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»DeChooch sabe que entre Louie D y Anthony Thumbs no existía precisamente amor. Y cree que es una vendetta y piensa que Anthony Thumbs le ha dicho: "Tráeme el corazón a mí".

Me quedé boquiabierta.

– ¿Qué?

Connie sonreía y por las mejillas de Lula corrían lágrimas de risa.

– Me encanta esta parte -dijo Lula-. Me encanta esta parte.

– Lo juro por Dios -dijo Connie- DeChooch creyó que Anthony Thumbs quería el corazón de Louie D. Total, que DeChooch se cuela en la funeraria por la noche y, haciendo un trabajo fino de carnicería, raja a Louie D y le saca el corazón. Al parecer, tuvo que romperle un par de costillas. El director de la funeraria… -Connie tuvo que detenerse un instante para recomponerse-. El director de la funeraria dijo que nunca había visto un trabajo tan profesional.

Lula y Connie se reían tanto que tuvieron que apoyarse en el escritorio con ambas manos para no caer rodando por el suelo.

Me puse una mano sobre la boca, sin saber si unirme a la risa del grupo o seguir mi propio impulso y vomitar.

Connie se sonó la nariz y se secó las lágrimas con un pañuelo de papel limpio.

– Vale. Total, que DeChooch mete el corazón en una nevera portátil con un poco de hielo y se pone en camino hacia Trenton con los cigarrillos y el corazón. Le lleva la nevera a Anthony Thumbs y le dice, henchido de orgullo, que le ha traído el corazón de Louie D.

Como es logico, Anthony se pone como una fiera y le dice a DeChooch que se lleve el puto corazón a Richmond y que haga que el enterrador se lo devuelva a Louie D.

»Les hacen jurar silencio a todos, porque no sólo es una situación embarazosa, además es una peligrosa falta de respeto entre dos facciones de la familia que, incluso en los mejores momentos, no se llevan demasiado bien. Y para colmo, la mujer de Louie D, que es una mujer muy religiosa, está alucinando porque han profanado el féretro de su marido. Sophia DeStephano se ha erigido en protectora del alma inmortal de Louie y está decidida a enterrarle completo, caiga quien caiga. Le ha dado un ultimátum a DeChooch: o devuelve el corazón de Louie o lo convierte en hamburguesas.

– ¿En hamburguesas?

– Una de las actividades de Louie es una planta procesadora de carne.

No pude controlar un escalofrío.

– Y aquí es donde las cosas se ponen confusas. DeChooch, no se sabe cómo, pierde el corazón.

Era tan alucinante que no estaba segura de si Connie me estaba contando la verdad o si ella y Lula se habían inventado todo aquello para gastarme una broma.

– ¿Perdió el corazón? -dije-. ¿Cómo pudo perder el corazón?

Connie levantó las palmas de las manos como si no se lo acabara de creer.

– Eso es lo que me ha contado la tía Flo, y es todo lo que ella sabe.

– No me extraña que DeChooch esté deprimido.

– Claro… -dijo Lula.

– ¿Y qué tiene que ver Lorena Ricci con todo esto?

Connie volvió a levantar las manos.

– No lo sé.

– ¿Y El Porreta y Dougie?

– Tampoco lo sé -dijo Connie.

– O sea, que lo que busca DeChooch es el corazón de Louie D.

Connie no dejaba de sonreír. Aquello le encantaba.

– Eso parece.

Me quedé pensando un minuto.

– En algún momento, DeChooch supuso que el corazón lo tenía Dougie. Y luego, que lo tenía El Porreta.

– Sí -dijo Lula-, y ahora cree que lo tienes tú.

Una miríada de puntitos negros me nublaron la vista, y en mi cabeza se pusieron a sonar campanas.

– Huy, huy -dijo Lula-, no tienes muy buena pinta.

Puse la cabeza entre las piernas e intenté respirar profundamente.

