dicho que sea de la policía de Trenton. Resulta que soy de la policía judicial.
– Resulta que eres de la policía gilipollas -dijo jadeando Lula.
Ahora, más de cerca, reconocía a la compañera de Joyce. Era Janice Molinari. Fui al colegio con Janice. Era una persona agradable. No podía evitar preguntarme qué la habría llevado a trabajar con Joyce.
– Stephanie -dijo Janice-. Cuánto tiempo sin verte.
– Desde la despedida de soltera de Loretta Beeber.
– ¿Qué tal te van las cosas? -preguntó Janice.
– Bastante bien. ¿Y a ti?
– Muy bien. Mis niños ya van todos al colegio, así que he pensado en buscarme un trabajo a tiempo parcial.
– ¿Cuánto tiempo llevas con Joyce?
– Dos horas más o menos -dijo Janice-. Éste es mi primer trabajo.
Joyce llevaba una cartuchera sujeta al muslo y tenía una mano metida en ella.
– ¿Y tú qué haces aquí, Plum? ¿Me has seguido para aprender cómo se hacen las cosas?
– Se acabó -dijo Mary Maggie-. ¡Quiero que os vayáis todas de aquí! ¡Pero ya!
Joyce empujó a Lula hacia fuera.
– Ya lo has oído. Largo.
– Oye -dijo Lula a Joyce, dándole un golpe en el hombro-. ¿A quién le estás diciendo que se largue?
– Te lo estoy diciendo a ti, saco de grasa -dijo Joyce.
– Mejor ser un saco de grasa que vómito de chop sueí y caca de perro -dijo Lula.
Joyce se quedó sin respiración.
– ¿Cómo sabes eso? Yo no te lo he contado -abrió los ojos desencajada-. ¡Eres tú! ¡Tú eres la que me hace eso!
Además de la pistola, Joyce llevaba un cinturón de faena con esposas, un spray de autodefensa, la pistola eléctrica y una porra. Saco del cinturón la pistola eléctrica y se dispuso a utilizarla.
– Vas a pagar por esto -dijo Joyce-. Te voy a freír. Te voy a dar con esto hasta que me quede sin batería y tú no seas más que un charco viscoso de grasa derretida.
Lula se miró las manos. No tenía el bolso en ninguna de ellas. Los habíamos dejado en el coche. Se tocó los bolsillos. Allí tampoco llevaba nada.
– Uh, uh -dijo Lula.
Joyce se lanzó sobre ella y Lula chilló, se dio la vuelta y salió corriendo por el pasillo en dirección a las escaleras. Joyce corrió detrás de ella. Y las demás seguimos a Lula y Joyce. Yo la primera, después Mary Maggie y detrás Janice. Puede que Lula no fuera la mejor subiendo escaleras, pero una vez que adquiría inercia bajándolas era imposible alcanzarla. Lula era como un tren de mercancías en movimiento.
Lula llegó al garaje y se lanzó sobre la puerta. Estaba a punto de llegar al coche cuando Joyce la alcanzó y le aplicó la pistola eléctrica. Lula frenó en seco, se tambaleó un segundo y se desplomó como un saco de cemento húmedo. Joyce alargó la mano para darle otra descarga a Lula pero yo la ataqué por detrás. La pistola eléctrica saltó por los aires y nosotras caímos rodando al suelo. En aquel momento, Eddie DeChooch entró en el aparcamiento subterráneo conduciendo el Cadillac blanco de Mary Maggie.
Janice fue la primera que lo vio.
– Oye, ¿no es ése el vejete del Cadillac blanco? -preguntó.
Joyce y yo levantamos las cabezas para mirar. DeChooch recorría el subterráneo en busca de un sitio donde aparcar.
– ¡Vete! -le gritó Mary Maggie a DeChooch-. ¡Sal del garaje!
Joyce se levantó del suelo tambaleándose y corrió hacia DeChooch.
– ¡Detenle! -le gritó a Janice-. ¡No dejes que se escape!
– ¿Detenerle? -preguntó Janice, que estaba junto a Lula-. ¿Está loca o qué? ¿Cómo cree que le puedo detener?
– No quiero que le pase nada al coche -nos gritó Mary Maggie a Joyce y a mí-. Era el coche de mi tío Ted.
Lula estaba a cuatro patas y babeaba.
– ¿Qué? -dijo-. ¿Quién?
Janice y yo la ayudamos a levantarse. Mary Maggíe seguía dando gritos a DeChooch y DeChooch seguía sin verla.
