
Morelli soltó una risotada y se acercó a mí, aplastándome contra el mostrador; sus manos rodearon mis costillas, su boca rozó mi oreja, mi cuello.
– Apuesto a que puedo mejorarlo.
El sol se había puesto y el dormitorio estaba a oscuras. Morelli dormía a mi lado. Incluso dormido, Morelli irradiaba energía controlada. Su cuerpo era esbelto y duro. Su boca, suave y sensual. Los rasgos de su cara se habían vuelto más angulosos con la edad. Sus ojos más recelosos. Como poli había visto muchas cosas. Tal vez demasiadas.