– ¡Cree que tengo el corazón de Louie D! -dije-. Cree que voy por ahí con un corazón. Dios mío, ¿qué clase de persona se pasea por ahí con el corazón de un muerto? Creía que se trataba de drogas. Creía que estábamos negociando con cocaína de El Porreta. ¿Cómo voy a hacer un trato con un corazón?

– No me parece que eso deba preocuparte -dijo Lula-, puesto que DeChooch no tiene ni a El Porreta ni a Dougie.

Le conté a Connie lo de la limusina y El Porreta.

– ¿A que es increíble? -dijo Lula-. A El Porreta lo ha secuestrado una ancianita. Puede que fuera la mujer de Louie D intentando recuperar el corazón de su marido.

– Más vale que no haya sido la mujer de Louie D -dijo Connie-. En comparación con ella la madre de Morelli parece cuerda. Por ahí se cuenta que una vez pensó que una de sus vecinas la despreciaba, y al día siguiente encontraron a aquella mujer muerta, con la lengua cortada.

– ¿Le dijo a Louie que la matara?

– No -dijo Connie-. Louie no estaba en casa en aquel momento. Estaba en viaje de negocios.

– Dios mío.

– De todas formas no creo que haya sido Sophia, porque he oído que lleva encerrada en casa desde que murió Louie, encendiendo velas y maldiciendo a DeChooch -Connie reflexionó un instante-. ¿Sabes quién más pudo secuestrar a El Porreta? La hermana de Louie D, Estelle Colucci.

En cualquier caso, secuestrar a El Porreta no era muy difícil. Basta con ofrecerle un porro para que te siga hasta los confines de la Tierra.

– Tal vez deberíamos ir a hablar con Estelle Colucci -le dije a Lula.

– Estoy dispuesta a todo -dijo Lula.

Benny y Estelle Colucci vivían en una casa de dos pisos del Burg primorosamente limpia. En realidad, todas las casas del Burg están primorosamente limpias. Es imprescindible para la supervivencia. El gusto en la decoración puede variar, pero las ventanas tienen que estar bien limpias siempre.

Aparqué la moto enfrente de la casa de los Colucci, llegué hasta la puerta y llamé. Nadie respondió. Lula se metió entre los arbustos que había debajo de las ventanas y echó una mirada dentro.

– No se ve a nadie -dijo-. No hay luces encendidas. La tele está apagada.

Luego probamos en el club. Benny no estaba. Seguí dos calles más en dirección a Hamilton y reconocí el coche de Benny en la esquina de Hamilton con Craed, aparcado delante del Tip Top Sandwich Shop. Lula y yo husmeamos a través de la cristalera. Benny y Ziggy estaban desayunando dentro.

El Tip Top es un café oscuro y estrecho que ofrece comidas caseras a precios razonables. El linóleo verde y negro del suelo está agrietado, las lámparas del techo dan una luz mortecina por la grasa que las cubre y los asientos de polipiel de las mesas están reparados con cinta de embalar. Mickey Spritz fue cocinero del ejército durante la guerra de Corea. Abrió el Tip Top cuando volvió del frente, hace treinta años, y desde entonces no ha cambiado nada. Ni el suelo, ni los asientos, ni el menú. Mickey y su mujer se encargan de la cocina. Y un deficiente mental, Pookie Potter, sirve las mesas y lava los platos.

Benny y Ziggy estaban concentrados comiéndose su desayuno cuando Lula y yo nos acercamos a ellos.

– ¡Demontres! -dijo Benny, levantando la mirada de los huevos y viendo a Lula con su modelo de cuero-. ¿De dónde saca a esta gente?

– Hemos pasado por su casa -le dije a Benny-. No había nadie.

– Claro. Porque estoy aquí.

– ¿Y Estelle? Estelle tampoco estaba en casa.

– Ha habido un fallecimiento en la familia -dijo Benny-.

Estelle va a estar fuera de la ciudad un par de días.

– Me imagino que se refiere a Louie D -dije-. Y a la pifia.

Había logrado captar la atención de Benny y Ziggy.