Dejé a Lula con Janice y corrí hacia mi Honda. Puse en marcha el motor y me dirigí hacia DeChooch. No sé cómo se me ocurrió que podría alcanzarle, pero me pareció que era lo que tenía que hacer.
Joyce se puso delante de DeChooch, apuntándole con la pistola, y le gritó que se detuviera. DeChooch pisó el acelerador y se abalanzó sobre ella. Joyce se tiró de lado y disparó un tiro que no le dio a DeChooch pero rompió la ventanilla trasera.
DeChooch giró a la izquierda por una de las filas de coches aparcados. Yo le seguí mientras él, cegado por el pánico, tomaba las curvas sobre dos ruedas. Estábamos dando vueltas. DeChooch no era capaz de encontrar la salida.
Mary Maggie seguía gritando. Y Lula agitaba los brazos, ya de pie.
– ¡Espérame! -vociferaba Lula, como si quisiera salir corriendo pero no supiera en qué dirección.
En una de las vueltas me acerqué a Lula y ella subió al coche de un salto. La puerta de atrás estaba abierta por los golpes y Janice se coló en el asiento trasero.
Joyce se había ido a por su coche y lo había colocado tapando parcialmente la salida. Tenía abierta la puerta del lado del conductor y ella estaba de pie detrás de la puerta apuntando con la pistola.
DeChooch encontró por fin el callejón correcto y se lanzó a por la salida. Se dirigía directamente hacia Joyce. Ella disparó, la bala falló y ella saltó a un lado mientras DeChooch salía a toda velocidad, arrancando la puerta del coche de Joyce de sus goznes y lanzándola por los aires.
Me dirigí a la salida detrás de DeChooch. La chapa de la parte delantera derecha del Cadillac había sufrido algunos daños, pero estaba claro que a Choochy no le preocupaba demasiado. Giró en Spring Street conmigo pegada a su parachoques. Siguió por Spring hasta Broad y, de repente, nos encontramos con un atasco.
– Ya lo tenemos -gritó Lula-. ¡Todas fuera del coche!
Lula, Janice y yo saltamos del coche y fuimos decididas a detenerle. DeChooch puso la marcha atrás del Cadillac y embistió a mi CR-V, incrustándolo contra el coche de atrás. Maniobró con el volante y salió en diagonal, arañando el parachoques del coche que tenía delante.
Durante todo aquel rato Lula no dejaba de gritarle.
– Tenemos la cosa -decía-. Y queremos el dinero. ¡Hemos decidido que queremos el dinero!
Al parecer, DeChooch no oía nada. Hizo un giro de ciento ochenta grados y se marchó, dejándonos tiradas.
Lula, Janice y yo le vimos desaparecer calle abajo y después nos fijamos en el CR-V Estaba arrugado como un acordeón.
– Esto sí que me pone de mala leche -dijo Lula-. Me ha derramado todo el batido, y me había costado una pasta.
– A ver si me entero -dijo Vinnie-. ¿Me estás diciendo que DeChooch te destrozó el coche y le rompió una pierna a Barnhardt?
– En realidad la pierna se la rompió la puerta del coche -dije-. Cuando salió volando hizo una especie de voltereta por el aire y le cayó encima de la pierna.
– Ni nos habríamos enterado de no ser porque la ambulancia tuvo que maniobrar a nuestro lado, camino del hospital. Acababa de llegar la grúa para llevarse nuestro coche cuando llegó la ambulancia y allí estaba Joyce, totalmente inmovilizada por correas -dijo Lula.
– Bueno, y ahora ¿dónde está DeChooch? -quiso saber Vinnie.
– No tenemos una respuesta precisa para esa pregunta -dijo Lula-. Y dado que nos hemos quedado sin medio de locomoción, no podemos averiguarlo.
– ¿Y qué pasa con tu coche? -le preguntó Vinnie a Lula.
– Está en el taller. Le están haciendo una revisión, y luego me lo van a pintar. No me lo entregan hasta la semana que viene.
Vinnie se giró hacia mí.
– ¿Y el Buick? Siempre llevas el Buick cuando tienes problemas con los coches.
– El Buick lo tiene mi hermana.
Diez
– Puedes llevarte la moto que tengo ahí atrás -dijo Vinnie-. La acepté como pago de una fianza. Un tío estaba escaso de fondos y me pagó con la moto. Ya tengo el garaje lleno de mierdas y no tengo sitio para una moto.